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La cárcel llora con 'La voz dormida'

Benito Zambrano debate con los internos de Huelva sobre su última película

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"Me parezco al Ministro de Interior. Estáis todos perdonados". El que habla, en pie sobre un improvisado escenario, es el director de cine Benito Zambrano. Su inusual audiencia se compone de cientos de reclusos del centro penitenciario de Huelva que acaban de asistir a una proyección especial de La voz dormida, organizada este martes por el veterano certamen de la capital onubense. Según una funcionaria, "algunos han llorado con la película".

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Parece un escenario ideal para que acabe el recorrido, iniciado en San Sebastián y proseguido con éxito en las salas, de la historia de Hortensia, presa política en los años de la posguerra, y su hermana Pepita, que viaja a Madrid desde Córdoba para intentar liberarla. Las secuencias que tienen lugar en el interior de la cárcel se rodaron en Huelva, en las dependencias de la vieja prisión, hoy sustituida por un centro con apariencia de colegio católico, decorado con obras realizadas por los propios reclusos, y que se encuentra entre los más importantes del país.

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Las cárceles actuales poco tienen que ver con las de entonces. Durante el coloquio, un preso de Sanlúcar de Barrameda apunta al respecto: "Tenemos que sentirnos unos privilegiados. Somos el fruto de aquel sufrimiento". Zambrano, que asegura que es "un honor" participar en un acto de esta naturaleza, afirma que en aquellos años "la cárcel no era un paréntesis, era otro lugar para la lucha. Los presos se organizaban para aprender unos de otros, de noche, a escondidas". Los reclusos se interesan por la reacción de los críticos. Zambrano responde para que todos lo entiendan: "Algunos han dicho que es maniqueísta, de buenos y malos. Los que ganaron la guerra no tuvieron compasión cristiana, fueron malos, unos hijos de puta, pisotearon al bando vencido".

"Los que ganaron la guerra no tuvieron compasión cristiana, fueron malos, unos hijos de puta"

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Los reclusos no esquivan los temas espinosos en sus intervenciones. Uno apunta: "A los vascos les pasa lo mismo que a los presos de entonces. Los tienen lejos de casa y con un régimen diferente". En un módulo especial de la cárcel de Huelva, hay varios condenados por crímenes etarras. Otra presa, que perteneció a los GRAPO, se queja de "falta de libertad de expresión". Llegó el final, demasiado pronto. Los más de mil habitantes de la institución deben irse a comer. Zambrano se despide con buen humor: "Hay que portarse bien, chicos. A ver si podemos cerrar las cárceles". Algunos responden "ojalá" en medio de una ovación general.

Colgadas de las paredes del salón de actos de la prisión, las dedicatorias enmarcadas de profesionales del cine como Concha Velasco, Alfredo Landa o José Sacristán recuerdan que ellos en una ocasión también estuvieron allí. De manera paralela al Festival de Cine Iberoamericano, los reclusos de la prisión de Huelva viven su propio certamen desde hace 24 años. Ven todas las películas de la sección oficial y eligen a su favorita, que se lleva la Llave de la Libertad. También reciben la visita de muchos de los cineastas participantes. El año pasado, el premio fue a parar a la venezolana Hermano, que curiosamente también ganó el Colón de Oro, que otorga el jurado oficial. El propio protagonista de la película reconocía en su momento que no sabía cuál de los dos galardones le hacía más ilusión.

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