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Judt, argumentos para el renacer de la izquierda

El historiador ultima un libro sobre la importancia de lo público, mientras combate la enfermedad degenerativa que en apenas un año le ha dejado tetrapléjico

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El cuerpo de Tony Judt (Londres, 1948), uno de los historiadores más lúcidos y que mejor ha contado la Europa de posguerra, ha quedado reducido a "un montón de músculos muertos", según sus propias palabras. Pero su cabeza funciona como nunca. Y está entregada a aportar argumentos para el rearme intelectual de la izquierda, en una lucha contrarreloj contra la esclerosis lateral amiotrófica, la enfermedad degenerativa incurable que lo ha dejado tetrapléjico.

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Todo ha sido muy rápido. En septiembre de 2008, cuando todavía resonaba el aplauso mundial a su obra cumbre, Posguerra (Taurus, 2006), el mismo mes en que aparecía la traducción española de Sobre el olvidado siglo XX (Taurus) un repaso a los intelectuales progresistas, se le diagnosticó ELA. Dos meses después, en diciembre, ya no podía utilizar las manos; en marzo de 2009, estaba en una silla de ruedas; en mayo, se le colocó una máquina para respirar y, en octubre, se quedó sin movilidad más abajo del cuello.

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El historiador admite que ha pensado mucho en la eutanasia

Aunque hay alguna rarísima excepción el físico Stephen Hawking lleva 46 años con la enfermedad, la esperanza de vida es bajísima. Judt lo sabe: "Todo el mundo muere de esta enfermedad. ¡Si no mueres, es porque no la tenías!", afirma con signo de admiración incluido en un intercambio de e-mails con Público.

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El historiador ha reducido las entrevistas presenciales al mínimo, pero contesta los e-mails y la correspondencia. Durante todo el día, cuenta con la ayuda de un asistente, al que dicta a través de un micrófono sus reflexiones, los artículos, la correspondencia... Y también el libro que está escribiendo sobre la crisis histórica de la socialdemocracia y la necesidad de una izquierda antiautoritaria que defienda el papel de lo público y del Estado. Si todo va bien, se editará en primavera.

"Nunca trabajo menos de ocho horas al día", explica a Público

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Prosigue Judt: "Lógicamente, es posible sobrevivir un tiempo [al ELA] porque la enfermedad, a diferencia del cáncer, no es asesina en sí misma: sólo congela eventualmente todos los músculos. Llegados a este punto, o te quitas la vida porque se te hace intolerable continuar o bien sufres un accidente (normalmente, respiratorio) y mueres. La esperanza de vida normal es de entre uno y tres años tras el diagnóstico. A mí me la diagnosticaron en septiembre de 2008".

¿Ha pensado en la eutanasia? La pregunta se la hizo esta misma semana el periódico británico The Guardian. La respuesta: "Muchísimo. No para mañana, pero uno debe planteárselo porque lo más probable es que se pierda la capacidad de expresarse mucho antes de morir. Nadie quiere vivir en una silla de ruedas sin posibilidad de hablar, sólo con la posibilidad de parpadear una vez para decir sí y dos veces para decir no".

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"Es perfectamente razonable", añade Judt, que vive en su piso-hospital en Washington Square (Manhattan) con su esposa e hijos adolescentes, "que llegue un punto en que el balance del juicio de la vida sobre la muerte cambie hacia el otro lado". "El elemento más importante a considerar no son tus sentimientos, sino los de tu familia", concluye.

Ha descrito en un artículo la angustia que le provocan ahora las noches

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Mientras tanto, el director del Remarque Institute, el centro asociado a la New York University que el historiador londinense fundó en 1995, se aferra al micrófono y sobre todo a su prodigiosa memoria, que ha mejorado todavía más con la enfermedad y le permite trabajar a un ritmo frenético sin apenas consultar notas: "Nunca trabajo menos de ocho horas al día y a menudo más de diez. La mayor parte de este tiempo lo dedico a escribir (dictar), editar, contestar correspondencia y leer", explica.

La excepcional memoria y la pasión que conserva para aportar algo de luz al panorama desolador de la izquierda en general y de la socialdemocracia en particular quedaron de manifiesto en la emotiva conferencia que dictó el pasado octubre, dentro de los actos académicos de su universidad. Más de 1.000 personas abarrotaron el auditorio y le siguieron entre compungidos y fascinados durante casi dos horas.

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Judt achaca el declive socialdemócrata al olvido de sus logros

Él estaba solo, con su silla de ruedas y su micrófono. Sin notas. Una lección magistral sobre la historia de la izquierda y sus errores, la claudicación teórica que en su opinión la ha llevado a la derrota justo cuando más necesaria resulta para afrontar la crisis mundial provocada por el neoliberalismo. Y sobre la reivindicación de su legado, a su juicio imprescindible para renacer con fuerza. El documento, estremecedor, puede verse íntegramente en la web del Remarque Institute.

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El acto causó un gran impacto en el público, que lo ovacionó durante un largo rato. "Fue una llamada a la movilización de la izquierda", escribió The Nation. The Chronicle Review recogió el comentario de un profesor asistente: "Al principio, estaba conmocionado por la contradicción entre su capacidad intelectual, que no ha sufrido ningún efecto y en muchos sentidos es inigualable, y la degradación física. Pero a los cinco minutos ya no veía nada físico y me centré en sus palabras y su importancia", contó.

La conferencia es en buena medida un avance del libro que está ultimando. ¿Tiene por tanto esperanzas de que regresen con fuerza los valores colectivos, vinculados a la tradición de izquierda? "No demasiada", admite a Público. "Pero lo que sí preveo es una ansiedad creciente ante las inseguridades del siglo XXI y una gran incertidumbre sobre cómo deberíamos responder a ellas políticamente".

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Y añade: "Lo que espero es inyectar al debate una conciencia y un recordatorio de otra manera de afrontar las políticas públicas y el interés colectivo, un lenguaje que antes era habitual y que ha ido siendo expulsado desde la década de 1970 por la hegemonía del economicismo y el énfasis puesto en maximizar las ventajas privadas".

Judt es también una autoridad en el conflicto árabe-israelí. Él mismo de tradición judía, fue un entusiasta sionista de izquierdas en la adolescencia y en 1967 acudió a la llamada de Israel para participar en la retaguardia en la Guerra de los Seis Días. Allí empezó el desencanto, el progresivo descubrimiento del otro el palestino que debía expulsarse para hacer realidad la utopía sionista de un Estado judío y la inexorable ruptura intelectual con Israel.

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Judt no cree ya en la solución de "dos Estados" en Palestina

Judt no cree ya en la solución de "dos Estados", sino en un Estado único, binacional, en el que se respeten todas las creencias y todos los ciudadanos tengan los mismos derechos, lo que le ha valido en EEUU acusaciones increíbles de antisemita. "El problema no es la comunidad judía, que aquí es centrista o de centro-izquierda, sino una pequeña pero extraordinariamente bien financiada red de lobbies que chantajean al Congreso en todo lo que tiene que ver con Israel", señala.

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La visión de Judt sobre la evolución de Israel es muy pesimista: un Estado "agresivamente judío, pero con una previsible mayoría árabe en el futuro próximo y, por tanto, con escasas posibilidades de ser democrático".

La semana pasada, Judt empezó en The New York Review of Books una serie de artículos muy personales, relacionados con su vida y a veces también con su enfermedad, "tan rara que se necesitarían dos campos llenos para un Barça-Madrid antes de encontrar a una persona con posibilidad estadística de contraerla".

En el primero, titulado Noche, describe el infierno que vive a diario cuando llega la hora de dormir. "La cuestión es si puedo ofrecer detalles ante la condición general relacionada con el declive físico serio y sus aspectos psicológicos y sociales". Sin embargo, no tiene previsto escribir sobre la enfermedad en sí: "Creo que en parte es porque tengo relativamente poco que aportar para su conocimiento".

Donde sabe que tiene mucho que aportar es el debate intelectual de la izquierda. A ello piensa dedicarse a fondo. Su lucidez ya ha derrotado a los "músculos muertos".

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