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Consuelo, placer, esparcimiento, alivio de trabajo. Así define 'solaz' la Real Academia de la Lengua, una palabra que bien se adapta a las sensaciones de un festival clásico en Madrid como el DCODE. Nació en 2011 para dar respuesta al inusitado hecho de que la capital de España no contara con un gran festival de música al aire libre, mientras que Barcelona ya tenía varios, y de importancia, y otras ciudades mucho más pequeñas ya habían consolidado los suyos. DCODE fue pionero, abrió esa puerta, que en la época de Gallardón y Botella parecía difícil dar con las llaves. Luego llegaron a la capital otros festivales parecidos, especializados o más singulares, hasta que el Mad Cool tiró la casa por la ventana el año pasado. Pero esa es otra historia.
La del DCODE trata de celebrar la vuelta al curro o la uni con placer. Al principio el festival duraba dos días pero luego condensaron el cartel en un solo día, desde mediodía hasta la madrugada. Con aquel cambio algunos pensamos que era el principio del fin del DCODE pero, muy al contrario, consiguió afianzarse. La ubicación en el campo de rugby de Cantarranas de la Ciudad Universitaria de Madrid, a dos minutos de la parada del Metro, alejado de viviendas (y de quejas vecinales) y lo suficientemente cerca de la civilización como para poder llegar andando, ha sido parte de su éxito. Por eso, nuevos festivales como el Paraíso o el Jardín de las Delicias están apostando por el mismo espacio, y ni se plantean mudarse a recintos más espectaculares como la Caja Mágica o el 'lejano este' del espacio Mad Cool, que de solo pensar en la aventura de regresar a casa se desvanece todo el subidón musical.
Desde sus inicios, la programación del festival complutense se ha caracterizado por un equilibrio para combinar artistas de calidad para ‘melómanos’ con propuestas más comerciales e insulsas, pero de gran éxito nacional e internacional, lo cual garantizaba horas de satisfacción para todos los gustos. El año pasado esta balanza casi se rompe, ya que la segunda categoría reclamaba casi todo el cartel. Este año ese equilibrio ha vuelto a los orígenes.
Fallos de sonido a mediodía
Al estilo de algunos festivales europeos, Carolina Durante arrancó a mediodía el DCODE en la zona de la carpa, para evitar insolaciones. Ser el primero tiene sus riesgos, ya que el sonido falló en varias ocasiones, incluido en su famoso 'Cayetano' y en el tema final 'La noche de los muertos vivientes', con el que desistieron y plegaron velas, o en este caso viseras. Ya hace unos años ocurrió lo mismo con Belako a la misma hora y en el mismo sitio. La organización pidió disculpas por lo ocurrido, por lo que esperemos que el año que viene tenga todo listo y hagan pruebas matutinas antes de empezar.
Todo funcionó mejor a la hora de la comida con La Casa Azul y Viva Suecia, que congregaron a unas 2.000 o 3.000 personas de las 20.000 con las que cerró el festival este año (5.000 menos que en 2018 y sin 'sold out' esta vez). Allí estaban, a pleno sol, los más disfrutones de ambos grupos, que no dejaron de bailar al son de archiconocidos temas como 'La revolución sexual', 'Superguay', 'Bien por ti' o 'Hemos ganado tiempo', respectivamente. Las propuestas culinarias funcionaron bien tanto de día como de noche y apenas hubo colas ni empujones en barras, servicios o zonas de esparcimiento.
A las siete de la tarde ya se notaba que había llegado el grueso de los asistentes, momento en el que comenzó el concierto de Miss Caffeina y su ristra de canciones bailongas a ritmo de sintetizador. Aunque cuentan con un público leal, se le sigue notando más cómodo con los temas de su disco 'Detroit', que les catapultó a la fama, que con los de su reciente y más electrónico 'Oh Long Johnson'. Aparte de la interpretación de 'Mira como vuelo' y 'Prende', el punto álgido del concierto fue el momento en el que el vocalista de la banda, Alberto Jiménez, empezó su 'Oh! Sana', tema dedicado a la homosexualidad, en el que alude explícitamente a quienes piden a Dios “que les salve del encuentro con el lado opuesto de lo natural”. En ese momento dedicó la canción a “aquellos que quieren hacer listas con nosotros”, en clara alusión a Vox.
Hacia lo salvaje
Con un estilo musical muy distinto al de Miss Caffeina, pero también con mucha fuerza, aterrizaron los estadounidenses Eels (ya estuvieron en el DCODE de 2011), que comenzaron con la versión de The Who 'Out in the street' y luego hicieron lo que les vino en gana, muy propio del estilo de su cantante Mark E. Aunque en principio siguen presentando de gira su nuevo disco 'The deconstruction', en directo sonaron desde el rock primitivo de 'Prizefighter' hasta la más suave 'Mr. E’s beautiful blues', que nos regaló con sorna Mark tras preguntar a los asistentes varias veces si les gustaba el rock. También sonaron 'Novocaine for the soul' y ‘Souljacker, Part I’, entre muchas otras de una banda que tiene tal repertorio como para dar un concierto toda la tarde en Cantarranas.
Caída la noche fue el turno de The Cardigans, una de las sensaciones de este DCODE. Los suecos volvían a España después de más de una década sin pisar nuestro país, dentro de su gira por el vigésimo aniversario de su álbum 'Gran Turismo'. Este concierto fue más ordenadito que el anterior y tocaron la mayoría de los temazos de este disco, entre los que destacaron los míticos 'My favorite game' y 'Erase/Rewind', además de clásicos de otros álbumes como 'Communication y 'Lovefool'. Fueron los momentos en los que el público realmente bailó y se divirtió. En el resto estuvo más bien disperso, charloteando de las vacaciones veraniegas o de quién tenía la culpa de que nos vayamos a elecciones. Y es que muchas canciones de 'Gran Turismo' son íntimas y un poco oscuras, cuyos sonidos se disfrutarían mejor en una sala cerrada que en la amplitud de una Ciudad Universitaria en la que ya empezaba a hacer un poco de rasca a esa hora.
Por su parte, los Two Door Cinema Club ofrecieron un espectáculo de luces y sonido acompasado con unos arcordes tan reconocibles para la mayoría del público treintañero que este año inundaba el festival madrileño. Es verdad que los norirlandeses llegaban con el nuevo álbum 'False alarm', pero el gentío reclamaba desde el primer momento los demandados 'What you know', 'Something good can work', 'Undercover Martyn' y 'I cant talk', que por supuesto tocaron para su consuelo. Remataron el festival los ingleses Kaiser Chiefs, que llegaron en un momento en el que mucha gente estaba rota o borracha después de tantas horas de conciertos. Sin embargo, el dandi de Ricky Wilson no defraudó y levantó el ánimo acompañado también por un divertido juego de luces, con el que interpretaron sus conocidos himnos, cerrando con 'Everyday I Love You Less And Less'.
Y llegó el momento de hablar de Amaral. Eva Amaral y Juan Aguirre habían lanzado el viernes su nuevo disco 'Salto de Color', que presentaron cantando algunos de sus temas en una estrecha calle del centro de Madrid. Todo sin aviso ni alivio y ante la atónita mirada de los paseantes. Más preparada estuvo su actuación en el 'prime time' de DCODE 2019. Aunque arrancaron con temas nuevos, pronto dejaron paso a las muy cantadas 'El universo sobre mí' y 'Marta, Sebas, Guille y los demás', renombrada por muchos como 'Son mis amigos'.
Amaral, que salió a la pista con una especie de corsé de cristales de múltiples formas, ofreció un concierto muy sólido de casi hora y media en el que el dúo zaragozano (aunque llevan 20 años viviendo en Madrid, recordó Eva) intercalaron con mucha solvencia himnos antiguos con posibles hits de un futuro muy próximo, entre los que destacaría ‘Mares igual que tú’, ‘Juguetes rotos’ o ‘Nuestro tiempo’. Y todo a pesar de los nervios que reconoció que tenía Eva (¿por qué me he tenido que dedicar a esto?, se preguntó irónicamente). Acabaron su actuación con la fuerza de 'Hacia lo salvaje'. Eso sí, se echó de menos 'Días de verano', que a pesar de la letra siguen quedando.
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