MADRID
"Nos han hecho creer que la sangre que corre entre nuestras piernas es impura y esto no es así", denuncia Élise Thiébaut, autora de Esta es mi sangre (Hoja de Lata). Ha llegado la hora de pasar revista a toda esa mitología que vincula la sangre menstrual al tabú y la superstición. Es tiempo de saldar algunas cuentas y con ese fin Thiébaut nos avanza de carrerilla algunas cifras: "La regla no es algo que ocurra tres o cuatro veces en la vida, estamos hablando de una horquilla de entre 450 y 500 ciclos a lo largo de la vida de una mujer, lo que equivale a unos siete años de nuestra vida en los que estamos marcadas por ese tabú".
"¿Cómo hemos llegado a retorcer la realidad hasta el punto de transformar la regla, signo de fecundidad, en una maldición?", precisa la autora. Sobra decir que la cosa viene de lejos y que los imaginarios heredados no son arbitrarios, sino que responden a un mundo en el que la dominación patriarcal es la regla. "El invento les ha funcionado, nos hacen sentir sucias y van minando nuestra autoestima. Hoy día todavía el 60 % de las mujeres entrevistadas se sienten incómodas y sucias cuando tienen la regla, seguramente muchas de ellas esconden el paquete de compresas bajo la ensalada cuando van al supermercado".
Estigma y negocio. El combo funciona. El mercado de la protección periódica genera unos 30.000 millones de dólares al año, es decir, el equivalente al PIB de Baréin. La cosa se anima cuando conocemos que cuatro grandes compañías se reparten el mercado mundial. "Hicieron fortuna tras la Segunda Guerra Mundial con el baby boom y a partir de ahí no han dejado de mejorar sus beneficios abaratando costes, introduciendo celulosa y partículas de plástico", denuncia la autora.
Todo vale en el rentable negocio de la sangre siempre que el tabú siga en pie. Thiébaut evoca en Esta es mi sangre ese instante epifánico en el que por primera vez presenció uno de esos ocurrentes anuncios de compresas: "El experimento, que consistía en empapar ante nuestros ojos fascinados dos compresas con un poco de curaçao azul para demostrar su carácter absorbente, era en sí mismo un momento antológico". En efecto, de los creadores del Hola, soy tu menstruación al ¿a qué huelen las nubes?, pasando por los recientes ejercicios acrobáticos boca abajo, la publicidad viene bordeando de un tiempo a esta parte esa fina línea de la ambigüedad con resultados sonrojantes.
La división sexual del trabajo
El tabú impregna todo, también el mundo del trabajo. La tradición monoteísta tilda de impura la menstruación y la estigmatiza. La mujer ha de lavar sus prendas en la intimidad y, de paso, queda recluida en lo doméstico. Actividad que, por cierto, no merece remuneración, convirtiéndose así en la base sin la cual ningún sistema productivo podría funcionar. Negocio redondo.
"Cuando se menciona esa gran democracia que se supone que es EEUU pienso en un imperio construido a base de esclavitud y muerte, pues bien, el caso del patriarcado es muy similar, la opresión y la esclavitud de la mujer han permitido que se perpetúe el patriarcado", zanja la ensayista para, a continuación, hacer un llamado a la "revolución menstrual". "No soy de dar muchos consejos, va en contra de ese comunismo vaginal por el que abogo [ríe], pero diría que hemos de reinventar la regla, empoderarnos de ella y ser libres de una vez por todas".
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