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Michel Franco: "¡Carajo, la gente se está muriendo de hambre! Abrid los ojos al mundo real"

El cineasta mexicano se alzó con el Gran Premio del Jurado en el Festival de Venecia con 'Nuevo orden', un escalofriante vaticinio del día "en que todo revienta", el de una sangrienta revolución a la que nos empuja la brutal desigualdad instalada en el planeta.

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El cineasta mexicano Michel Franco. — Montse Castillo

Mexico,

En México hoy hay más de 70 millones de pobres, más de la mitad de la población del país. El 42,4% de las mujeres y el 69,5% de la población indígena están en situación de pobreza. Entre 126,2 millones de personas, hay 4.000 que forman parte del exclusivo club de 'los más millonarios del planeta'. Si alguien tiene demasiado, tal vez se lo está robando al que no tiene apenas nada. Y, tal vez, éste, cansado de pasar hambre, frío y humillaciones, decida utilizar su azada para remover el estiércol social y cavar tumbas para esos potentados.

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El cineasta Michel Franco, autoconfeso miembro "de la burbuja privilegiada", advierte de la posibilidad de un desenlace de feroz violencia, sanguinario y cruel, como consecuencias de estas inhumanas desigualdades. Lo hace en su nueva película, 'Nuevo orden', una obra provocadora, de una violencia casi impúdica, y en la que apuesta por no tomar partido, porque su intención no es otra que la de alertar –"asumamos en qué dirección está yendo esto"- para evitarlo –"no lleguemos a ese momento".

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Presente en el Festival de San Sebastián, en la sección Perlak, la película –Gran Premio del Jurado en Venecia- removió tanto como pretendía su director, quien habló con este periódico de los motivos, el rodaje y la sensación de insatisfacción universal que nos invade.

¿Siente que ‘Nuevo orden’ es una película visionaria?

La pandemia nos ha mostrado el peor lado de la sociedad, se replica en todos los países, pero yo no veo un gran esfuerzo por parte de los gobiernos y de la clase alta por ayudar realmente. El ejemplo más claro es la insistencia en México de "lávate las manos con agua y jabón", la cantidad de gente que no tiene agua potable ni corriente en su casa es enorme. Hay 60 millones de pobres. Hay una falta tremenda de empatía por el otro y sin empatía no hay esperanza. Y sobre si es visionaria… lo que pasa es que ya se veía venir. Es la gota que colma el vaso, esperemos que no se derrame. Yo estaba pensando en estrenarla cuando los cines se reactivaran, pero pensamos que no, que había que sacarla ya, que era el momento. 

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¿Hubo algún movimiento concreto que disparó la película?

Lo empecé a pensar hace seis años, lo que me empezó a llamar mucho la atención fue el alza de la ultraderecha en Europa. Esos gobiernos y partidos… Me empezó a preocupar mucho y después en EE.UU. también una polarización brutal. Lo que más me movió fue ver los ‘chalecos amarillos’, un movimiento en el que no hay líderes, hay gente de izquierda, derecha, jóvenes, mayores… la única constante es la insatisfacción de la gente. Y Chile que también estuvo de cabeza, ahí es donde mejor vi la Europa de Sudamérica, la sorpresa es que los chilenos no lo ven así. 

Una secuencia de 'Nuevo orden'. — AContracorriente films

¿La revolución es el único camino que queda para el pueblo? 

No, no lleguemos a ese momento, por supuesto, esa es la idea. Me preguntan si soy pesimista u optimista. Es un acto optimista hacer una película. Hablar abiertamente de las cosas, de lo mal que estamos viviendo, y confrontarnos con los temas… eso de ojos que no ven… Lo que no vemos y no hablamos nos va a acabar matando. En ese sentido es positiva la película, es una alerta. Cuando te hablan de la Revolución Francesa en la escuela te cuentan lo que hizo por la fraternidad, por la igualdad, pero la revolución fue sanguinaria y fue terror. Solo digo que asumamos a dónde está yendo esto. 

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En Latinoamérica ha habido muchos movimientos de protesta, en México, sin embargo, con millones de pobres…

…Tuvimos una revolución hace cien años. Hoy yo apelo a la empatía y a corregir el rumbo. Yo no hablo de política, yo hablo de que hay al menos 60 millones de personas que viven sin las condiciones básicas de salud, de educación, lo mínimo. Otra vez la pandemia, clases por Internet… no tiene Internet esa gente, no tiene ordenador, tiene a lo sumo con suerte un móvil toda la familia, se le acaban los datos… ¿Por qué no hablamos mejor de las cosas como son? 

La película parece que se dirige a los privilegiados ¿nosotros somos esos privilegiados ante los que se rebelan los pobres?

Yo soy parte de esa clase, de esa burbuja, pero también somos los que tenemos la capacidad de generar un cambio si dejáramos de lado la avaricia, si entendemos que para estar bien tiene que estar bien el otro, tiene que haber un bien común. Recuerdo de niño, a los seis años, ya haber preguntado por qué las cosas son así, porque en México conduces cinco minutos y ya estás en una zona tipo favela y de ahí, cruzas, y ya estás en una zona rica. Cualquier niño de cinco años se da cuenta de que eso está mal, pero creces, te acostumbras y te dejas de cuestionar y es una bomba. 

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Pero entonces ¿es o no una película dirigida a esa burbuja acomodada? 

No lo creo, de hecho la película empieza en el hospital. Es difícil porque hay ocho puntos de vista. El que carga la historia es este hombre que va a pedir ayuda para pagar la operación de su mujer, cuando lo veo me parte el corazón porque sé que es real y porque lo he visto.

Los desfavorecidos de esta sociedad a lo mejor hoy lo que quieren es sangre, ¿no es peligroso mostrarlo en el cine?

Sí, hay quien me ha dicho que esto es irresponsable, ¿por qué pones esto en cines en un país como México donde hay tanta injusticia? Pero antes que esconder, mejor limpiemos y entendamos. Fue un reto tremendo porque hay muchos puntos de vista. Cada personaje es muy representativo de algo más amplio. 

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Usted apuesta por cierta exhibición de violencia física, pero también hay violencia clasista ¿es el detonante?

Sí. Es muy violento negar el dinero para el hospital a ese hombre o cuando después a madre del novio le dice a la enfermera: "Trae un trapo y ponte a limpiar", "pero yo soy enfermera". Eso es muy violento también y además no aprendemos nada. Me atrevo a decir que en la película, de todos modos, fue mesurada la violencia, hay mucha violencia fuera de cuadro y el sonido es aterrador, pero es la imaginación del espectador la que va más allá. En la calle, cuando vemos los cadáveres es el día después, pero no estamos viendo cómo cuelgan a esa gente. Traté de encontrar el balance. Si no muestro cómo serían las cosas, la película no vale la pena y sería hipócrita, por otro lado, muestro más de lo que debo, pues el espectador puede poner una barrera y decidir que ya no juega al diálogo con la película ni con el director.

Hace un retrato del ejército y de la policía corruptas, ¿cree que reaccionarían así?

Pues la muestra fue EE.UU., el país supuestamente más civilizado y ejemplo para el mundo. En el 'Black Matter' la gente no sabía si eran militares, policías, fuerzas especiales o qué, se movían sin placas y en vehículos no oficiales. Y no olvidemos que todo empezó porque mataron a un hombre por nada. ¿Quién cree hoy que es buena idea militarizar a un país a estas alturas? No aprendemos nada de la Historia. Ya se nos olvidó Europa hace ochenta años.

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Un fotograma de la película. — AContracorriente Films

Dice que no es una película política, pero…

Lo que no quiero es darle una ideología específica. Lo único que sabemos es que esta gente no está satisfecha, ni siquiera sabemos si son todos muy pobres o no. Es el día que todo revienta, nos estamos acercando demasiado. Pero creo que cualquiera en cualquier sitio del mundo puede sentirse identificado por sus propios motivos. EE.UU., Chile, Colombia, los chalecos amarillos… que fue interesantísimo porque nunca supimos si había alguien detrás. Nunca quedó claro, simplemente una profunda insatisfacción, una llamada a cambiar las cosas y las ganas de romper la calle. 

¿Qué hay que hacer para no llegar a esa revolución?

La empatía y la pandemia es la perfecta oportunidad, hay que voltearse a ver a los que la pasan mucho peor que nosotros. Cuántas quejas escuchas de gente que dice que el encierro les está volviendo locos y… no nos quejemos, ¿de qué nos quejamos? ¡carajo, la gente se está muriendo de hambre! y el encierro lo tienen que hacer diez personas en una casa y no tienen agua. Abrid los ojos al mundo real. 

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¿Su película puede abrir los ojos en México?

Parece que la van a estrenar pronto en unas 2.000 salas, algo ambicioso. Creo que esta película puede contribuir a eso. Es que hay que dar una buena sacudida y esta es la única manera. ‘Después de lucía’, mi película más exitosa, y la gente me decía "pero ¿esto quién va a querer verlo? con ese final horroroso" Vendió más de una millón de boletos. Funcionó porque la gente ante el acoso escolar entendió que había que hablarlo de frente.

Al final, todo es cuestión de dinero ¿no?

Todo es dinero y cuando retratas dinero en la pantalla, la gente presta más atención, inmediatamente se conecta. Es una locura. Queremos como público que le preste el dinero al pobre hombre, pero en la realidad ¿cuánta gente le daría el dinero? Pero sí, el dinero es todo. 

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¿Intenta denunciar desde la película la mirada condescendiente hacia la gente pobre?

Es muy triste, pero es que así es como vivimos todos los días, así es la verdad. Así es México, así son las cosas. Si hablas de deportación de judíos, de campos de concentración… no sé cuántos se justifican diciendo que ellos no hicieron nada, esto es igual de grave. 

Algunos hablan de su cine como 'cine de la crueldad' ¿está de acuerdo?

Lo que pasa es que mucha gente quiere cerrar los ojos y pensar que vivimos en Disneylandia. Ante la pandemia, por ejemplo, ven signos de esperanza, pero es falso. La verdadera esperanza viene en abrir las cartas. El sentido de que exista esta película y mostrar toda esta violencia es 'no lleguemos a esto'. Luego todo lo cinematográfico…

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¿En lo cinematográfico también ha significado un cambio para usted? 

Fue un reto muy grande, yo soy el productor también. El reto de escribir el guion desde tantos puntos de vista y luego ver cómo filmarlo. Y renovarme. 

El cineasta Michel Franco, en el Festival de San Sebastián. — Gari Garaialde

¿Cuál fue el plano más complicado?

El plano secuencia de la boda, que se pasa de una boda que va bien a la invasión con la que esperan que cambie el equilibrio. Esos dos o tres minutos contienen toda la película. Ensayamos mucho y siempre pensamos que no saldría y que íbamos a tener que cortar, porque además no es una película de presupuesto holgado, teníamos los disparos contados.

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¿A qué se debe el color verde?

Hay una respuesta muy natural, pero la justificación del verde, blanco y rojo es la de nuestra bandera. No quise irme por el rojo porque iba a ser demasiada violencia y el verde se ha utilizado para el ecologismo, el feminismo, la justicia… aquí es lo mismo, aunque pasa a otro plano.

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