madrid
Corren tiempos inciertos para el hombre. Conforme la lucha del feminismo ha ido abriendo horizontes y copando nuevos espacios, muchos hombres han quedado a la deriva, inermes ante una deconstrucción que no puede esperar. Junto al mugido de los que se niegan a dar un paso atrás, proliferan muchos otros que, queriendo replantearse lo que son, no encuentran asideros para emprender el derribo.
El hombre blanco, heterosexual, de clase media y educación universitaria se ha curtido en el no hay huevos, en la competencia con el otro y en la falta de empatía. El auge del feminismo y el creciente empoderamiento de sus mujeres, madres y hermanas, les ha conducido a un íntimo cuestionamiento que se da de bruces con aquello que creían ser. Urge un nuevo modelo de masculinidad, de eso no hay duda, pero cuál, por dónde empezar.
El documental El círculo, dirigido por Iván Roiz y Álvaro Priante, producido por Nanouk Films y disponible bajo demanda de Movistar+, ahonda en esa tierra de nadie en la que se encuentran muchos hombres que quieren serlo de otra manera, hombres que buscan y no encuentran modelos, que tratan a tientas de encontrar un nuevo lugar desde el que sacudirse toda esa rémora patriarcal y machista que arrastra. El círculo ofrece, en ese sentido, materiales para una demolición largamente pospuesta.
El punto de partida es un libro, Diálogos Masculinos, a cargo de Víctor Sánchez y Justo Fernández. De su lectura, el documentalista Iván Roiz sale reforzado. Nada como una crisis personal y una lectura redentora para empezar a poner en duda determinadas construcciones asumidas. "Había encontrado una semilla, algo que me estaba transformando para bien, pensé que podía producir un documental que sirviera de detonante para fomentar el cambio en otros hombres", explica Roiz.
Dicho y hecho. Junto al también director y productor Álvaro Priante, Roiz va urdiendo lo que será El círculo. Lo hace contactando con "círculos" de hombres en Madrid y Barcelona, grupos de actividades de revisión personal con miras a crear nuevos patrones de masculinidad, espacios habilitados para la consabida y necesaria deconstrucción.
"Llegamos a grabar unas treinta horas de círculos organizados por temáticas −prosigue Roiz−, abordando asuntos como la masculinidad tóxica, la sana, la sexualidad, la violencia, la competitividad, la paternidad...". El resultado es un documental honesto y crudo, una cinta que rezuma catarsis en la que un puñado de hombres se abre en canal para intentar acotar el origen del mal. Un ajuste de cuentas en toda regla.
"Hay mucha frustración y competitividad, también hay miedo y violencia, pero por encima de todo lo que hay es una incapacidad a la hora de gestionar los sentimientos, somos un poco analfabetos emocionales y necesitamos trabajar lo que nos pasa porque de lo contrario caemos siempre en la violencia, la rabia y la frustración", apunta Roiz.
La Asociación de hombres por la igualdad de género (AHIGE) y su división catalana Homes igualitaris, conforman junto con Masculinidades Beta el grueso de las agrupaciones que han contribuido con sus debates y sesiones a perfilar El círculo de Roiz y Priante. Un círculo que, como apunta Roiz, genera "más preguntas que respuestas, con la intención de que esas preguntas te lleven a querer investigar en cómo nos construye la masculinidad".
Masculinidad tóxica: cura y enfermedad
La toxicidad de eso que hemos convenido en llamar masculinidad está fuera de toda duda. Desde pequeño, el hombre construye aquello que se supone que debe ser, erige un cascarón cuyas hechuras le constriñen, incapaz de eludir un patrón que, le guste o no, es el que le ha tocado asumir. El reto pasa quizá por reconocer el defecto de fábrica, asumir de una vez por todas que estamos hechos de vestigios de otro tiempo, y empezar de nuevo.
El círculo entona su mea culpa particular pero no se queda sólo en eso, aspira a algo más, aspira a un nuevo hombre que está por llegar: "Creemos que la masculinidad tóxica, que es germen y semilla del machismo, y que genera un montón de problemas en los propios hombres, como la pornografía, la violencia o la competitividad, puede servir de acicate para una revisión en profundidad del hombre que queremos ser", zanja Roiz.
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