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'Close', la película de Lukas Dhont que captura el momento exacto de la inocencia perdida

Gustav De Waele y Eden Dambrine son los niños protagonistas. — Vértigo Films

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madrid, Actualizado:

El mundo en el que vivimos corrompe la ternura y la fragilidad de la infancia con sus reglas de brutalidad y competitividad masculinas. Y el cineasta belga Lukas Dhont, consciente íntimamente de ello, firma esta película de denuncia, Close, desde la historia de amistad de dos niños, interrumpida bruscamente por un comentario, tal vez ingenuo, de sus compañeros de colegio, que les preguntan si son pareja.

"Yo también tuve amigos con los que compartía ese amor íntimo, puro, del que en cierto momento comencé a tener miedo", confiesa Lukas Dhont, que en este relato devastador del final de una hermosísima amistad, contagia emociones de pura felicidad, pero también de insoportable tristeza.

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Protagonizada por Eden Dambrine y Gustav De Waele, la película recorre el camino de los dos niños, Léo y Rémi. Una amistad pura y dichosa se hace pedazos cuando uno de ellos capitula ante la homofobia. Lo siguiente es el dolor de la pérdida y un lacerante sentimiento de culpa, para las que no tienen todavía palabras. La película se alzó con el Gran Premio del Jurado en Cannes, el Gran Premio del Jurado y el de Mejor Actor en Sevilla (Para Dambrine) y el Premio del Público en el Festival de Morelia. Close es la película que representa a Bélgica en la carrera por el Oscar.

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¿Podría definirse su película como una lucha entre fragilidad y violencia en este mundo?

Es hermoso que digas eso porque a menudo es así como describo la película. La infancia asfixiada por la violencia y la brutalidad de este mundo, por las flores cortadas de los campos, por los colores que desaparecen y se vuelven marrones y tierra. Quedó claro para nosotros desde el principio cuando estábamos trabajando en la película que sería una historia dramática que existe en dos partes. Una parte de absoluta ternura, esa conexión sensual profunda entre dos jóvenes, los seres humanos que no siempre llegamos a ver. Es un estado que no siempre hacemos visible en la pantalla. Y luego también mostramos cómo nuestro mundo tiende a dividirse, tiende a interrumpir esa relación tan idílica, hermosa e íntima. Y en la segunda parte de esta película surge la brutalidad, corrompiendo el mundo tierno y frágil del principio. Vivimos en una sociedad que coloca en primer plano todo lo que es duro, competitivo y brutal, y todo lo que es suave y tierno está escondido. Cada vez más, soy consciente o me he dado cuenta de que en realidad se necesita mucha energía para elegir la ternura, que es una elección política, elegir pasar por este mundo de una manera tierna.

Esta historia está muy próxima a su propia vida, ¿cómo vivió esa época de tu vida?

La película comenzó leyendo sobre otros, no empezó desde dentro. Comenzó con las historias que contaban los niños pequeños y luego encontré una investigación sociológica realizada por un psicólogo de Nueva York que siguió la vida de 150 niños. Los siguió entre los 13 y los 18 años. Y a los 13 años, cuando dejaba que estos chicos hablaran de sus amigos varones, les gustaban las historias de amor. Estaban hablando de ellos como las personas más importantes en sus vidas y empleando mucho lenguaje vulnerable. Es súper emotivo. Y luego, a los 16, 17, 18 años, cuando les hace estas mismas preguntas a estos mismos chicos, ves cómo ya no se atreven a usar ese vocabulario, a hablar de la misma manera, porque ese tipo de lenguaje no les sirve a los hombres que crecen en este mundo, no les sirve porque está ligado a la feminidad. Conecté profundamente con los padres y también con los muchachos, porque yo también tuve amigos con los que compartía ese amor íntimo, puro, del que en cierto momento comencé a tener miedo. Llegué a temer esas relaciones y siempre pensé que eso era por mi sexualidad, que era porque yo había empezado a sentir un deseo 'raro'. Pero en realidad lo que estos chicos me enseñaron cuando los estaba escuchando es que no se trata en absoluto de mi sexualidad. Se trata de la masculinidad que domina.

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Una secuencia de la película. — Vértigo Films

En sus dos películas, Girl y ésta, ¿intenta denunciar, justamente, esa masculinidad venenosa que impera?

Sí. Es muy poco esperanzador para los jóvenes la construcción de esta forma de pensar en torno a la masculinidad y la construcción de este vocabulario y forma de comportarse vinculada a la masculinidad. La gran tarea de este tiempo, con este hermoso y muy necesario movimiento feminista, es construir ese lenguaje, ese vocabulario que habéis creado vosotras para todos. Se trata de reinventar un lenguaje de cuidado y de amor para todos los jóvenes. Se trata de escucharlos y de apoyar y permitirles otra forma de ser ellos mismos. Creo firmemente en eso.

Hay una imagen de pura felicidad de los dos niños corriendo a través de un campo de flores. ¿Es su forma de expresar la belleza de lo natural, de la infancia pura y no contaminada?

Sí. Esta imagen de los dos niños corriendo entre los campos, en realidad es una de las primeras imágenes que me vino a la cabeza, porque era como un recuerdo clave de mi propia infancia. Crecí en la campiña flamenca y también corrí entre las flores con mis amigos. Primero esta imagen vino inconscientemente, pero luego, cuando estaba pensando en ello, cuando estaba tratando de interpretarlo, me di cuenta de que estos dos niños se perdieron en ese campo de colores. Es una especie de representación icónica fundamental de la infancia y la inocencia, pero también tiene que ver con la fragilidad y con esa transformación de lo frágil a lo brutal. Porque cuando estas flores son cortadas de los campos, cuando llegan las máquinas, entran unos sonidos brutales y violentos, y la tonalidad cambia a marrón y tierra, hay un cambio real del paisaje. Además, creo que estas flores también nos dieron la posibilidad de mostrar el paso del tiempo que definitivamente necesitábamos en la segunda mitad de la película. Y así, sí, la flor se ha convertido en una parte importante de la película.

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El director Lukas Dhont. — Vértigo Films

¿Historias como ésta en el cine pueden cambiar la sensibilidad social?

Sí, creo firmemente en la fuerza del arte para convertirse en un puente con el público. Al menos así es como experimenté yo el cine muy joven. Fui a un cine. Me senté en una sala con un montón de personas que no conocía y me sentí menos solo. Me sentí conectado no solo conmigo mismo, sino también con las cosas que suceden al otro lado del mundo. Y creo que existe esa fuerza de la empatía, esa fuerza de vivir en la piel de otro por un momento, que es la herramienta de empatía más poderosa posible y que puedas imaginar. Eso es lo que el arte nos puede dar, no solo el cine, también la literatura, la música, la poesía, la pintura... Yo trato de hacerlo con el cine, intento que las historias nos permitan ver el mundo de una manera nueva.

Hay mucho dolor por el sentimiento de culpa en esta historia.

Cuando eres joven, entiendes por primera vez que tus acciones a veces tienen consecuencias, que no solo haces el bien. Si lo pensamos con los héroes y los malos del cine estadounidense, eso no es así, nos dicen que somos así y ya está. Pero en la realidad ¿qué pasa cuando somos jóvenes y entendemos que también nosotros, nuestros cuerpos, nuestras palabras pueden causar daño? Sentimos culpa por primera vez, y la atrapamos dentro de nuestro cuerpo porque no nos atrevemos a hablar de ello. Y lo que nos pasa a algunos es que eso se queda atrapado en el cuerpo porque nunca lo exteriorizamos, y se convierte en un peso que llevamos con nosotros y que nos frena. Las películas también tratan sobre las cosas de las que no podemos hablar, sobre las cosas para las que la gente no tiene palabras. Y creo que la culpabilidad es una de esas cosas. Es un tema sobre el que no mucha gente puede comunicarse sinceramente, porque sienten vergüenza o porque piensan que ellos no son malos y no lo entienden. Porque eso es lo que aprendemos cuando vemos las películas americanas donde solo hay buenos y malos, donde cuando alguien hace algo que tiene malas consecuencias, inmediatamente se le coloca con los malos. Se trata de llegar a un acuerdo con nuestras acciones y, finalmente, con nosotros mismos.

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"Atrapamos la culpa dentro de nuestro cuerpo", ¿es una de las razones por las que apuesta por un lenguaje corporal entre los niños, más que hablado?

Sí. Cuando escribo guiones, tal vez lo haga más como coreógrafo que como guionista. La forma de arte que más me conmueve cuando la veo es la danza, cuando las cosas se expresan sin palabras a través de los cuerpos, los sonidos, las músicas, los colores. Eso es algo que me conmueve profundamente. Me gusta cuando escribimos y trabajamos desde un enfoque físico del lenguaje, del lenguaje corporal, también porque es súper universal. Nuestros lenguajes corporales trascienden las fronteras del lenguaje verbal. Miramos con amor, abrazamos a alguien como si no quisiéramos dejarlo ir... y eso en cualquier lugar del mundo, da igual que estemos en Brasil, Montreal, Bélgica. Y siento que ese es un tipo de lenguaje que se entiende muy bien en España. Además, es un lenguaje que expresa lo que sabemos o no podemos decir con palabras, que habla de lo que sientes. Y cuando eres joven, sientes cosas por primera vez.

¿Qué secuelas tiene en la vida haber pasado por la infancia y juventud sin expresar las emociones?

Bueno, la soledad. La consecuencia es la soledad. Y me temo que tenemos mucha gente solitaria. Y eso es porque no valoramos la conexión lo suficiente desde una edad temprana, nos privamos en realidad de una conexión humana profunda. Y eso es muy triste. En este mundo nos fijamos mucho en las cosas horribles que hacen hombres y mujeres, pero no miramos la raíz del problema. Y la raíz de todo es que nos dicen, desde que somos pequeños, que en este mundo hay que ser competitivo y sofocan nuestra ternura y fragilidad. Nos dicen que tenemos que ser el mejor, nos dicen lo que tenemos que hacer... Sueno un poco pesimista, pero es que todo eso nos conduce a la soledad.

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En la película, además de la historia de los niños, está la de las familias y muy especialmente la de las madres, ¿qué le interesaba de ellas?

Pienso en mi madre, porque ella fue la primera artista a la que vi trabajando. Mi madre es maestra, pero en su tiempo libre pintaba y yo me sentaba a su lado y la miraba pintar. Cuando empezamos a escribir esta película, quedó claro que nuestro deseo era hacer una película con dos niños y dos mujeres. Personajes femeninos a los que no queríamos tratar como estereotipos. Sentí que en esta película, en la que se trata de la masculinidad que nos domina, era fundamental tener a las mujeres también en el centro, con su lenguaje y su forma de comportarse, que son hermosos.

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