Amin Maalouf: el reconciliador
El escritor francolibanés gana el Príncipe de Asturias de las Letras por "trazar una línea propia hacia la tolerancia". En su último libro, El desajuste del mundo', defiende que la cultura es la única
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Capitalistas, marxistas, místicos, laicos, fanáticos, republicanos, nacionalistas, europeos, árabes, asiáticos... Nadie se salva. La pluma de Amin Maalouf (Beirut, Líbano, 1949) sólo obedece a una ciega y férrea defensa de la humanidad, de los derechos humanos universales, de la convivencia. Es por este compromiso que el escritor libanés con nacionalidad y residencia francesa ganó ayer el Príncipe de Asturias de las Letras. El jurado consideró que su obra "traza una línea propia hacia la tolerancia y la reconciliación, un puente que ahonda en las raíces comunes de los pueblos y las culturas, frente a la desesperanza, la resignación o el victimismo".
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Amin Maalouf todavía era un niño cuando, una Navidad, varios alumnos de su padre acudieron a su casa para rendir homenaje al maestro, para agradecerle su educación. Casi medio siglo después, exiliado en París desde 1976, Maalouf no se cansa de contar esta anécdota. Porque es más que un recuerdo: fue cuando entendió que la educación es la solución para salvar a la humanidad de sus males. "No pretendo tener la solución, pero sí pistas", explicó ayer a Público en una conversación telefónica. "Lo importante es la educación, hay que educar a la gente a vivir juntos. Tenemos que vivir juntos y por eso debemos tener un gran conocimiento del otro, aprender su idioma, leer su literatura. Debemos sentir al otro, ir más allá de los prejuicios".
Las obras de Maalouf, casi todas novelas, muestran la necesidad de coexistencia. Como un Albert Camus de nuestra época, Maalouf defiende a muerte las diferencias y el respeto de ellas. No hay nada peor que la cerrazón para irritarle. En León el africano (1986), uno de sus libros más famosos, narra la vida de un moro de Granada que viajó por África y el Mediterráneo en nombre del humanismo. Maalouf también viajó, cuando era un joven periodista de la revista Jeune Afrique. Fue a Vietnam, Haití, Angola, Mozambique, a países acosados por la guerra. Viajes que confirmaron ya su sentencia: el mundo va mal, muy mal. Y no parece dispuesto a mejorarse. En Las cruzadas vistas por los árabes (1983) dio la vuelta a la Historia para ver las cosas desde otra perspectiva, la otra orilla.
"Lo importante es la educación, hay que educar a la gente a vivir juntos"
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"No hay que dejarse llevar por la desesperanza. No podemos ni debemos llorar, porque si las cosas no mejoran, podrían ir a peor", analizó. Su última obra publicada no es una novela, sino un ensayo, en el que el escritor confiesa alto y claro su preocupación por el futuro de la humanidad. En El desajuste del mundo. Cuando nuestras civilizaciones se agotan (Alianza, 2009), Maalouf describe un mundo "que asiste al retorno de las identidades, un mundo donde la democracia está a merced de la escalada de los conflictos", explicó el escritor. "Saber si seremos capaces de vivir juntos en paz y armonía es una pregunta cuya respuesta es incierta".
El escritor ya había denunciado en Las identidades asesinas (1998) la locura que lleva a los humanos a matarse entre ellos en nombre de una etnia, una lengua, una religión...
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Profesora de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid, Luz Gómez García considera que "el gran elemento que distingue a Maalouf es ser libanés, porque muestra un Mediterráneo que une al mundo árabe y Europa. Es el mejor ejemplo del escritor mediterráneo, que mezcla idiomas y culturas".
Maalouf contesta: "Ser libanés ayuda a descubrir cosas desde pequeño, es un país donde se aprende la coexistencia, aunque no signifique que queramos vivir juntos".
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Maalouf asistió desde París a cómo su país se desmembraba entre 1975 y 1989. Huyó y aprendió del exilio. Por eso, para ilustrar sus ideas, recurre a lo que mejor conoce: las relaciones entre Occidente y Oriente Próximo. Denuncia las fracturas imaginarias entre las orillas del Mediterráneo: "Lo que reprocho al mundo árabe es la indigencia de su conciencia moral; lo que reprocho a Occidente es su propensión a transformar su conciencia moral en herramienta de dominación". Occidente es "incapaz de transmitir los valores universales".
"Oriente Próximo y África se están muriendo porque así lo quiere Occidente"
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Y reitera sus "pistas" para alcanzar la paz: la educación, la sanidad, la cultura y la democracia son valores universales que "no sólo valen para Europa; no existen pueblos en el mundo cerrados a la democracia". "La democracia es el mejor producto de exportación", insistió. Nada de discursos tercermundistas, del tipo "Oriente Próximo y África se están muriendo porque así lo quiere Occidente". Maalouf denuncia a "dirigentes sin legitimidad, a movimientos clandestinos que declaran guerras a países vecinos".
Gómez García se pregunta, sin embargo, si su mensaje llega hasta Oriente Medio, donde "se suele ver a Maalouf como un escritor de la otra orilla. Es difícil saber cómo se percibe su obra allí, porque él escribe en francés, lengua de una antigua potencia colonial", dice. Tras la marroquí Fátima Mernisi, en 2003, es la segunda vez que el Príncipe de Asturias de las Letras recae a un autor árabe que escribe en francés. Un dato llamativo, según Gómez García. El idioma no es la cuestión, le responde Maalouf, quien está seguro de que sus ideas llegan a Oriente. No sabe por qué eligió el francés para escribir, aunque asegura que volverá al árabe, un idioma que "echa de menos".
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El mensaje de Amin Maalouf es la paz. Simplemente. Piensa en Gaza y concluye: "No seamos ingenuos, no podremos acabar con la violencia, pero tenemos los medios para inventar un mundo plural y sin guerras. Necesitamos esta paz".