John Sayles regresa a lomos de un sonoro bostezo
El certamen sigue a la deriva con la fallida película del cineasta estadounidense
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Hagamos la cuenta de la vieja. Con las dos películas vistas ayer sólo quedan otras dos, Addicted to love, de Liu Hao, y Cerro Bayo, de la argentina Victoria Galardi, para completar el plantel de candidatas a la Concha de Oro. Es decir: las esperanzas se acaban. Llegados ya a la recta final podemos llamar a las cosas por su nombre y decir sin complejos que esta edición del Festival de San Sebastián ha sido débil e insulsa, con alguna que otra excepción llamada Elisa K, Pa Negre, e incluso la marroquí La mezquita o la coreana I saw the Devil. Todas con matices. Edición de transición se dice por aquí.
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Los filmes vistos en la sección oficial de ayer no hicieron nada por levantar el ánimo decaído que como plomo ha caído sobre la ciudad. El caso de John Sayles fue ejemplar: vaca sagrada del cine independiente estadounidense y paradigma del cineasta comprometido políticamente, no fue capaz de tomar el pulso a su película Amigo, que narra un capítulo en la invasión norteamericana de Filipinas, poco después del 98 español.
Lejos de ser un revulsivo, al filme de Sayles le faltó audacia y ritmo
Sayles, habitual de Donostia, donde ha concursado en otras tres ocasiones, provocó un sonoro bostezo con un filme al que le falta audacia y ritmo y que de ninguna manera resultó ser el revulsivo que muchos esperaban. "Me interesa este capítulo porque es desconocido y supuso el primer acto de imperialismo de EEUU más allá de sus fronteras", explicó ayer. Todo bien, pero nada que hacer cuando la dirección es fallida, el guión carece de gancho y las interpretaciones son insustanciales.
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Algo mejor le fue al vasco José María de Orbe con Aita, que desató respuestas contradictorias en el pase de prensa de la mañana: aplausos enérgicos solapados por sonoras pitadas y zapateos. "Prefiero provocar reacciones, aunque sean malas, a que la gente se quede indiferente", confesaba el director a Público poco después.
Algo mejor le fue al vasco De Orbe, que desató división de opiniones con Aita'
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A Orbe quizás lo conozcan mejor por ser el responsable de la famosa campaña de "¿Te gusta conducir?" de BMW. "Yo no soy un cineasta inclasificable, eso que se lo dejen al filipino Raya Martin", decía ayer. Desde luego, su cine es elemental, nada de discursos inaccesibles.
Aita puede ser vista como una historia de fantasmas fuera de las leyes del cine de género: Orbe filma la decadencia material de una casona de su familia en Guipúzcoa. Las texturas, la luz y las sombras, las paredes descascarilladas, las hiedras que se comen la fachada. En ella, introduce a dos personajes, el hombre que vigila y mantiene el inmueble y el cura del pueblo. Ambos mantienen conversaciones sobre temas que tienen que ver con la muerte y lo sobrenatural en un tono del todo alejado de lo solemne.
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Por las noches, otras presencias aparecen: proyecciones antiguas del cine vasco sobre las paredes agrietadas, que funcionan también como fantasmas, sombras del pasado. Quizás demasiado cercana a Tren de sombras, de Guerin, quizás demasiado acartonada en su lirismo, Aita queda alejada de la emoción y provoca admiración pero poca huella.