MADRID
Decenios después de ver Dumbo en el cine, millones de niños del planeta, hoy adultos pensando en su jubilación, no han podido desterrar de sus peores recuerdos de la infancia la congoja, el llanto desconsolado que les provocó la historia del elefantito de orejas gigantes separado cruelmente de su madre. Walt Disney comprendió perfectamente ya entonces que la explotación de la lágrima de inocentes criaturas podría ser un buen negocio.
Casi ochenta años después, y rodando obsesionados en una cadena imparable de remakes con voluntad de blockbusters, los ejecutivos del estudio americano resucitan al paquidermo más famoso del cine con idéntica intención. El Dumbo que nace ahora de la mano de Tim Burton se sacude la saña del original, pero sigue siendo un exprimidor de la ternura y una nueva producción de la última estrategia Disney: la de reanimar a sus ‘adorables’ personajes de animación y convertirlos en seres de carne y hueso en un renovado esfuerzo por conquistar el dólar.
La gallina de los huevos de oro
Burton le pone más sentido del humor y le envuelve de su mágico universo, no se aparta demasiado del original, pero transita por algunos senderos diferentes y deja un interesante mensaje de protección a los animales que, felizmente, calará en el público infantil. Todo ello con la complicidad de un divertido Dany DeVito, en el papel de Max Medici, el dueño del circo; el irlandés Colin Farrell como Holt Farrier, una estrella circense que regresa de la guerra; y Eva Green dando vida a una espectacular artista ‘aérea’ compañera del pequeño elefante en el número principal del espectáculo, Dreamland Dumbo.
El protagonista de la película original sufría –y hacía sufrir- trabajando bajo la lluvia, acosado por un abusón, humillado permanentemente y sin mamá. El nuevo Dumbo, una creación por ordenador rematada con unos ‘ojos pura emoción’, se revela, seguramente sin voluntad de hacerlo, como la mejor alegoría de la realidad Disney. El elefante que salvó de la quiebra a la compañía en 1941, tras el estrepitoso fracaso de Fantasía, se convierte ahora gracias a sus enormes orejas y su capacidad de volar en la gallina de los huevos de oro de un circo a punto de la quiebra.
Disney está hoy más bien en el extremo opuesto, a años luz de la quiebra y entre sus futuros proyectos está trabajando para crear una estela brillante de adaptaciones de sus clásicos de animación a imagen real. El primer paso lo dio en 1996 con 101 dálmatas: ¡Más vivos que nunca!. Glenn Close era la malvadísima Cruella de Vil, ladrona de cachorros a los que desollar para hacerse un vistoso abrigo. Un gran éxito, sobre todo por la interpretación de la actriz. El personaje de esta película se incluyó lista del American Film Institute de los 50 peores villanos de la historia del cine y en un futuro próximo volverá de nuevo en imagen real, con Emma Stone en el papel principal. Cruella contará la juventud de esta pérfida mujer.
La prueba definitiva se hizo en 2010 con Alicia en el País de las Maravillas, en manos también de Tim Burton. Una producción en 3D que costó 205 millones de dólares y recaudó más de mil millones. Argumento definitivo para dar un poderoso empujón a su nuevo plan de acción.
Le siguió cuatro años después Maléfica que contaba con el gancho de Angelina Jolie en el papel de la malvada bruja de La bella durmiente. Al año siguiente se estrenó la Cenicienta, de Kenneth Branagh, y en 2016 un curioso remake de El libro de la selva, con dirección de John Favreau, donde en realidad solo había un personaje de imagen real, el resto, los animales, eran imágenes creadas por ordenador. Ahora, el mismo director firma la nueva versión de El rey león, que Disney está vendiendo como una película de imagen real, cuando en realidad no hay un solo intérprete de carne y hueso, todo el trabajo será digital.
La Bella y la Bestia (2017) fue otro de los títulos que el estudio recuperó con actrices y actores. Dirigidos por Bill Condon y con Emma Watson como protagonista. Otro taquillazo, la película recaudó 1.263 millones de dólares y su presupuesto fue de 160 millones. No le fue tan bien, pero tuvo beneficios Christopher Robin, película de Marc Foster inspirada en las aventuras de Winnie the Pooh.
Con esas cifras, Disney ha confirmado que la explotación de la ternura, de los cuentos de hadas, de sus príncipes y princesas, sigue siendo muy rentable. Así que para los siguientes meses y años ya está preparando el lanzamiento de nuevas versiones de sus clásicos ‘en carne y hueso’. Mulan (diciembre de 2019) es el remake que ha dirigido la cineasta Niki Caro y en el que la guerrera china será Yifei Liu. En Aladdin (mayo de 2019), Will Smith dará vida al genio de la lámpara, mientras que Mena Massoud interpretará al protagonista. Ambos bajo la batuta de Guy Ritchie.
Reese Witherspoon sigue manteniéndose como actriz principal de Campanilla, aunque por el momento no existe ningún director designado al filme. Sí ha comenzado ya la preproducción de la versión en imagen real de Peter Pan, con el cineasta David Lowery al frente. Y el remake de Merlín, el encantador, con guion de Bryan Cogman (Juego de tronos) podría estar dirigido por el español Juan Carlos Fresnadillo.
Además, Disney lleva tiempo trabajando en la versión de Pinocho, el que fuera el segundo largo de animación de los estudios. El año pasado la noticia era que estaba tentando a Tom Hanks para el papel de Geppetto. El guion sería de Peter Hedges.
El escritor Nick Hornby lleva tiempo trabajando en el guion de James y el melocotón gigante, película que Disney quiere que dirija Sam Mendes (American Beauty). Más avanzado está el proyecto de La sirenita, con el director Rob Marshall, y, por el momento, solo es una idea la adaptación a imagen real de El jorobado de Notre Damme. De Víctor Hugo a Charles Dickens, Disney también quiere hacer una nueva película de Oliver Twist, con el rapero Ice Cube como el malvado Fagin.
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