Festival del Cine por Mujeres de Madrid 'Amor mío, ayúdame': miseria y grandeza de la sociedad italiana de la posguerra en el cine
El Festival del Cine por Mujeres de Madrid anuncia su V edición, del 25 de octubre al 6 de noviembre. Vuelve como una de las 20 sedes presenciales el Instituto Italiano de Cultura. Repasamos las obras de directoras y actrices que hicieron grande el cine italiano.
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madrid, Actualizado:
No confíen mucho en la mitología cinematográfica de la mujer italiana apasionada y pasional: la realidad supera con creces la ficción. Si nos detenemos en la tradición del cine italiano del pasado siglo y en sus protagonistas más emblemáticas, descubriremos entonces un volcán a punto de eructar toda la rabia de siglos y el resentimiento de enteras generaciones de hijas, madres y abuelas.
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"Canto por quien no tiene suerte, canto por mí, canto por rabia hacia esta luna", son las letras que acompañan una de las mejores películas italianas: Film de amor y de anarquía (1973) de la directora Lina Wertmüller, e interpretada por la famosa pareja de actores compuesta por Mariangela Melato y Giancarlo Giannini.
Antonio (Giancarlo Giannini) es un joven campesino anarquista del norte de Italia enviado a Roma para asesinar a Mussolini. Salomé (Mariangela Melato) es una prostituta comunista que se une a la causa ofreciendo refugio al futuro héroe de la resistencia. Entre cúpulas y cupulitas, estatuas ecuestres y capiteles grecorromanos, ahí donde el sol ardiente de la capital abrasa los ángulos más recónditos de las antiguas ruinas, el dictador tiene los días contados.
Lina Wertmüller reproduce el corazón pulsante de un país donde la bravuconería del macho italiano, la vulgaridad del fascismo y el calvario de la pobreza son los elementos más visibles de una sociedad enferma. Pero, a pesar de la tremenda afección, queda abundante espacio para las pasiones más nobles y los impulsos más genuinos.
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Madonna y puta
Antes de que la ley Merlin del 58 cerrara definitivamente los prostíbulos, las casas de tolerancia eran pequeños mundos que acogían y embellecían las fealdades de afuera
Antes de que la ley Merlin del 58 cerrara definitivamente los prostíbulos, las casas de tolerancia eran pequeños mundos que acogían y embellecían las fealdades de afuera. Edificios "basados en tres pilares fundamentales: la Fe Católica, la Patria y la Familia. Porque era en los llamados prostíbulos donde estas tres instituciones encontraban la garantía más segura", escribirá Indro Montanelli.
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Lina Wertmüller reproduce a la perfección ese universo hecho por cabellos voluminosos, enaguas de satén color carne, rostros cuidadosamente maquillados con lápiz negro y polvo blanco. Los pechos róseos y abundantes que esperan en el vestíbulo al comendador de turno, mientras Antonio, con la cara quemada por el sol y el pelo seco como espigas de trigo, se prepara para matar al Duce.
Cuando la joven prostituta Tripolina (Lina Polito) se enamora correspondida de Antonio, hará de todo para que el plano fracase. Pero Salomé es inamovible: "¿Qué pasaría si en la guerra todas las madres y novias se pararan frente a la puerta para detener a los soldados?", pregunta a la amiga. Tripolina responde furiosa: "¿Y por qué no? ¿Por la Historia? ¿Por la Justicia? Luchamos desde que existe el mundo, ¿y dónde está toda esta justicia? ¡Solo los muertos están, bajo tierra!".
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Mariangela Melato (Salomé) y Lina Polito (Tripolina) tendrán que elegir entre el ideal político y el amor. Y no habrá duda, ninguna vacilación ni vergüenza alguna, porque el heroísmo es algo que pertenece a los muertos, mientras que los vivos tienen sentimientos. Salomé entiende que el joven cayó "en la política como una mosca en el vaso"; "me cago de miedo, ¿entiendes?", le confiesa Antonio. El desespero carga la película de una tensión dramática que no deja espacio para la risa.
'Amor mío, ayúdame'
Será con Monica Vitti cuando se abrirá la temporada de la típica commedia all'italiana, gracias también a actores del calibre de Alberto Sordi, Ugo Tognazzi, Giulietta Masina y la misma Mariangela Melato, entre otros, que contarán una Italia distinta de la precedente. En Amor mío, ayúdame (1969), interpretada por Monica Vitti y Alberto Sordi –quien la dirige también– es la alta burguesía romana la que va a ser el foco de análisis despiadado e irónico.
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A lo largo de su carrera Monica Vitti siguió siendo fiel a la imagen más realista de la mujer italiana pequeñoburguesa de la posguerra
Cuando en el periódico sale la noticia de que una mujer ha sido asesinada por su marido mientras caminaba por el parque con el amante, Giovanni (Alberto Sordi) y Raffaella (Monica Vitti) empiezan a discutir sobre matrimonio. "¿Qué crees que tenía que hacer ella, pobrecita?", pregunta Raffaella mientras Giovanni contesta: "¿Pero cómo pobrecita? Tenía que ser mucho más sincera y contárselo todo a su marido". "¿Y tú crees que es fácil decirle al marido: amo a otro hombre?". Giovanni sonríe como si el comentario de su esposa fuera un disparate: "Mi amor, si entre marido y mujer hubiera más confianza y sinceridad, ¿cuántas tragedias se podrían evitar?".
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Raffaella no está del todo convencida, quiere saber cómo habría actuado Giovanni. "Muy simple", responde él, "habría dicho: querida Raffaella, ¿has perdido la cabeza por ese joven? Bien: encuéntralo, conócelo mejor. Si es solo un enamoramiento terminará, si en cambio estás realmente enamorada, no importa, ve con él y amigos como antes". La mujer se siente por fin mucho más confiada por el ejemplo de civilización del cónyuge, puede ahora confesarle su ardiente pasión por el amigo, pero la reacción del hombre no será la esperada.
A lo largo de su carrera, Monica Vitti siguió siendo fiel a la imagen más realista de la mujer italiana pequeñoburguesa de la posguerra. Matizando sus penas, sus contradicciones y defectos a través de una ironía desgarradora y una comicidad capaz de alejarse de los más vulgares estereotipos. A partir de los años 70, cuando el contexto político se tiñe nuevamente de sangre, habrá cada vez menos espacio para la carcajada sin descanso. Bastará con ver otra película protagonizada por Monica Vitti y Alberto Sordi, Sé que sabes lo que sé (1982), para darse cuenta de que una mueca estremecedora ha deshecho el maquillaje de los payasos más famosos de Italia.