Estreno de 'El contador de cartas' Paul Schrader manda al infierno a otra de sus almas perdidas
En 'El contador de cartas' –película magnífica, impactante y oscura- el cineasta vuelve a reflexionar sobre la culpa y la penitencia y a interrogarse sobre la posibilidad de redención, esta vez a través de la historia de un torturador de Abu Ghraib atormentado por su pasado.
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madrid, Actualizado:
"No creo que se pueda creer ya en nada". En 2018, el cineasta Paul Schrader, uno de los creadores más certeros, brillantes y, tal vez, sombríos de los últimos decenios, se confesó "definitivamente desesperanzado". Acababa de terminar El reverendo, donde reflexionaba sobre una cuestión inaplazable, el futuro de la humanidad y del planeta. Grandísima —y estremecedora— película que parecía que sería la última.
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La sorpresa llegó después de los meses más duros de la pandemia, cuando Schrader reapareció con una nueva obra. Instalado todavía, eso sí, en su acostumbrado fatalismo, el cineasta no ha tirado la toalla y aunque vuelve a empujarnos a los abismos de oscuridad y desánimo que tan bien domina, lo hace con una energía y un talento irrepetibles. El contador de cartas, que se estrenó en Venecia y con la que ganó el Premio al Mejor Guion en la Seminci, es la historia de otra de las almas perdidas de Schrader.
Esconderse de la vida
Protagonizada por Oscar Isaac, la película es una nueva incursión del cineasta en los tenebrosos territorios de la culpa y la penitencia, con la que vuelve una vez más a preguntarse por la posibilidad de redención. Es la historia de William Tell —el nombre real es William Tillich—, un exmilitar, torturador en la prisión de Abu Ghraib, que ha cumplido condena en prisión por sus crímenes y ahora vive como jugador profesional en el circuito norteamericano del póquer.
Afirmar que 'vive' es tal vez demasiado, porque este hombre, martirizado por el pasado, siente tanta vergüenza de sí mismo que en realidad lo que hace es esconderse de la vida. En la cárcel aprendió a contar cartas y ahora deja que pasen los días jugando partidas en casinos de carretera, lugares que se han convertido en su purgatorio personal. Un limbo en el que sobrevive hasta que aparece en su vida La Linda, una agente de jugadores, y Cirk, hijo de un ex soldado tan angustiado como él y que terminó suicidándose. Este le pide que le ayude a vengar a su padre, asesinando al comandante John Gordon, el veterano al frente de su unidad en Abu Ghraib.
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Un hombre con una máscara
Guionista de Taxi Driver y Toro salvaje, y autor de Mishima, Affliction o American gigoló, Paul Schrader se revuelve en el lodo de la masculinidad tóxica —definición de la que acostumbra a hacer bromas desde que un periodista le dijo que parecía el inventor del cine sobre ello— y lo hace con la complicidad de su amigo Martin Scorsese, que le acompaña en este proyecto como productor ejecutivo. Y en ese universo no hay muchos más camino para este personaje que el de la violencia.
"Creo que terminaré mi carrera con este tipo de películas, el tipo de películas con el que empecé, con Taxi Driver", escribió el director y guionista en las notas de producción de ‘el contador de cartas’, en las que aclara que "a lo largo de los años, he desarrollado un estilo propio para mis películas; suelen tratar de un hombre con una máscara que se siente solo, y la máscara es su ocupación. Puede ser taxista, traficante, gigoló o reverendo, y cojo a ese personaje y lo hago enfrentarse a un problema mayor, sea personal o social, como la crisis medioambiental de ‘El reverendo’. En esta historia, William Tell se encuentra solo con su máscara puesta, en este caso la de un jugador profesional de póquer, que resulta ser un antiguo torturador al servicio del gobierno de Estados Unidos".
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Universo deforme
Tiffany Haddish, Tye Sheridan y Willem Dafoe acompañan a Oscar Isaac en este viaje al horror, rodeado de una atmósfera y unos espacios premeditadamente feos, como lo son los casinos, los hoteles en los que duerme el personaje, la prisión… Lugares desagradables visualmente, tanto que para poder soportarlos, William Tell envuelve cada mueble de la habitación del hotel con sábanas blancas que lleva con él. Un pequeño respiro para tolerar la penitencia autoimpuesta.
Se trata del universo deforme de un alma torturada, que sueña cada noche con las atrocidades que cometió —"es la tortura de la memoria"— y con la que Paul Schrader insiste en su estudio sobre la culpa. "No hablo de la culpa en general, como la culpa cristiana, sino de un tipo de culpa más específico. ¿Y si alguien ha hecho algo por lo que no es capaz de perdonarse? Incluso ha cumplido sentencia en prisión, pero, aunque la sociedad lo haya absuelto, él mismo no es capaz de darse ese perdón. Ha cometido una brutalidad, y ahora vive en una especie de purgatorio. ¿Cómo se lidia con algo así?".