Este artículo se publicó hace 13 años.
Fina entre los mayores
El 28 de abril de 2011, el mismo día en que cumple 88 años, Fina García Marruz ha obtenido el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. ¿Casualidad, azar, u otra de esas transfiguraciones de la realidad de las que tanto sabe Fina? "Yo veía desde el cuarto interior, ropa tendida / Y escribía: los mirlos pasan cantando", dice en uno de sus poemas. Y es que una de las cualidades de la escritura de Fina García Marruz es la de hacer brillar lo menor, la de convertir lo cotidiano, y olvidable, en algo mágico.
Escondida en medio de los grandes poetas del grupo Orígenes, Lezama, Baquero, Diego, Vitier, Virgilio Piñera, mucho tiempo ha tenido que pasar para que la obra de Fina García Marruz fuera conocida y reconocida fuera de Cuba. Aunque tampoco ella se esforzó demasiado en que la vieran; al contrario, a lo largo de su vida apenas ha concedido entrevistas, siempre rehuyó las luces, las cámaras, las fotos; prefirió, como muchas mujeres, permanecer en segundo plano, y que Cintio Vitier, su esposo, recibiera la gloria.
Ella hace brillar lo menor, convierte lo cotidiano y olvidable en mágico
Una vez dijo María Zambrano que Fina escribía sin romper el silencio, y esa frase es aplicable no sólo a su poesía sino a la propia actitud de Fina ante la escritura. Muchos ignoran todavía, por ejemplo, que es también una gran ensayista y pocos han leído sus espléndidos trabajos sobre Quevedo, sobre Bécquer, sobre Sor Juana, sobre José Martí.
"Paraje oscuro con la luz al fondo", llama Fina Gacía Marruz a la poesía, y este premio que ella recibe hoy trae un poco de esa luz, una luz que viene a alumbrar su obra y a reconocerla como una de las grandes poetas de la lengua española y probablemente como el mayor poeta cubano vivo. En uno de sus más hermosos poemas, Ya yo también estoy entre los otros, Fina García Marruz nos habla del asombro, de ese sorprenderse entre "los mayores de edad, los melacólicos". Ahora, seguramente, con su humildad habitual, ella se habrá sorprendido también de encontrarse entre esos otros "mayores", entre los grandes poetas.
Pero sus lectores, los que hemos leído sus obras, los que hemos seguido sus miradas sobre la infancia, sobre el pasado y sobre la memoria, sabemos que está allí donde le corresponde. Sabemos que su poesía es como esa casa que ella describe en su bello poema dedicado a Darío, En Metapa: una casa pobre, una cuna humilde, pero "de mimbre, bien tejida, cálida como un huevo", que parece que va a salir a navegar; y que, de pronto, casi cuando ya te vas, te fijas en su forma, y entonces la ves, la descubres: "Trabajada, elegante", como "un cisne". Enhorabuena a Fina y a los lectores.
Ella se ha esforzado en que no se la viera demasiado, huyendo de luces y cámaras
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