LONDRES
El francés Jean Dubuffet (1901-1985) lleva de la mano a sus dos artistas españoles favoritos, Miguel Hernández Sánchez y Joaquim Vicens Gironella, en la exposición Belleza brutal (Belleza Brutal) en el centro Barbican de Londres, abierta hasta el próximo 22 de agosto. Dubuffet era una mente inquieta. No solo, como Pablo Picasso, experimentó y superó un tropel de estilos y materiales artísticos, sino que además teorizó sobre qué es el arte, y arropó a los que encajaban en su doctrina de arte brut o outsider (en bruto o marginal). "Aspiro a un arte directamente conectado con la vida cotidiana, que surja de esa existencia, que emane de nuestra verdadera vida y de nuestros estados de ánimo", escribió en su manifiesto Posiciones anticulturales.
Para prescindir de filtros e influencias culturales o académicas en el arte, Dubuffet acudió a los manicomios, a la producción de los parias y de la infancia o a los artistas autodidactas que no habían pisado una escuela ni recibido una lección o consejo en su vida: el instinto creador brotando como, y desde, la naturaleza. La Guerra Civil española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) le retrasaron sus proyectos para materializar sus teorías, sin embargo, le proveyeron de una cantera de nombres y apellidos que, quizás, no hubiese encontrado antes. En los centros psiquiátricos de Francia, Alemania o Austria, la guerra mundial había hecho mella. Un sector de españoles, perseguidos por el franquismo, se refugió en Francia. Entre estos artistas exiliados, o exiliados artistas –el orden de los elementos no altera el resultado–, se hallaban Miguel Hernández y Joaquim Vicens Gironella.
Hernández pintó por primera vez en 1929 dibujos realistas de la naturaleza, de memoria o imaginarios
Miguel Hernández, homónimo del poeta, nació en una familia de campesinos en una aldea cerca de Ávila en 1893. De joven emigró a Brasil y Argentina hasta su regreso a Madrid donde trabajaba de peluquero y administrador de publicaciones políticas, primero contra la dictadura de Primo de Rivera, después a favor de la II República por la que luchó en los frentes. En 1929, a los 36 años de edad, sintió por primera vez el impulso para pintar: dibujos realistas de reproducción de la naturaleza, de memoria o imaginarios. Lo dejó pronto. En 1938, se casó. Al cabo de diez meses, el matrimonio tuvo que refugiarse en un campo de concentración francés; ella regresó a España, él deambuló hasta llegar a París. Volvió a pintar y se convirtió en el poeta del lienzo: el gusto por lo fantástico y por el interior humano; perfiles de rostros estereotipados, raros y como vacíos; actitudes vehementes al mismo tiempo que yertas e inmóviles, y una apariencia de falacia en todo.
Dubuffet escribe sobre Hernández lo siguiente: "Miguel vive ahora, pobre, en el barrio de Belleville, en París, en una habitación como una caja de zapatos junto a la fuente de un patio. De vez en cuando recoge una propina de los americanos destinada a los refugiados españoles con la que se alimenta un mes. Necesita poco para vivir. Las personas cuya infancia fue dura y frugal pasan con lo mínimo. [...] En la habitación pinta incansablemente el retrato de su esposa a la que nunca más ha visto. [...] Un mensajero, a quien le encargó que la encontrase en Madrid, no tuvo el coraje de informarle de que ella vivía en paz, desde hacía tiempo, con otro compañero". Miguel murió el 5 de enero de 1957 en el hospital Saint-Joseph de París en el que había ingresado para ser operado de un cáncer de estómago. En 2003, su obra 7 Passage Ronce, donde vivía en la miseria, se vendió por 12.000 euros.
Hernández se limitó a los materiales tradicionales, no obstante, el arte brut se caracteriza por el uso de todo tipo de medios, desde las mariposas pintadas o disecadas de Dubuffet (continuadas por Damien Hirst) hasta el desafío del corcho de Joaquim Vicens Gironella, el otro artista presente ahora en Londres. Gironella nació en Angullana (Girona), zona de cultivo de alcornoques, en una familia de artesanos del corcho. Fue escolarizado y se incorporó al Ejército republicano en 1936. Como Miguel Hernández, tuvo que huir de su España para salvar la vida. Esa vida cotidiana y emotiva de la que surgía el arte, según Dubuffet. La primera parada de Gironella en el periplo del exilio fue un campo de concentración, cerca de Carcassonne, después Toulouse, donde entró a trabajar en una fábrica de corcho y se casó con la exiliada Paz Santiago en 1943.
Gironella crea desde 'Ritmos flamencos' hasta figuras de santos y vírgenes contradiciendo la teoría del arte 'brut'
Gironella trabajaba el corcho como medio para ganarse la vida y lo mecía como medio de comunicación artística; hacía relieves y esculturas tridimensionales. En París, Dubuffet, que había heredado un negocio de vinos de su familia, fue a comprar tapones de corcho para botellas a un proveedor en cuyo despacho vislumbró una escultura rara de corcho. El artista y productor de vinos preguntó por el autor de la obra; ahí nació la relación entre el francés y el exiliado en Toulouse. Gironella crea desde Ritmos flamencos hasta figuras de santos y vírgenes contradiciendo la teoría del arte en bruto, inmune a postulados culturales, religiosos o históricos.
Algunas obras de Gironella se presentan en la colección permanente del Museo del Corcho de Palafrugell (Girona), en cambio, Miguel Hernández es desconocido en España. El Museo Reina Sofía, que ha dedicado muestras a outsiders como el mejicano Martín Ramírez (1895-1963), ignora a los españoles que sí están representados en los dos museos más importantes de este arte en Europa: la Colección de Arte Brut de Lausanne (Suiza), la de Jean Dubuffet, y la ABDC (Arte Brut Conocimiento y Difusión) en París. En estos dos centros no solo están Hernández y Gironella, sino que destacan también Josefa Tolrà (Cabrils, Barcelona,1880-1959) con su obra de llanto por los hijos muertos; Anselmo Boix Vives (Herbeset, Castellón 1899- Grenoble 1969), el pintor que hacía llover; el caso clínico de Miguel Rodríguez (¿Almería?1926- Béthune, Francia,1987); la espiritista Georgiana Houghton (Palmas de Gran Canaria 1814- Londres 1884); Ignacio Carles-Tolrà (Barcelona 1928-Santander 2019) con su humor menos brut de lo habitual en el grupo; o Jean Pous (San Julián de la Junquera 1875- Boulou 1973) con sus obras de regreso a la infancia. La infancia que todos ellos acarrearon hasta el final de sus vidas.
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