Otro fotógrafo catalán fuera de Catalunya
El ministerio quiere comprar el archivo de Oriol Maspons y el MACBA negocia hace meses el fondo clave de Barcelona
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Hace frío en este bajo. Es profundo y oscuro, hay varias estancias y el suelo se pega a las suelas. En uno de los cuartos hay colchones amontonados, en otro un gran equipo de música. Suena jazz a todo trapo y el estudio se calienta con dos estufas de butano móviles. Huele a perro encerrado, gas y algo a añejo, quizás los químicos de las películas caducadas. Hay que venir abrigado porque la humedad come los huesos. Al final del pasillo, una puerta da paso a la plataforma con grandes focos cabizbajos y un atrezo ajado. Todo está como se debió dejar hace años, con la última producción. A la derecha, un gran armario azul metálico en el que se amontonan equipos y aperos fotográficos. Incluso el pequeño camerino para las modelos conserva todavía ropa de entonces, colgada en el burro, un set de maquillaje seco y un gran espejo.
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La memoria se ha marchitado en este lugar que da a una de las estrechas calles del barrio barcelonés de Gràcia. Desde fuera nada indica el tesoro que se conserva tras esa puerta de cristal, junto al portal número 10. Sólo en el tirador aparece un santo y seña: "Oriol Maspons. Fotograf", en una tipografía de hace al menos 40 años, cuando la fotografía aún daba para vivir bien y por el estudio de Oriol pasaban las mejores modelos y la alta y baja estofa de la ciudad. Max se entretiene olisqueando los bajos de las visitas, que rara vez aterrizan por acá. El perro avisa a Oriol si llegan cartas.
"Si puedo, me gustaría ayudarle", cuenta Sergi Centelles
Abre un cajón que dice Índice. Aparece una ficha, al azar: escrito a mano, "1968", retrato de "Guillermo Timoner" y una clasificación que responde al orden que siguen las tripas del resto de los cajones, que ocupan una pared entera de arriba abajo. Es una inmensa montaña de madera con cinco décadas de instantáneas de Barcelona y de Ibiza, sobre todo. El armario gigante está empotrado en un cuartucho, iluminado por los pelos. No sabe cuántos negativos puede haber en cada uno de los cajones, pero reconoce que por él han pasado manos que se han ido llevando trabajos.
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El Ministerio de Cultura vuelve a mover ficha ante un archivo al borde de la extinción. Fuentes cercanas a la Dirección General de Archivos han confirmado a este periódico las negociaciones con el entorno familiar del fotógrafo para recoger todo ese material en un lugar apropiado para la conservación de los negativos.
Las mismas fuentes a las que ha tenido acceso Público señalan que actuarán con precaución para evitar una polémica similar a la que se fraguó con el fondo gráfico de Agustí Centelles. "Es parte de la memoria de este país y hay que protegerla por ley para todos los ciudadanos", apuntan.
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Sin embargo, no son los únicos interesados en el archivo fotográfico. El MACBA lleva meses negociando con la familia y el propio fotógrafo, mucho antes de que saltara la liebre de Centelles. "Sí, estamos hablando con ellos, pero todavía estamos determinando cuál sería la relación de sus fotografías con el museo", reconoce Bartomeu Marí, director de la institución. El trabajo de Maspons es importantísimo para esta ciudad y debe tener un papel fundamental en el museo". El único inconveniente es que no están en situación de comprar.
No quiere avanzar más Marí y prefiere mostrarse cauteloso. Pero la fórmula que apunta ya le falló hace diez años a David Balsells, responsable de fotografía del Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), y amigo íntimo de Maspons. Balcells ofreció al fotógrafo hacerse cargo de la conservación de todo ese material. "Maspons aceptó, pero a su entorno familiar no le interesó", reconoce el experto. "Ahora todo el mundo te ofrece no comprar, sino depositar"cuenta Oriol Maspons. "Un día Balsells me ofreció depositar sin pagar un duro por el archivo y mi mujer se cabreó", y ríe con picardía. Abre otro cajón y no hay nada: "Los contactos desaparecen, la gente se los lleva. Yo no sé qué cojones pasa".
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"Negociamos desde hace meses con la familia", dice Marí, director del MACBA
La oferta consistía en una donación por la que el fotógrafo no recibiría dinero. Él mantenía los derechos de autor y ellos se encargaban de conservarlos. Fue un gesto generoso porque el MNAC no se dedica a la conservación de archivos, sólo a la exhibición de obras realizadas. "Habría supuesto un cambio en nuestra línea de actuación porque un archivo de estas dimensiones para mantenerlo vivo requiere una infraestructura al estilo de Magnum. Era una inversión para la que no estábamos capacitados", explica Balsells.
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"La importancia de Maspons es indudable. Si puedo, me gustaría ayudarle", cuenta Sergi Centelles, el hijo del fotógrafo Agustí Centelles, que ha quedado en pasarse por el estudio del barrio de Gràcia la semana que viene. Todavía no lo conoce. Balsells, que lo ha visitado durante un año entero, reconoce que el archivo vive desde hace tiempo en el caos. Es decir, que necesita de un esfuerzo extraordinario: "Yo ya no lo he vuelto a intentar después del poco éxito que tuve". Cuenta cómo al amable Maspons ya sólo le interesa la compañía y la buena conversación. "Tiene un desinterés absoluto por su archivo, pero su entorno familiar no", cuenta el responsable del MNAC.
El volumen de negativos supera con mucho al trabajo de Centelles; Maspons ha trabajado durante más de 50 años ininterrumpidamente. "Los negativos no pueden tener cotización, no tienen un valor claro", explica Balsells ante la posibilidad de tener que repetir una operación de 700.000 euros, como la que se cerró con los Centelles. Maspons ya vendió en su día una parte de su archivo al Colegio de Arquitectos de Barcelona y otra a la Fundación Gala-Dalí, todo lo relacionado con el artista. "Era un tipo cachondo y muy conversador", se ríe Maspons.
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"Me ofrecieron donarlo, sin cobrar un duro, y mi mujer se cabreó"
Lo que no esperaba este fotógrafo mítico de la ciudad condal es que quieran jubilarlo con 81 años. Estos días se le ha agriado el gesto porque la revista Matador ha dedicado su número anual a su ciudad, la que fotografía desde hace 60 años, pero no le han llamado para formar parte de los elegidos. Está dolido, dice, y le va a mandar al director de la prestigiosa revista una copia de un currículo "moderado", en el que aparece bien alto y claro que el MoMA le compró fotografías en la década de los cincuenta; que conoció a Henri Cartier-Bresson, Robert Doisneau y Brassai durante su año y medio en París; que fue uno de los fundadores del prestigioso grupo AFAL, con el que se reinventó la manera de usar la cámara en este país; que ilustró, por encargo de Carlos Barral, las portadas de los primeros tiempos de Seix Barral, como las novelas de Marsé; y que todavía no ha sido galardonado con el Premio Nacional de Fotografía, pese a haber sido el maestro de otros que ya lo tienen.
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En principio a Salamanca no podría ir, porque él empieza a fotografiar después de la Guerra Civil. "El archivo de Maspons está tan vinculado al paíscomo al de la ciudad. De hecho, el Estado también podría comprarlo y dejarlo en Catalunya". En Catalunya no hay tantos archivos que se puedan hacer cargo de él, pero cuenta con las instalaciones, inauguradas hace cuatro años, del Archivo Nacional de Catalunya y las del Archivo Histórico de Barcelona.
Maspons: "Ahora todo el mundo te ofrece quedárselo sin comprar"
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Jordi Cercs es el director de este último y recuerda que estuvieron en el estudio hace menos de un año, "pero sólo para conocerlo". Explica que el Archivo Histórico de Barcelona sólo puede recibir material en calidad de cesión, nunca de compra. Ha habido alguna excepción, como parte del archivo de la fotógrafa Colita. Precisamente, sobre la mesa de luz apagada de Maspons hay una foto en la que aparece el fotógrafo estrenando su primera Vespa con ella "de paquete". Otra de sus alumnas. "No tenemos presupuesto para comprar archivos. Si no hay una voluntad expresa de donación, entendemos que no están interesados", dice Cercs, que señala el notable interés para la ciudad y para Catalunya del fondo Maspons.
La responsable técnica de fotografía del Archivo Nacional de Catalunya, Merche Fernández, observa que lo importante es que se conserve, no quien lo tenga, "aunque lo ideal sería que se conservara en el lugar en el que se ha creado, Catalunya". Desde su departamento tampoco han tratado de hacerse con el archivo, pero desconoce si hay algún otro tipo de trato.
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Maestros insignes
“Henri Cartier-Bresson era un tipo seco y serio, pero se acercó junto con Brassai a conocer nuestro trabajo. Éramos unos aficionados, en el Club 30x40”, recuerda Oriol, que llegó a París en 1955 y colaboró en varias revistas de la ciudad como ‘Paris Match’, ‘Elle’ y ‘Boccaccio’.
Portadas para Barral
Recuerda con mucho cariño las fotos que hizo para Óscar Tusquets sobre arquitectura gótica y las portadas que le encargó Carlos Barral para Seix Barral, porque le obligaba a contactar con los autores de los libros. “A mí me divertía mucho, pero no me pagaban mucho, unas 30.000 o 40.000 pelas por portada”.
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La censura es buena
“La censura era buena en aquellos años. La censura es mucho más divertida que la tolerancia”, dice entre risas. Tuvo que combatirla como participante del grupo Afal (la revista en la que se publicó la obra de los más notables representantes del realismo documental de los cincuenta y sesenta), en el que también estaban Gabriel Cualladó, Carlos Pérez Siquier, Ricard Terré, Leopoldo Pomés, Paco Gómez o Ramón Masats, entre otros.
Sus mujeres
“Yo me hice fotógrafo para ligar”, reconoce Maspons, que se enfada al pensar que hay quien cree que ya no cuenta. “No me siento jubilado, cojones. Ahora tengo dos novias, una formalita y otra que sólo quiere sexo; aparte estoy casado como Dios manda. No me separaré de ella nunca. Tiene 20 años menos que yo”. Su inspiración es la mujer, pero una mujer muy concreta: “A mí, las fotos de Alberto García-Alix me gustan, pero sus tías no. Las mías son honradas, las suyas son unas zurriputipuercas”. Comenta, con un montón de copias de hace años entre las manos, que las prefiere formales.