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Fred Vargas cuela un vampiro en la escena del crimen

La escritora de best-sellers de novela negra defiende el género del suspense como un medio para espantar el miedo // Su última novela, Un lugar incierto, se publica en octubre y por primera vez emplea una trama sobre los ritos vampí

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La escritora Fred Vargas tiene el biorritmo de tarde. Por las mañanas asegura vivir en una zona de trance entre el sueño y la vigilia. Un lugar de tránsito oscuro, como en el que habitan los seres fantasmagóricos. A medio camino entre lo surreal y lo real. No es casualidad que en sus novelas haya también un halo extraordinario e irreal con fantasmas que aparecen de repente o incluso con vampiros, a los que les ha dedicado su última novela, Un lugar incierto, que Siruela publicará el próximo mes de octubre.

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"Mi padre pertenecía a un grupo surrealista en que sólo tenían cabida dos libros de terror, Drácula, de Bram Stoker, y Carmilla, de Joseph Sheridan Le Fanu. Y la necesidad de escribir novelas surgió de leer Drácula a los 13 años de edad. Esas lecturas también hicieron que me guste jugar con lo fantástico y con la realidad", explica a Público, mientras le da unas caladas a su cigarrillo. En su mirada al mito vampírico también jugaron un papel importante sus estudios de Historia, ya que Vargas (París, 1957) decidió acudir a la imagen de los chupasangres auténticos para rescatar los ritos mágicos que han dado pie a tantas leyendas procedentes del este de Europa en el siglo XVIII, "y que durante tanto tiempo tuvimos olvidadas en Occidente", comenta.

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Fred Vargas, que ha acudido a Gijón para participar en la Semana Negra, es hoy en día una autora leída en 35 países y comprada por más de cinco millones de lectores. Su última novela en España, La tercera Virgen (Siruela, 2008), la aupó a los best-sellers de la novela negra con 20.000 ejemplares vendidos en las primeras semanas.

No siempre fue así. La primera de sus novelas que se publicó en nuestro país, Los que van a morir te saludan (2002) tardó tiempo en despegar. En Francia, sin embargo, sus libros ya eran religión para los lectores de novela negra y se la considera sucesora de Agatha Christie (1890-1976).

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Estos vaivenes del mercado dice que no le interesan. Por eso, la historia de su última novela, cuya primera imagen fue la de 17  zapatos con los pies cortados dentro, no tiene mucho que ver con la moda actual de las tramas vampíricas. "Las historias de los vampiros siempre han formado parte de la cultura europea. No es nada actual", contesta.

El monstruo existe porque entre nosotros también pervive el miedo. Ese es el símbolo que la escritora concede a estas criaturas: "El vampiro es la metáfora de que el muerto vuelve y eso a ninguno nos gusta. El muerto encarne el mal y el vivo el bien. Esa lucha entre el bien y el mal representa el ser de toda novela policiaca y eso es lo que atrae del género", explica Vargas.

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Que estas tramas ocupen ahora los puestos de los libros más vendidos no significa que necesitemos una mayor necesidad de protección o de conocimiento acerca de dónde proceden las fuerzas malignas: "Siempre se ha dicho que la novela negra comienza con Poe, pero yo no estoy de acuerdo. Creo que la novela negra es el género más arcaico que existe, ya que son historias que siempre nos hemos contado para exorcizarnos y protegernos", manifiesta.

En Un lugar incierto, la escritora lleva a su investigador Adamsberg hasta un pequeño pueblo de Serbia. Este fue un gran problema para la estructura de la novela, ya que Vargas al principio lo situó en Eslovenia, pero luego averiguó que estaba en Serbia. "No había podido encontrarlo por cosas de la guerra", explica. Precisamente, el conflicto armado que vivió la ex Yugoslavia en los años noventa prefirió dejarlo al margen. "Hubiera sido meterme en política y aunque yo hago mucha política en mi vida, en las novelas prefiero no tocarlo", afirma.

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Durante un par de caladas, la escritora reflexiona sobre esta combinación entre la denuncia y género negro. Contesta tajante que no hay lazo posible enter ambas. Es más, para ella, esa es una tradición errónea que procede de la explosión de la novela negra norteamericana posterior a la crisis de 1929 con Raymond Chandler y Dashiell Hammett.

"En Francia, el género comienza con Arsene Lupin y tiene un posicionamiento político al estilo Robin Hood. Después, con la llegada de los americanos, en Francia se empezó a rechazar la vía británica de Agatha Christie o Conan Doyle, porque se consideraba una literatura muy infantil. Cuando leo me gustan las dos vías, pero a la hora de escribir la política no me sale. Sigo más lo que dijo Stendhal: La política es una piedra atada al cuello de la literatura", aclara.

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Hace unos años defendió encarecidamente casos como el de Cesare Battisti, un ex miembro de las Brigadas Rojas Italianas refugiado en Brasil, que provocó que incluso los servicios de inteligencia de Italia pincharan su teléfono móvil. "Cuando me pongo a escribir lo olvido todo, la historia, la arqueología y la política, pero es imposible que estas cosas no me afecten", comenta.

Aquellos días la llevaron a tal estado de rabia que en Un lugar incierto decidió escribir un amargo capítulo en el que criticaba duramente la corrupción en la justicia. Luego reconoce que se arrepintió: "No se puede escribir cuando uno está ofendido porque no salen las cosas", apostilla mientras termina su cigarrillo.

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Por eso prefiere escribir con tranquilidad en su casa de París y siempre por las noches. Por aquello del biorritmo, pero también porque es cuando tiene tiempo libre. "Ahora hay muchas más mujeres escribiendo género negro, pero también sé que son muchas las que dejan de escribir cuando llegan a cierta edad, mientras que los hombres siguen escribiendo", señala.

Ahí sí que se pone reivindicativa: "Ahora las mujeres tenemos que ocuparnos de la casa, de los hijos y de la profesión. Durante mucho tiempo yo sólo pude escribir en vacaciones", asegura para constatar que aquel Mayo del 68 no fue ninguna broma: "Definitivamente, mató a las mujeres. Ahí nos equivocamos".

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