El estúpido exterminador
Las memorias de Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz, se reeditan en España 30 años después
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La filósofa alemana y judía Hannah Arendt ya acuñó, a propósito de su estudio sobre el nazi Adolf Eichmann, el concepto sobre la banalidad del mal. Una idea la estupidez moral aplicable a Rudolf Höss, quien fue comandante del campo de exterminio de Auschwitz. Ediciones B acaba de publicar sus memorias. Hacía 30 años que no se reeditaban en el mercado español.
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No hay ningún tipo de palabras sobre el perdón o el arrepentimiento en todo el texto. La escritura de su autobiografía fue un castigo impuesto a Höss por sus captores británicos mientras aguardaba la horca en una cárcel de Cracovia en 1946.
"Mi horizonte no era lo bastante amplio para juzgar el exterminio"
Como destaca Primo Levi, autor del prólogo del libro, se asiste a un relato "lleno de infamias, donde su autor, a pesar de sus esfuerzos por defenderse, aparece tal cual es: un canalla estúpido".
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Höss se presenta como un idiota, un funcionario del Reich que no le llegaba a la alturade los zapatos a los verdaderos malos —Himmler, Goebbels y Hitler—, pero que apretaba el gatillo.
Rudolf Höss nació en Baden-Baden en el año 1900. Sus padres eran muy católicos y a él le encaminaron hacia la carrera de sacerdote. Sin embargo, tras la pérdida de confianza en un cura de su colegio, decidió cambiar la Biblia por las armas y se alistó en el ejército durante la Primera Guerra Mundial. Ahí empezó a crecer el germen del nacionalismo alemán que, como confesó más tarde, le llevó a ser miembro del Partido Nacionalsocialista en 1922.
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"Considero que la cosmovisión o Weltanshauung del nacionalsocialismo es la única apropiada para la naturaleza del pueblo alemán", escribe. El veneno, ese amor sin fisuras por el führer que le llevó a estar una temporada en la cárcel en 1923, ya estaba inoculado en sus arterias. Sin discusión.
Su carrera dentro de las SS fue meteórica. En 1934, dos años después de que Hitler ganara las elecciones, fue nombrado jefe del campo de concentración de Dachau, a donde iban a parar los delincuentes, homosexuales —a los que Höss dedica bastantes páginas— y los que no pensaban como el partido nazi. Cuenta que le conmovían las ejecuciones, pero nunca hizo nada.
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Su gran ascenso llegó en 1939, cuando fue nombrado comandante de Auschwitz. Pronto Höss se dio cuenta de que aquello era diferente a todo lo anterior; sin embargo, no lo vio como el campo del horror: "Era el medio para obtener la mano de obra necesaria [para la guerra]", escribe. Höss se trasladó allí a vivir con su familia: su mujer y sus cinco hijos.
De aquellos tiempos, Höss relata, como si fuera un anodino informe, el penoso trato que recibían los capturados. Sobre todo las mujeres. "Sus condiciones eran infinitamente peores en lo que concierne al hacinamiento y las instalaciones sanitarias", apunta. Pero le quita importancia al indicar que cuando ellas "alcanzaban cierto nivel de deterioro, se abandonaban del todo".
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El punto caliente de las memorias llega cuando Höss recibe en 1941 la orden de la solución final: el exterminio de los judíos. Describe con una precisión fría y calculadora cómo se construyeron los crematorios, las cámaras de gas y las zanjas donde depositar los cadáveres. Cómo se hacía la selección. Cómo se mataba a niños aunque sus madres implorasen por su vida hasta el histerismo. Cómo, de forma casi casual, se dio con ese insecticida, el Cyclon B, que acabaría matando a millones de personas. "En Auschwitz, no había tiempo para aburrirse", escribe.
"Mi horizonte no era lo bastante amplio para permitirme elaborar un juicio personal sobre la necesidad de exterminar a los judíos", se escuda. "Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como yo ponerlo en duda", prosigue.
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Así que fue la doctrina. "Reconozco que el exterminio de los judíos fue un error, pero cuando se ha adoptado una idea hace 25 años, no se renuncia porque los dirigentes hayan cometido errores", escribe.
Höss nunca se ve como responsable. Matar era simplemente una orden provocada por la asunción de unas ideas en las que creía fuertemente. Pero este pensamiento no le sirvió de nada. Murió ahorcado en Auschwitz en 1947.
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1934
BlockFührer de Dachau. Höss aprende allí de Theodor Eicke las técnicas de trato inhumano a los presos.
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1938
Ayudante en el campo de Sachsenhausen. A pocos kilómetros de Berlín, se instaló este campo que alojó sobre todo a intelectuales y profesores.
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1939
Comandante de Auschwitz. Dirigió las ejecuciones y las aniquilaciones en las cámaras de gas de millones de judíos.
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1944
Director de la Oficina de Economía y Administración. Fue su último puesto antes de ser apresado por los británicos en 1946. Fue ahorcado en 1947.