Este artículo se publicó hace 15 años.
Fiesta, sexo, drogas y muchas mentiras
Albacete y Menkes retratan a una juventud que vive al límite
Mentiras y gordas es una película de intenciones declaradas, desde el cartel promocional al discurso de uno de los productores, Gerardo Herrero: "Ha costado mucho financiarla. A ver si el público reacciona". Rodada en la Ciudad de la Luz, la última cinta de Alfonso Albacete y David Menkes directores de Más que amor, frenesí; Sobreviviré y Entre vivir y soñar tira de un reparto tan mediático que resulta inevitable pensar en una operación de marketing para hacer caja.
La respuesta se empezará a ver el viernes, día del estreno, aunque la expectación del público más joven está casi garantizada. Rostros tan televisivos como Ana de Armas, Yon González (El Internado), Ana Polvorosa (Aída), Mario Casas (Los hombres de Paco) y Maxi Iglesias (Física y química) integran un reparto en el que Hugo Silva y Alejo Saura aparecen como veteranos en calidad de colaboraciones especiales.
El filme cuyos directores defienden como "una película de personajes", alejándola del cliché generacional dibuja a unos jóvenes que viven instalados en la fiesta, el sexo y las drogas. "Mentiras y gordas plantea lo que pasa cuando, para poder sobrevivir, creas una mentira y acabas creyéndotela", explicó Silva.
Vía crucis nocturno"La película (escrita en colaboración con Ángeles González-Sinde) habla de la mentira a través de la verdad", resume Albacete. Y lo hace desde el minuto uno hasta el final, con un tema de Fangoria como prólogo y epílogo que encierra el filme en un círculo casi perfecto. Porque, además de entretener con diálogos certeros, Mentiras y gordas plantea imágenes interesantes como la comunión en masa, el martirio o la Piedad contextualizadas en clave de rave.
"Hemos tomado la iconografía del Barroco de Francisco Salzillo y de artistas jóvenes", refiere Albacete. Una pista que abre la puerta a los Condenados del fotógrafo Germán Gómez, influencia aún más clara en la homoerótica que domina al personaje principal, Toni, interpretado por Mario Casas. Aunque los directores se lavan las manos a la hora de equiparar la cinta a un manifiesto: "No formulamos críticas. Mostramos la carga de la religión católica en lo relativo a la culpabilidad, que es algo que todavía está ahí. Hay gente que tiene problemas con su sexualidad".
El título de la cinta sólo puede leerse con propiedad tras descubrir la historia de Toni. Es entonces cuando el espectador percibe un tufo a mensaje moralizante. Una sensación alimentada por las declaraciones del actor Yon González, quien estima "estupendo que se vea todo eso [drogas y sexo] para que el espectador reflexione sobre la realidad que existe". Sin embargo, la moraleja "no es algo buscado ni pretendido", asegura Menkes.
Si no fuera por el miedo de sus directores a presentarla como lo que realmente es una comedia agridulce sobre postadolescentes Mentiras y gordas podría ser un digno exponente de un cine eternamente en mantillas en España; frente a mercados como Italia o EEUU, en los que el género se revitaliza cada año y tiene un público asegurado. "Que se hagan películas para jóvenes depende del público, pero aquí no hemos pretendido hablar de jóvenes sino de personajes", dice Albacete, por si alguien todavía lo duda.
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