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Exposiciones El legado desafiante y lascivo de Lee Lozano se apodera del Reina Sofía

Bajo el título 'Forzar la máquina', la exposición, que se inaugura este miércoles, se compone de alrededor 150 obras realizadas entre 1960 y 1972 y que muestran la evolución de esta artista contracultural norteamericana.

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Imagen de la exposición que alberga el Reina Sofía desde este miércoles sobre Lee Lozano / EFE

madrid,

La pulsión erótica ligada a la filosofía de Marcuse, el interés por la ciencia y la energía y la fusión del arte con su propia vida definieron la corta pero intensa trayectoria de Lee Lozano, una artista pionera y díscola a la que el Museo Reina Sofía dedicará la primera retrospectiva en España.

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Bajo el título Forzar la máquina, la exposición que se inaugura este miércoles al público se compone de alrededor de 150 obras -pinturas y dibujos- realizadas entre 1960 y 1972 y que muestran la evolución de esta artista contracultural norteamericana desde la figuración más salvaje a la abstracción y el conceptualismo.

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Lozano (New Jersey 1930-Dallas 1999) fue una artista reconocida en su época pero hoy "injustamente olvidada", ha asegurado en rueda de prensa el director del museo, Manuel Borja-Villel, que compara a Lozano con Duchamp, tanto por su interés por la máquina y el deseo como por su evolución hacia el desencanto y el abandono del arte.

Las primeras obras de Lozano, influidas por el Monster Roster Group de Chicago (Leon Golub, Nancy Spero, Oldenburg) combinan la frenética pincelada de los expresionistas abstractos con referencias a las viñetas, motivos sexuales, un sarcasmo y una agresividad que se adelantan a la explosión del punk.

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Muchas de esas pinturas exhiben "el cuerpo fragmentado como expresión de una sexualidad visceral y corrosiva que opera una máquina órgano en forma autosuficiente", en palabras de Teresa Velázquez, comisaria de la exposición que ha exigido cuatro años de preparación.

Bocas con amplias sonrisas y dentaduras afiladas, penes erectos, pechos se incrustan en aviones, pistolas, enchufes o martillos, formando una especie de "máquinas deseantes" en un mundo disfuncional donde el placer pierde todo propósito.

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El año 1964 marca un punto de inflexión en su trayectoria, hacia el minimalismo y la gravedad. Los lienzos se agrandan y son ocupados por detalles ampliados de utensilios industriales -martillos, tuercas, grapadoras- que sobrepasan los límites del cuadro.

La frialdad de lo mecánico anuncia el giro hacia la abstracción que se confirma en la segunda mitad de la década. La artista utiliza colores para provocar emociones y reflexiona sobre "las pinturas de energía" en obras como "Big Circle".

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Su trabajo en esta etapa se centra en la espacialidad y en la búsqueda de la cuarta dimensión a través de rigurosos cálculos matemáticos.

El recorrido concluye en una sala con iluminación muy tenue que contiene sus "Wave Series", un conjunto de once pinturas ejecutadas bajo un estado de conciencia alterada, cada una de las cuales representa una onda electromagnética.

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La presentación de esta serie en el Whitney Museum de Nueva York en 1970 fue el punto más álgido de su carrera, todo un logro para una mujer artista en esa época y lugar.

En paralelo a los primeros bocetos de esa serie, Lozano empezó a documentar acciones cotidianas y pensamientos en sus cuadernos privados, que también forman parte de la exhibición y muestran hasta qué punto arte, vida y experimentación llegan a ser una misma cosa para ella.

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"Empezar a vivir de manera más aleatoria. Acabar con los horarios. Dormir, comer, arreglarse, tomar vitaminas, etc. de manera irregular para desarrollar resistencia a la creación de hábitos, para que la vida sea más interesante y flexible", escribe en una de las páginas.

La experimentación conceptual y performativa le llevó a producir una serie de obras llamadas Piezas consistentes en textos manuscritos que parten del seguimiento de instrucciones autoimpuestas y que derivan en Dropout Piece, la pieza de la deserción, su último trabajo antes de desaparecer del mundo del arte.

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