"Hay una victimización de las clases medias absolutamente falaz"
El profesor César Rendueles presenta 'Capitalismo canalla. Una historia personal a través de la literatura', un ensayo que aborda las miserias del capitalismo a través de una poco ortodoxa selección de obras literarias
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MADRID.- Cuenta el profesor y escritor César Rendueles (Girona, 1975) que, en literatura, "las ausencias a veces son tan o más significativas que las presencias". En Capitalismo canalla. Una historia personal a través de la literatura (Seix Barral), su último ensayo después del exitoso Sociofobia, el académico echa mano de lo autobiográfico para convertir dichas ausencias en un personalísimo ejercicio de literatura comparada trufado con teoría sociológica.
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Utilizar la ficción para explicar la realidad cuando lo habitual es echar mano de las ciencias sociales. ¿Es la literatura un instrumento eficaz para ello?
No creo que la literatura sirva exactamente para hablar de la realidad, pero sí sirve para hablar de cómo entendemos la realidad. En literatura, por ejemplo, las ausencias a veces son tan o más significativas que las presencias. Sin ir más lejos, en la literatura española de los años 90 desaparecen las clases populares, una ausencia brutal, muy notable. Este hecho no creo que diga tanto sobre los escritores de esa época, como sobre nosotros mismos, sus lectores, y sobre la España de entonces. En este sentido, creo que la literatura, más allá de ser instrumento para analizar la realidad —lo cual es aburridísimo y, es más, creo que fracasa—, sirve para entender la subjetividad compartida, cómo pensamos, cómo nos vemos, cómo nos imaginamos.
Dice en la introducción de 'Capitalismo canalla' que estamos miopes con respecto a los procesos de transformación social, ¿no será que esa miopía viene inducida por la incapacidad para comprender una realidad cada vez más compleja...?
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Creo que la miopía es muy permanente... A fin de cuentas, la mayor parte de las personas que han participado en grandes procesos de cambio político y social no eran conscientes de estar haciéndolo. Quienes tomaron la Bastilla no sabían que estaban protagonizando la Revolución francesa, ni quienes participaron en la Revolución americana eran conscientes de lo que iba a significar, somos muy miopes sobre los procesos de transformación que están en marcha. Creo que esto es una limitación cognitiva nuestra que afecta mucho a las ciencias sociales.
En cambio sí admite en este ensayo que durante el siglo XIX, por ejemplo, los perdedores del capitalismo alcanzaron una comprensión lúcida de los engranajes de la explotación económica. ¿Cuándo perdimos esa lucidez?
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Es cierto que en los momentos de transformación se hace visible lo invisible, esas estructuras que aparecen disueltas en nuestra cotidianidad de repente cobran visibilidad. El siglo XIX, por ejemplo, es un momento de fractura social, lo que por otra parte motivó el origen de las ciencias sociales. Según se mire, algo parecido está ocurriendo hoy día. Es obvio que ni el capital financiero ni la precarización se han inventado en 2008, pero no es menos cierto que estamos viviendo algo que viene sedimentándose en los últimos 30 años, un momento de cambio en el que emergen fracturas sociales que estaban disueltas en nuestra vida cotidiana. La literatura, en este sentido, participa de ese proceso de forma compleja, de tal forma que puede alejarse, interpelar o reflejar la realidad.
Pese a que no lo explicita en el libro, de su lectura subyace la idea de que tendemos a sobrestimar la libertad de elección que nos proporciona el capitalismo.
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Hay un tipo de libertad real que nos proporciona el capitalismo, que es la libertad de mercado, y que no es más que la posibilidad de elegir entre los productos disponibles, no es poca y en algunos casos es muy relevante, pero no es nada más que eso. El problema es que ese tipo de libertad sirve de muy poco en aquellos procesos deliberativos donde hace falta pensar en común fines éticos complejos relacionados con el progreso moral. La libertad tiene esa vertiente de no restricción, pero también otra mucho más constructiva y que está muy vinculada a la igualdad.
Habla de una especie de anhelo antropológico por cuidarnos, algo que dicho así suena cursi...
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Curioso que nos suene tan cursi algo que es la cotidianidad de la humanidad desde que existe, los cuidados nos rodean desde que existimos, hemos conseguido invisibilizarlos mediante un esfuerzo cultural brutal haciendo que no se vean, pese a que en España, con un Estado del bienestar tan frágil, es una realidad absolutamente presente para millones de familias.
"La vida que llevábamos como consumidores sofisticados es una mierda"
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La gente de mi generación hemos invisibilizado esa experiencia, parece que de repente hemos descubierto la paternidad, lo que dice mucho de lo idiotas que hemos sido. Todo esto también tiene algunas potencialidades políticas interesantes porque nos hace ver que buena parte de la vida que llevábamos como consumidores sofisticados es una mierda, una basura, no vale para nada, sin querer ocultar que el otro lado también tiene partes negativas, llenas de sufrimiento, de cansancio, no lo voy a idealizar y convertirlo en una novela romántica porque no lo es.
Cita la obra de Cheever para retratar ese "magma de experiencias turbadoras, algunas perniciosas, otras esperanzadoras" que surge cuando el paradigma capitalista aparentemente se normaliza. ¿Qué es lo que empezó a fallar?
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Lo que quería relatar era cómo toda esa experiencia de ruptura, de emancipación, de posibilidades que emergen tras la gran crisis de entreguerras, llega un momento en el que se clausuran y eso genera mucho malestar. Todas esas tensiones acumuladas acaban estallando en el 68 de mil maneras diferentes por medio de los movimientos obreros, juveniles y feministas. Creo que eso es interesante porque nos habla también de las limitaciones del proyecto keinesiano, del Estado del bienestar, hoy que nos parece una utopía...
El gueto como símbolo de esperanza. Pasolini y sus primeras novelas le sirven para trazar ese momento esperanzador en el que el extrarradio y sus formas de vida alternativas podrían nutrir los proyectos de emancipación política anticapitalistas.
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Es una idea muy del 68, muy de Marcuse, sólo gracias a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza, pero que tiene un sustrato teórico importante, que viene de toda la tradición emancipatoria y que dice que aquellos que no tienen nada que perder son los que están en condiciones de plantear acciones políticas universalistas que pueden mejorar las condiciones de todos, no solo las suyas.
"Aquellos que no tienen nada que perder son los que están en condiciones de plantear políticas que pueden mejorar las condiciones de todos"
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Dicho así suena muy mesiánico, pero si piensas en nuestra situación actual se entiende muy bien, por ejemplo, quienes más o menos consiguen seguir pagando sus hipotecas día a día pues realmente tienen pocos motivos para arriesgarse a cambiar de forma radical el mercado inmobiliario, si más o menos sobrevives con un trabajo precario, es probable que no estés dispuesto a asumir diferentes tipos de riesgos, si te han desahuciado o vives en un sitio donde el paro juvenil llega al 70%, pues estás dispuesto a asumir riesgos que van a beneficiar a la totalidad, no solo a ti sino también a los que siguen pagando su hipoteca y mantienen su curro de mierda.
¿Puede una obra literaria captar la esencia de un momento determinado mejor que la disertación de un catedrático de sociología?
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Creo que los libros, tal y como ocurre con ciertos periodos de la vida, cuando los revisitas significan en ocasiones cosas completamente diferentes. Aquello que en su día fue motivo de orgullo, de repente es motivo de vergüenza y humillación, y viceversa. Digamos que la literatura interpela aquello que somos, aquello con lo que soñamos, y aunque no refleje nada exactamente, a veces a través de los sueños y las sensaciones de nuestra subjetividad se consigue entender un poco el mundo que nos rodea.
Cierra el libro reflexionando sobre la necesidad de regenerar la democracia, un proceso que solo se puede llevar a cabo entre iguales que "descubren, transforman y comparten" aquello que les une. Estamos muy lejos de poder llegar a este escenario, ¿no le parece?
El gran triunfo del neoliberalismo en España, o lo que es lo mismo, de esa transición socialdemócrata al neoliberalismo, no fue tanto beneficiar económicamente a las elites sino desarbolar la sociedad española, desestructurarla completamente, convertirnos en una sociedad individualista con unos niveles de asociacionismo bajísimos en relación incluso a la media europea. Con esos mimbres es muy difícil establecer una alternativa, hay auges de indignación pero están muy desarticulados, no tenemos instituciones de mediación y esto hace muy difícil establecer una alternativa política, son pequeñas multitudes las que ocasionalmente salen a la calle, pero es muy difícil que consigan componer un discurso político, construir una sociedad civil poderosa es un proceso muy lento que puede llevar décadas y lo que sucede es que no tenemos décadas.
Hay quien prefiere dejar pasar el tiempo hasta que la situación empeore lo suficiente como para que la reacción sea incontenible.
Tenemos ante nosotros una ventana de oportunidad cuya duración es una incógnita. Esa es la gran contradicción; nos movemos entre la inexistencia de las instituciones que necesitamos para vehicular una alternativa política más igualitaria y emancipatoria, y la urgencia de aprovechar una ventana de oportunidad. Una coyuntura propicia que si no aprovechamos corremos el riesgo de encontrarnos con una situación catastrófica. Se confunden quienes piensan que cuanto más empeore la situación, será mejor porque la gente saldrá a la calle y eso no es verdad.
En los últimos años se ha producido una banalización del discurso político en la música y en la literatura, ¿no cree?
Sí, pero yo creo que el problema reside en que estamos experimentando una repolitización con muchas ambigüedades, muy marcada por el clasemedianismo, hay una victimización de las clases medias absolutamente falaz, la crisis la están padeciendo fundamentalmente las clases bajas, los más pobres, con muchísima diferencia además, las clases medias la están padeciendo poco o nada, eso dicen las cifras. Por eso creo que dicha repotilización está en parte cimentada en una victimización de las clases medias, y el arte lamentablemente participa de esa trivialización del discurso político.