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Un buen proyecto mal ejecutado

El sector editorial alaba la idea de biblioteca universal de Google Books, pero considera que debe ajustarse a las reglas del copyright

 

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Google es una de las empresas con mejores beneficios económicos por una razón irrefutable: es rapidísima a la hora de cazar buenas ideas y ponerlas en marcha. Ahí está su mejor ejemplo: un buscador simple y claro, utilizado por más del 90% de los usuarios en España. Google es veloz e inteligente. Golpea primero y por eso, siempre golpea dos veces.

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Con su proyecto libros ha ocurrido lo mismo. En 2004, la compañía tuvo la brillante idea de crear una enorme biblioteca universal, Google Books, antes de que a nadie se le pasara por la cabeza. Un servidor que reuniría millones de títulos en la red para que pudieran ser consultados por otros tantos billones de usuarios. Una especie de Biblioteca de Alejandría en la red.

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Para conseguirlo, Google digitalizó obras de las bibliotecas norteamericanas 12 millones, según los datos de Reuters sin tener en cuenta que muchas de ellas tenían copyright.Fue en ese momento cuando estalló el conflicto entre la compañía y la Asociación de Autores y Editores de EEUU. Una guerra que supuestamente había culminado en 2008 con un acuerdo entre ambos que garantizaba la explotación de las obras por parte de Google y una indemnización para los titulares de los derechos. Sin embargo, el pasado 22 de marzo la situación sufrió un vuelco: el juez Chin de Nueva York denegó el acuerdo al considerar que eliminaba a la competencia y no aseguraba que la compañía pidiera las licencias necesarias a las entidades de gestión de derechos para digitalizar obras descatalogadas y huérfanas.

Tras la resolución del juez Chin, que Google ya anunciado que será recurrida, se encuentra, además de la presión de las empresas competidoras como Amazon y Microsoft, la que se ha ejercido desde la Unión Europea exigiendo el respeto a los derechos de autor, ya que en esa digitalización también había autores del viejo continente. De hecho, según confirma Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación del Gremio de Editores (FGEE), "desde España pedimos que se identificaran las 600.000 obras de autores españoles, pero no han dicho nada. Nosotros no pensamos que el proyecto de Google fuera malo, pero su fallo ha sido la soberbia y la prepotencia".

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Esta sensación de que la idea deGoogle era buena, pero que ha sido mal ejecutada cunde en todo el sector editorial y los expertos consultados por este periódico. "Todos queremos que las obras estén a disposición de todo el mundo, pero antes de digitalizar hay que pedir las licencias necesarias, ya que las bibliotecas nunca son las titulares de los derechos", admite Magdalena Vinent, directora del Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO), quien señala que la Comisión Europea ya está trabajando en una licencia común que conseguirá aunar la legislación de todos los países para las obras descatalogadas y huérfanas. Está previsto que se llegue a un acuerdo en abril.

No obstante, tras la batalla entre Google y la UE también se esconde un choque cultural que radica en la esencia del proteccionismo frente al libre comercio. Como reconoce el experto en cultura digital y autor del blog Libros y Bitios, José Antonio Millán, "la actuación de Europa ha sido la de orgullo herido. Europa se cree en posesión de la cultura y ha visto cómo una compañía americana se ha hecho con el pastel, y además, muy bien, ya que han desarrollado un buscador de libros simple y claro. Impecable. Es un enfrentamiento entre dos concepciones culturales", afirma. Como ejemplo, Millán recurre a las bibliotecas físicas: "En EEUU ni siquiera necesitas un carné y aquí tienes que pasar muchos trámites para conseguir sacar un libro".

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Google Books también significa la victoria del dinero privado frente al público en lo que a inversión cultural se refiere. Europa se puso las pilas con una biblioteca digital Europeana, configurada con los fondos de las bibliotecas nacionales europeas en 2008, cuatro años después de que Google hubiera dado los primeros pasos. "Las instituciones públicas son las que deberían haber emprendido la digitalización mucho antes que Google. Ahora van a ir siempre por detrás", señala Javier Celaya, director del portalDosdoce.com. Sin embargo, como se pregunta Ávila, "¿se va a invertir dinero público en cultura cuando los gobiernos tienen millones de parados? En ese contexto, el dinero que puede invertir una empresa privada lleva las de ganar. Y el problemade Europeana es que tuvo demasiadosmiramientos, mientras que Google tiró por la calle de enmedio".

De momento, la compañía ya ha señalado que no va a parar en su gran proyecto bibliotecario, aunque se tendrá que adecuar a nuevas normas. "Lo más importante es que se impone el principio del consentimiento previo: preguntar antes de ejecutar", advierte Celaya. Un pequeño triunfo de la vieja Europa.

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