Este artículo se publicó hace 12 años.
Los asesinos en serie más ilustrados de la historia del cine
Hoy se estrena 'El enigma del cuervo', película en la que un perturbado mata inspirado por las obras de Edgar Allan Poe. Antes que él otros salpicaron de erudición sus crímenes en serie
María José Arias
Repulsión, miedo, desasosiego. Son algunas de las sensaciones que pueden provocar en el espectador las películas con asesinos en serie como protagonistas. Da igual que se esté sumergido en la oscuridad de una sala o en la comodidad del salón de casa. Estos ‘serial killers', en su mayoría, están motivados por un trauma infantil o adulto que les convierte en monstruos que solo encuentran sentido a su existencia cercenando la vida de sus semejantes. Pero en todo ese enjambre de locos asesinos existen algunos con un intelecto portentoso, que rizan el rizo del crimen dotando a sus deplorables actos de un plus de intelectualidad. En este selecto club de asesinos en serie cultos acaba de entrar el retratado en El enigma del cuervo, un criminal que orquesta sus actos siguiendo los textos escritos por Edgar Allan Poe (John Cusack) y cuya historia llega este viernes a la cartelera.
El enigma del cuervo plantea a qué podría haber dedicado sus últimos días Poe, quien murió tras aparecer en un parque totalmente desorientado después de una misteriosa desaparición. La película, escrita por Ben Livingston y Hannah Shakespeare, dibuja a Poe como un hombre de un talento exquisito para el terror y el misterio, romántico hasta las últimas consecuencias, irónico, brillante por momentos y con una adicción al alcohol que lo carcome. En la película -pura ficción salvo por el personaje de Poe-, un perturbado decide dar vida a los textos del escritor estadounidense convirtiendo en reales los crímenes de sus obras. El cuervo, Los asesinatos de la calle Morge o El corazón delator sirven al asesino como guión para sus atrocidades y Allan Poe es el único que puede ponerles fin. Él tiene en su poder todas las pistas para dar caza al culpable que se oculta en el anonimato.
Como el asesino de 'El enigma del cuervo', otros anteriormente buscaron una justificación intelectual a sus crímenesEl asesino de El enigma del cuervo usa los textos de Poe como inspiración de la misma manera que otros antes que él buscaron una justificación intelectual a sus acciones. Un libro en concreto era también el culpable de los asesinatos que angustiaron a los inquilinos de la abadía donde transcurren los hechos narrados por Umberto Eco en El nombre de la rosa, llevados magistralmente al cine por Jean-Jacques Annaud en 1986. Guillermo de Baskerville (Sean Connery) es una suerte de Sherlock Holmes del Medievo y con hábito que es designado para descubrir al asesino que tiene aterrorizados a los monjes.
Baskerville descubrirá con la ayuda de su discípulo Adso de Melk (Christian Slater) que todo se debe a un libro de cuya existencia se dudaba y que se esconde entre los muros de la abadía. Este no es otro que el segundo tomo de la Poética de Aristóteles. Detrás de él y de la lucha de algunos de los monjes por ocultarlo se esconde la razón de las muertes. Moviendo los hilos, el bibliotecario Jorge de Burgos. Este, en su afán por mantener en las tinieblas la existencia del volumen, unta sus páginas con un veneno que ingieren los osados lectores con el simple gesto de humedecerse los dedos para pasar las páginas. Todo porque considera que la risa está reñida con la fe.
La palabra escrita vuelve a ser fuente de inspiración para un desequilibrado con ínfulas de erudito en Seven. Kevin Spacey es un Juan Nadie cualquiera al margen de una sociedad oscura y corrupta a la que quiere dar una lección. Los siete pecados capitales según los refleja Dante Alighieri en La Divina Comedia establecen su modus operandi. Gula, avaricia, envidia, soberbia, lujuria, pereza e ira, cada uno con su correspondiente asesinato. Ese John Doe que quiere castigar a los pecadores urde un complejo plan para llevar a cabo su obra perfecta en la que cada pieza del puzzle aparece en el momento justo.
El asesino en serie de Seven toma precauciones para no ser cazado como borrarse las huellas dactilares. No busca el protagonismo con fin último. El polo opuesto de la escala del ego acoge al mítico doctor Hannibal Lecter, un erudito al que le gusta asombrar a sus visitas con su retórica y su gran intelecto. Lo que no saben quienes se sientan a la mesa con él (al menos hasta que es detenido e internado) es que su mayor afición no es la lectura, sino devorar carne humana. El origen de la leyenda de Hannibal Lecter, uno de los asesinos en serie más aplaudidos del cine y al que encarna Anthony Hopkins, se encuentra en la novela de Thomas Harris (1988), que en 1991 se convirtió en la película El silencio de los corderos.
Si el canibalismo resulta retorcido, aún lo es más el motivo de Jean Baptiste Grenouille (Ben Whishaw), protagonista de El perfume. Lo que busca con sus asesinatos es conseguir capturar un olor muy particular: el corporal. Se enamora de esa fragancia. Y en su afán por atraparla en un pequeño frasco de cristal es donde nace su afición a matar. Él es realmente bruto e inculto. Son sus crímenes los elevados, por la razón que los mueve y el complejo ritual de alquimia que implican.
De la realidad a la ficciónPor desgracia para todos, los asesinos en serie no existen solo en el cine. En la vida real también los hay y algunos de ellos han sido el germen de películas. Así pasa con Zodiac, un asesino de los años sesenta en Estados Unidos cuya historia capturó David Fincher en 2007. Zodiac enviaba criptogramas para retar a investigadores y periodistas a desvelar lo que se escondía tras ellos. No todos llegaron a ser descifrados. La película se centra sobre todo en la obsesión del caricaturista Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal) por descifrar esos mensajes y dar con la identidad del asesino.
Real fue también Jack el Destripador, sin duda el asesino en serie más famosos de la historia. Mucho se ha escrito sobre su supuesta identidad y sus motivaciones. Una de esas teorías es la de que era el médico de la familia real británica y que sus actos respondían a mandatos masónicos para encubrir un oscuro secreto de la monarquía. Esta rocambolesca historia que Alan Moore narró en su novela gráfica From Hell fue recogida en 2001 dando como resultado una película de dudosa calidad.
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