Dar el 'sí quiero' en el Titanic
Cien años después de su hundimiento el museo Belfast Titanic abre sus puertas para recrear todos los detalles del transatlántico
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Cien años después de iniciar su primer y único viaje, el transatlántico más famoso y trágico del mundo ha vuelto a levar anclas en la inauguración del Belfast Titanic, un espectacular centro interactivo situado junto a los astilleros donde nació el mito.
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El Belfast Titanic está en el llamado Barrio del Titanic, el proyecto turístico más ambicioso jamás emprendido por las autoridades de Belfast y en el que destaca un impresionante edificio diseñado por la firma de arquitectos Civic Arts y Eric R Kuhne & Associates. Es la respuesta de la capital del Ulster al museo Guggenheim de Bilbao o el Empire State de Nueva York, según comenta con orgullo Claire Keenan, de la Oficina de Turismo de Irlanda del Norte.
La fachada de este moderno centro de interpretación de seis plantas y 14.000 metros cuadrados tiene la forma de cuatro proas, todas de la misma altura que tenía el auténtico Titanic desde la quilla hasta la cubierta. Ya en su interior, el visitante inicia un emocionante viaje por las nueve galerías de interpretación que explican la historia del mítico transatlántico, en su día el objeto móvil más grande del mundo.
Conmueve, por ejemplo, usar las pantallas modernas táctiles de la Galería 7 para conocer las consecuencias de la tragedia, recorrer la lista de pasajeros y encontrarse con el ocupante de primera clase Víctor Peñasco y Castellana, de 24 años, uno de los tres españoles que falleció en el hundimiento del Titanic el 15 de abril de 1915.
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Antes de llegar a esa sección el visitante ha pasado ya por otras seis galerías en las que puede pasearse por la Belfast de principios de siglo, ya agitada por su división religiosa y política, o participar en la construcción del Titanic.
Son las entrañas del mismo astilleero, donde se puede vivir en primera persona todo el proceso en un recorrido por los muelles, con imágenes en vídeo filmadas hace cien años, modelos de tamaño real, sonidos de la época y donde también se puede percibir hasta los olores de ese entorno industrial.
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Tras disfrutar de la botadura del Titanic, pueden observarse toda clase de detalles la vida a bordo del barco, con réplicas de los camerinos de primera, segunda o tercera clase y de la misma escalera donde Leonardo di Caprio esperó a Kate Winslet en la película de James Cameron. Una sala que antes de su inauguración se ha reservado para un gran número de bodas.
De ahí se pasa al "viaje inaugural" y a la ruta seguida por el Titanic hasta que su travesía se vio interrumpida tras chocar con un iceberg frente a las costas de Terranova. La galería 6 es, quizá, la más dramática de todas: Efectos visuales y sonoros de última generación reviven las últimas horas del buque.
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El Belfast Titanic explora casi al final, en la galería 8, la leyenda creada en torno al barco a través de los reportajes de la época, de las películas que lo inmortalizaron o de la literatura que ha mantenido viva su magia. Y la guinda es una inmersión a 4.000 metros de profundidad, al fondo del Atlántico Norte, donde se puede bucear junto a los restos del Titanic de la mano de unas imágenes que muestran el pecio tal y como lo descubrió Robert Ballard en 1985.
Su inauguración corrió a cargo del ministro principal norirlandés, el unionista Peter Robinson, y su adjunto en el Gobierno de poder compartido, el nacionalista Martin McGuinness. A los dos políticos les observaba de cerca un invitado de honor, el norirlandés Cyril Quigley, quien, a sus 105 años de edad, recordó el día que presenció la botadura del barco en los astilleros de Hartland & Wolf.