Gemma Ruiz Palà: "La destrucción de la genealogía feminista también es una forma de desactivarnos como mujeres"
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Barcelona,
Hacía 19 años que una mujer no ganaba el Premi Sant Jordi de novela en catalán, uno de los más prestigiosos de la literatura catalana. Diecinueve, sí. El androcentrismo también salpica la cultura, por eso cuando Gemma Ruiz Palà recogió el galardón entregado por Òmnium, quiso remarcar que ella no viene de la nada y que no está sola y citó a un montón de autoras que le han ayudado a forjar su voz literaria. En Les nostres mares(Nuestas madres) (Proa), Ruiz Palà ha construido diez mujeres que plantan cara a las jaulas de oro, se rebelan contra la carga mental y contra el lastre de ciertos temas como los deberes conyugales que marcaba la dictadura franquista, entre otras muchas cosas. Porque como señala la propia autora, Les nostres mares es un libro que homenajea a todas las mujeres que nos han enseñado a andar por el mundo.
Para que nosotras naciéramos ellas no lo hicieron, ¿podría ser una frase para resumir todas las voces que aparecen en la novela, verdad?
Sí, es ese reconocimiento y ese agradecimiento que quizás hemos tardado un poco las de nuestra generación en darnos cuenta de que teníamos que hacerlo, y que yo con este libro me gustaría que se desencadenara. Hemos tenido siempre de referentes a los padres y nos hemos proyectado en sus profesiones, o en lo que quisiéramos llegar a ser y hemos dado por descontadas a las personas que nos han dado las habilidades materiales e inmateriales para salir al mundo, de quien hemos aprendido cómo gestionar la economía, cómo pelearte con el tío del banco si te cobra una comisión que no es, en realidad nos han enseñado cómo ir por el mundo, no sólo han tenido el caldo en la nevera como dice la canción de Rigoberta Bandini.
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Aparte del caldo nos han enseñado cómo caminar por el mundo. Y eso lo hemos dado tanto por supuesto porque como el trabajo de cuidados y el doméstico no tiene remuneración y, por tanto, se traduce en no tener valoración social, nosotros también hemos caído en no valorarlo. Hemos tenido cuidadoras, secretarias, coach, hemos tenido contables... hemos tenido todas estas profesiones en una madre y no lo hemos valorado. Y para mí este libro también es una revisión propia de mirar a mi madre como persona y no como rol único de madre. Ha tenido su vida sus frustraciones y ha salido adelante como ha podido para alcanzar sus metas... Mirar a tus padres con ojos de adulto como personas independientes de ti también te hace un poco mayor y puedes encarar esta parte de la madurez de una forma más justa y tranquila.
A muchas les ocurre que les pesa todo lo que no han podido ser.
Imaginémonos nosotras estar en un contexto que no nos deja desplegar nuestro trabajo, nuestras vocaciones, tendríamos un peso en la barriga muy fuerte, ¿eh? Y, en cambio, no nos hemos parado a pensar si nuestra madre lo tiene, si esa mujer que nos cuida al abuelo lo tiene, si esa otra que es la canguro de nuestra amiga lo tiene. Y sí, muchas lo arrastran y deben hacer su vida y la encaran con alegría incluso. Y esto debemos tenerlo presente.
Para encabezar la novela, una de las citas escogidas es de Maria Aurèlia Capmany, que recuerda cómo se ignoran las reivindicaciones de las mujeres.
Esto ella lo dice en los sesenta y ahora estamos en 2023 y todavía tenemos que proteger el derecho al aborto, todavía hay gente que no quiere oír que el consentimiento es básico para tener unas relaciones sexoafectivas sanas, todavía tenemos que denunciar actitudes homofóbicas, claro que es así. Cuando escribía este libro no podía imaginar que tumbarían la ley del aborto en Estados Unidos. Como se suele decir, los derechos cuestan mucho conquistarlos y es muy fácil perderlos.
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Cuando recibió el premio dijo que no está sola y citó a un montón de escritoras, pero el libro está lleno de referencias femeninas como pintoras, científicas…
Para mí también era poner en valor a aquellas mujeres que a mí me escatimaron en la educación de EGB, del instituto y en la universitaria. Por eso, como las he descubierto vocacionalmente después, para mí era decir que tenemos una concepción de la cultura totalmente androcéntrica y sesgada.
Hacía 19 años que el Premi Sant Jordi no lo ganaba una mujer.
Claro, ¿y que está comunicando este premio? Que las mujeres no deben presentarse, que la mujer está excluida. Por eso, para mí el libro era también una oportunidad para reclamar el patrimonio cultural que no se nos ha legado. Y con esto también ocurre algo muy problemático y muy peligroso que es que nos rompen la genealogía. Yo tengo que ir a buscar a Capmany ahora, y me da media vergüenza decir que apenas la acabo de descubrir porque no me la han legado. La destrucción de la genealogía feminista también es una manera de desactivarnos como mujeres porque todas tenemos que empezar de nuevo todo aquello que han hecho las demás anteriormente. Y ese legado te lo cortan, te lo escatiman y te dicen que de cada período sólo hay una, como si no se hubieran leído entre ellas, como si de ellas no saliera ninguna cadena. Y claro, todo esto me hace pensar ¡qué estafa!, por eso quería incluir todas estas referencias porque nos han escatimado el patrimonio creativo de las mujeres.
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Que no se asusten los hombres, que entre las referencias también sale Jordi Cussà y Pepe Sales.
Siempre me gusta hacer homenajes, y aquí hablando de las drogas en los años 70 y 80 tenían que estar. Para mí ellos también son referentes. Que seas feminista no quiere decir que no tengas a hombres como referentes, yo he leído a muchísimos escritores. Por eso la cita de Steinem, espero que lean estas parábolas con la misma empatía que nosotras hemos leído las suyas, porque nosotras toda la vida hemos leído historias protagonizadas por tíos, y bien que las acogimos y las hemos idolatrado. Pues bien, pueden hacer lo mismo con las nuestras.
Todas son mujeres que quieren a sus hijos excepto la madre de Pablito que vive en otro mundo. ¿No ha abordado el tema de una madre que no quiere a sus criaturas porque no ha querido o porque no ha pensado en ello?
Podía haberlo hecho perfectamente. Quería hacer más personajes estándar en que más personas pudieran reflejarse, pero sí es verdad que quizá falta una que tenga hijos y es como si le hubieran plantado allí dos coles y no sabe qué hacer. Sí, sí, probablemente faltaría una que tuviera esa vinculación con la maternidad tan difícil de abordar.
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La mayoría de las mujeres que salen en el libro son mujeres, sean madres o no, que tienen los principios mejor puestos que los de los Gobiernos de medio mundo.
Cuando conocí el encierro de Motor Iberica flipé, vi que la lucha vecinal la sacaron adelante las mujeres. Y cuando ves reportajes y los refrescas, dices ¿por qué no las tenemos más presentes? ¿Qué estafa, no, también? Quien ha protestado por lo importante han sido ellos. O como las madres de los yonquis que van a la policía... pero miras a las madres de mayo y es eso, o los aviones para ir a abortar... siempre son las mujeres.
Cada personaje tiene una carga emocional potente, ¿se lo ha pasado bien escribiendo o también ha sufrido un poco?
He llorado yo sola por cosas que acababa de inventarme. Todo está basado en experiencias muy verosímiles y reales, lo que creaba me era cercano y he tenido momentos de vivir la emoción. Con el personaje de Dolors que vive su lesbianismo de una manera clandestina me llegó al corazón, porque dije, hostia, yo conozco a unas señoras que entre ellas se llaman socias y siempre me rompe el corazón cuando se lo dicen, porque les viene de no poder decir que son pareja.
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¿Cómo le surgió la idea de realizar esta novela?
Quería hablar de ellas porque con una conversación con un amigo mío, que había vuelto a pasar el fin de semana a su pueblo, volvió contando que su madre le había explicado cosas de cuando era jovencita que nunca le había contado. Y me hizo la reflexión: "siempre estamos pensando en los padres, pero es que las madres…". Y yo que siempre estoy leyendo y estudiando sobre nuestra historia, sobre lo que nos han escatimado… y en ese momento estaba con el libro El cáliz y la espada que te cuenta el origen del patriarcado, y entonces tuve claro que en la novela debía haber muchas casuísticas porque al final las caras de estas protagonistas las veo todos los días en los clubs de lectura, y pensaba que quiero hacer un club de lectura para ellas. Al final, los clubes de lectura son ellas.
¿Y la estructura, de cada capítulo una mujer?
Leí Niña, mujer, otras de Bernardine Evaristo y dije, ya lo tengo. Pensé en entrelazarlas un poco más, porque con una no les bastaba. Y he hecho diez mundos, y he tenido que hacer una biblia de personajes, que nunca la había hecho. Pero cómo las he creado absolutamente de nuevo…
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Una de las que hace sufrir más es Gabriela que deja a sus hijos en su Perú natal y en Barcelona se ocupa de un niño del barrio rico de la Bonanova durante años.
Es que el tema del traspaso de afectos es tremendo. Este personaje siempre lo había querido escribir desde que vi una película que hicieron entre varios cineastas llamada Paris je te aime. Y una de las historias era de una chica claramente racializada, indígena que vivía en las afueras de París en un apartamento súper cutre y cantaba una canción de cuna a su hija. Y se ve cómo se levanta a las seis de la mañana y después de hora y media de metro llega a un superapartamento de París de una abogada que le deja a su hija y allí vuelve a cantar la canción que ha dejado de cantar a su hija. Y esto me quedó grabado y es el espíritu que quería ponerle a Gabriela. Quería que las cuidadoras tuvieran el mismo protagonismo que las demás, porque es nuestra sociedad. Y si no, estaría faltando a la verdad de cómo podemos salir adelante que es gracias a ellas, a las cuidadoras.
También hay quien confunde una baja de maternidad con un contrato de servicio.
Esto me lo han dicho muchas compañeras. Hemos ido a la facultad y todo muy bien. Después te pones a vivir juntos y si todo es una pocilga no pasa nada, pero a la que llegan los hijos se acabó lo que se daba. Esto me lo han dicho mis compañeras. Yo no tengo hijos, he recogido lo que me han contado.
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Y también salen las mujeres que querían ser americanas, guais e independientes, porque ser como mamá no mola.
Creo que esto lo compartimos bastante todas. Nuestras madres no tenían valor y nosotras queríamos ser como en las series y las pelis, nos fijábamos en los hombres porque eran los que recibían los aplausos, los triunfadores, desde El lobo de Wall Street a Top Gun. Nosotras hemos crecido con esto. La referencia son ellos, pero nosotras no queremos ser la comparsa y quizás hemos estado estafándonos nuestro propio relato.
Ahora comienza la promoción y quizá se encuentre con lectoras que se habrán identificado con las mujeres de 'Les nostres mares' y le dirán cosas.
Estaré cara a cara con las protagonistas que son las lectoras de este país. Yo espero que lo reciban como el homenaje que he querido hacer. Y también me gustaría que nuestros padres se lo leyeran y también fueran conscientes de cosas que seguramente no lo han sido y entren con empatía con sus mujeres. Y nuestros compañeros que también se lo lean para valorar a sus madres y valorar a sus compañeras y quizá ponerse en otro lugar de esa constelación familiar que a veces les ha sido muy cómoda. O sea, nuestros padres y nuestros compañeros están muy invitados a leer este libro, también lo he escrito para ellos.