En El discurso del cómic, Luis Gasca y Román Gubern hicieron una auténtica y minuciosa disección de este medio de expresión y en Diccionario de onomatopeyas del cómic se dedicaron a estudiar sus indicadores semánticos. Ahora, ambos investigadores vuelven a encontrarse en la Enciclopedia erótica del cómic (Cátedra), donde reúnen un extenso catálogo de formas de relación sexual reflejadas en las viñetas de los cómics a lo largo de su historia.
Fundamentalmente dirigido a lectores masculinos, el cómic erótico ha sido desde los años sesenta un buen indicador de los usos sexuales de cada época. Más activo en Francia y Alemania, con un reflejo tardío en España, este subgénero esconde muchísimas sorpresas, unas divertidas, otras sugerentes, imaginativas y algunas bastante turbadoras.
De la 'Acrofilia' ('placer derivado de la altura física'), a la 'Zoofilia' y ‘Zooerastia' ('atracción sexual ejercida por un animal sobre un ser humano'), Gasca y Gubern se pasean por el territorio del sexo hermanado con el cómic, rematando en una obra que sirve igual para curiosos de la sexología que para amantes del género de viñetas.
El libro finaliza con un índice temático, en el que se especifican las formas de relación sexual que pertenecen a cada tema. Así, con el ‘Sentido del olfato' están vinculados 'la barosmia, el renifleur y la sudorofilia', y con la ‘Muerte' los están 'el dipoldismo, la necrofilia, el sadismo, la tortura y el vampirismo'. Unos más conocidos que otros, todos tienen su expresión artística en el cómic.
Viñetas de decenas de creadores acompañan cada una de las entradas del libro, en el que no faltan, por supuesto, algunos de los casos emblemáticos, como Barbarella, de Jean-Claude Forest, probablemente la primera heroína del fantaerótico, o Valentina, de Guido Crepax.
En agosto del año pasado, Gubern se encerró en su casa con cinco enciclopedias de sexología, tres norteamericanas y dos francesas, y comenzó a poner texto a las imágenes que le enviaba Luis Gasca, que tiene, según el primero, 'la mejor colección de cómics de Europa'. De ese método de trabajo nació la enciclopedia, de la que el historiador de medios de comunicación Román Gubern explica aquí sus claves.
¿El cómic erótico nació en los sesenta o hubo antes precedentes?
Sí, el cómic era un género infantil y asexuado, pero en los sesenta, los ‘happy sixties', se produjo el nacimiento del cómic adulto ligado a la cultura underground. Se creó un mercado diferenciado del infantil. Aunque en los cómics anteriores, a veces, se podía encontrar alguna picardía. Ahí está Batman y Robin, de Grant Morrison, de los que se escribió que eran homosexuales y se llegó a decir que corrompían a los jóvenes, o Tarzán, que iba muy poco vestido, y las Tarzanas. Son los pequeños pinitos antes de los sesenta. En España los primeros ecos llegaron con El Víbora, que era una publicación muy transgresora y era hija directa de la cultura underground. Aquí había menos, porque estaba Franco, pero llegaban ejemplares o los traíamos los que viajábamos.
El cómic erótico está especialmente dirigido a un público masculino, ¿cuáles son las excepciones?
Es fundamentalmente masculino, como la novela erótica. Es verdad que eso se está acabando y cada vez hay más mujeres dibujantes. Yo ya estoy jubilado y en mi vida, la revolución más evidente que he vivido es la del cambio de estatus de la mujer. Existe la teoría de que el hombre es un animal más visual y la mujer es más táctil, olfativa... Eso es lo que dicen los antropólogos y lo relacionan con los hombres primitivos cazadores y las tareas que hacían las mujeres. Tal vez por eso, el erotismo visual es más enfático en el caso de los hombres.
¿Hay mujeres dibujantes a destacar?
Hay mujeres, como Laura Pérez Vernetti, y hay otras que firman con seudónimos masculinos para protegerse, 'que no piensen que soy una guarra'. La mujer es más el rito y la liturgia, es menos brutal, menos directa y mucho menos violenta. Su sexualidad es más sofisticada. Las diferencias corresponden a los roles atávicos, la del hombre, al macho alfa en las tribus de gorilas y chimpancés.
¿El lesbianismo es un subgénero en sí mismo dentro del cómic erótico?
Es la corroboración de que el hombre es un animal visual y de que la mujer es más sensible a la tactilidad. Yo mismo soy muy voyeur, y lo digo sin sentido de culpa. Me gusta mucho ver espectáculos en vivo y recuerdo perfectamente cuando los descubrí en Dinamarca. Se lo dije a Mario Vargas Llosa, ¡que había gente follando en el escenario!
¿Hay una época en el cómic más marcadamente erótica que otra?
El año 68, que es la época libertaria. Haz el amor y no la guerra. Luego vino, en los setenta, una reacción en contra de aquello y varios países intentaron prohibir el porno en el cine. La Constitución italiana todavía defiende el derecho a censurar en nombre del 'sentido común del pudor'. Pero era como intentar poner vallas al campo, un forcejeo que intentaba frenar el despelote, el liberalismo sexual. Ahora ya no es tan transgresor, aunque Cátedra, que ha editado este libro, pensó cómo debería venderse. Porque todavía hay dudas para lo comercial con lo moral.
Por países, ¿cuáles son los más interesantes?
Francia y Alemania, porque son los países más permisivos en expresión erótica. Los menos son la triste Grecia, la Italia vaticana...
¿Usted tiene algún autor preferido?
Guido Crepax, el creador de Valentina, es un maestro. Estéticamente es muy experimental y tiene el erotismo añadido, pero con muy buen gusto.
¿Hay géneros en el cómic que se prestan más al erotismo?
El histórico, los Borgia, las orgías de Roma, eso da mucho de sí. Es uno de los géneros más transitados por el erotismo en el cómic.
¿En las entradas de la enciclopedia, ha descubierto alguna práctica sexual nueva, alguna que le haya turbado?
Hay varias que desconocía y algunas me estremecieron, sí. El dipoldismo ('excitación sexual producida por el maltrato a niños'), por ejemplo, que viene de un hombre, Andreas Dippold, que torturaba a sus alumnos con duchas de agua fría, con pinchos... se conoció porque uno de los chicos murió. Me estremecieron las relacionadas con la violencia, me producían desazón, no es mi rollo. He descubierto cosas, por ejemplo, que en las prácticas sadomasoquistas se ponen máscaras de látex para no ver la cara de sufrimiento de la víctima y no refrenarse al torturarla. Las voces que más me turbaron son las de la violencia, la crueldad, la tortura. La flagelación, que comenzó como una práctica religiosa, fue cambiando cuando se comenzó a hacer con la gente desnuda.
¿Ese subgénero del cómic erótico tiene un mercado importante?
No, es un mercado pequeño, es un reflejo de la realidad. Una vez conocí a una madama, que tenía un burdel especializado en sadomasoquismo y me dijo que tenía pocos clientes y todos varones. Una clientela fiel, pero escasa.
Como reflejo de la sociedad, ¿se podrían conocer los usos sexuales de cada tiempo por los cómics?
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