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"Europa no puede sobrevivir sin una inversión en inteligencia"

Gilles Lipovetsky, filósofo. El francés apunta a la educación y la creación como armas para superar los problemas de una sociedad desorientada

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El mundo no está abocado al precicipio. La lección que uno extrae cuando conversa con el filósofo francés Gilles Lipovetsky (París, 1944) es que aún hay margen para el sueño y el cambio. ¿Las armas? La educación y la inversión en la creación. Como dice en su último ensayo La cultura-mundo (Anagrama), escrito junto a Jean Serroy, la globalización también puede ser positiva. Lipovetsky, que ayer pasó por Madrid para dar una conferencia sobre la moda, gesticula mucho, se emociona cuando habla. Convence.

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De La era del vacío', su primer ensayo, publicado en 1983, a La cultura- mundo', ¿cómo observa usted los cambios en nuestra sociedad?

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Los cambios son profundos, pero a la vez están en continuidad. En La era del vacío ya había notado un primer individualismo, y todo lo que ha pasado después, como la irrupción del capitalismo como único sistema y la popularización de las tecnologías, ha hecho que se acentuara esta dinámica. Se ha creado una economía con mucha competitividad, flexibilidad y mucho paro. Y eso ha provocado en la gente una gran ansiedad. Esta es la ansiedad del futuro. La segunda ansiedad es la ecología y la tercera, que no existía en los ochenta, es todo lo relacionado con los temas de salud.

Además de esa ansiedad, según usted, estos cambios también nos han vuelto más tristes. Cuanto más tenemos, más infelices. ¿No debería ser al revés?

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Es lo que yo llamo hipermodernidad. En las sociedades modernas existía la esperanza de otro mundo. La gente vivía mal pero había un sueño: el del progreso. El sueño de cambiar el mundo. Ahora eso ha desaparecido. Sabemos que mañana siempre habrá un mercado, empresas en competición y mucha inestabilidad.

¿Hay razones para soñar en un mundo mejor con la globalización?

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Para los europeos no, pero el sueño lo tienen ahora los árabes y los asiáticos. Porque estos habitantes creen que las cosas van a ir mejor para ellos. Y esto es muy importante. Yo fui muy criticado porque era demasiado optimista con respecto a la cultura global. Me hablaban del terrorismo y el islamismo fundamentalista en Irán. Pero ahora me doy cuenta de que, en un mes y tres semanas, lo global tiene efectos muy positivos. No hay más que fijarnos en Túnez, Egipto y Libia. Y no sabemos dónde se va a parar. Puede ser que después haya muchos problemas, pero esa cultura planetaria, de la que se dice que nos aliena, nos hace tontos, ha creado un deseo de democracia y libertad en sociedad donde no la tenían.

Aparte de la globalización, ahora también tenemos internet y las redes sociales, que están rompiendo la barrera de lo privado y lo público. ¿Qué consecuencias puede traer para el ser humano la pérdida de privacidad?

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Es un problema que ya tuvimos con Wikileaks. La democracia valora la transparencia, pero también está el problema del límite. ¿Revelarlo todo está bien? Probablemente, no. En efecto, cada vez más, hay una erosión de lo que es lo privado y lo público, porque las nuevas tecnologías lo permiten. El jefe de Facebook [Mark Zuckerberg] dice que las generaciones de antes tenían el culto del secreto para la vida privada, pero que ahora las nuevas generaciones hablan de sus novios en la red y todo el mundo sabe todo. Yo no creo en esto. Un chico americano se suicidó hace poco porque se dijo en Facebook que era gay, y él no quería que se supiera. Todos tenemos nuestro jardín secreto. Esto quiere decir que la vida secreta está amenazada.

El modisto John Galliano ha sido despedido por unos comentarios antisemitas. A pesar de ser emitidos en privado, se pudieron ver en YouTube. ¿Le parece correcto lo que ha hecho Dior?

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Sí, me parece bien que le hayan despedido. Porque no es un juicio de valor sino que entra en la lógica de la cultura global. Hoy una marca no son sólo productos, sino comunicación, una imagen. Y en un mundo de comunicación es extremadamente peligroso considerar que Galliano es sólo un modisto que hace vestidos. Las palabras son importantes, porque son una imagen. En el mundo de la comunicación las marcas son globales. EEUU es el mercado con mayor grupo de presión judío. Estos habrían hecho una campaña de boicot a Dior y no sé si se hubiera recuperado. Esto también es la cultura global.

Antes decía que en Europa hemos perdido los sueños. ¿Por qué ha fracasado el proyecto socialdemócrata y hemos llegado a esta situación?

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Porque desde los años ochenta el mundo es cada vez más liberal y ha tenido esa especie de locura de pensar que el mercado era la respuesta para todo. Que lo eficaz era dejar a los actores libres. Por eso se impusieron medidas de desregulación. La socialdemocracia consistía en poner reglas al mercado, pero desde los ochenta han hecho lo contrario. Para mí es una locura, como pudimos ver con la crisis de las subprimes de 2008. El mercado, completamente libre, nos ha puesto al filo del abismo. Creo que hacen faltas reglas.

¿Qué alternativa tenemos?

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Las alternativas son, por un lado, las corrientes ecologistas que nos dicen que nos vamos al precipicio porque el planeta no podrá aguantar nuestro ritmo cuando tengamos un millón más de consumidores. Pero esta es la lectura pesimista. Son los que llaman al decrecimiento, a la reducción del consumo. Yo, sin embargo, no creo en esto.

La lectura de que vamos al abismo y todo va a peor ha calado bastante. De hecho, hay mucho escepticismo entre los votantes.

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Hablamos de una sociedad de desafío porque ya no hay opciones que nos den un sueño o una promesa de algo distinto. La gente ya no se lo cree. La derecha, la izquierda existen, pero en economía no hay diferencias. Zapatero ha hecho una política muy parecida a alguien de derechas. Pero la cuestión es que ahora hay problemas mundiales. Los estados nacionales ya no tienen margen de maniobra y cuando tienes una crisis mundial, ¿qué haces? Estás obligado. Y ese es el problema: la política ya no cambia nada. Es la globalización la que crea esta situación. Ya no hay ideología que te prometa un cambio. Y por tanto es normal que los electores no sean entusiastas.

Entonces, de esta cultura global, ¿podemos tener una lectura optimista o pesimista?

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Ni optimista ni pesimista porque está ahí. Lo que hay que hacer es reinventar la dimensión del futuro. Esto significa que los estados europeos pongan dinero en la escuela, en el saber. Porque en Europa no podemos sobrevivir sin una inversión en inteligencia. Sólo así podremos resolver los problemas que se nos plantean. Porque estos no se resuelven diciendo a la gente que no compre coches. La gente quiere tener confort. Tenemos que invertir en las herramientas que permitirán a los hombres encontrar soluciones. E invertir en esas herramientas es la ciencia y la técnica. Son las universidades, la formación.

Pero esa inversión conlleva un peligro que estamos viendo ahora: la mercantilización de la educación.

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Sí, sí. Pero aquí todavía tenemos margen para hacer cosas, aunque exista esa mercantilización. No podemos luchar contra el sistema mundial de finanzas, pero con el arma del presupuesto del estado podemos ayudar a ciertos sectores. En Europa no debemos bajar los brazos sino tener las mejores universidades del mundo. Y esto es posible. Una de las fuerzas de EEUU es que sólo tienen un idioma, el inglés. En Europa no tenemos esto, pero tenemos que hacer esfuerzos para las élites y los estudiantes de alto nivel. ¿Por qué un médico que tiene un título español o italiano no puede trabajar en Francia? Necesitamos sistemas escolares con una mayor movilidad. Ese es el futuro.

Antes decía que no creía en el discurso de los ecologistas. ¿En cuál cree usted?

Estamos ciegos con ese discurso. Los ecologistas nos dicen que todo es un desastre porque la técnica y el capitalismo arruinan el planeta, y que la solución es que todo el mundo deje de consumir. Esto no es creíble. Tenemos que tener un discurso ofensivo, y no siempre, menos, menos, menos, sino buscar soluciones. La humanidad siempre ha resuelto sus problemas inventando. Es la creación y no la abstinencia la que da soluciones.

¿Usted se siente escuchado?

No lo sé. Cada uno debe decir lo que cree y aportar cosas al debate colectivo para que la gente no vaya en malas direcciones. Eso es política. Yo no soy pesimista porque creo en la inteligencia de los hombres. Y la única cosa que cambia nuestras vidas no es ya la política, sino las nuevas tecnologías.

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