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Alberto San Juan: "Si no tenemos voz en el precio de la luz, el pan o la vivienda, no vivimos en democracia"

Alberto San Juan, en la obra 'Lorca en Nueva York', que se representa en el Teatro Bellas Artes de Madrid. — Miguel Pla

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madrid, Actualizado:

Alberto San Juan (Madrid, 1968) reivindica el tiempo libre e improductivo frente a la ilógica capitalista. Sin embargo, no se concede un minuto de respiro. Protagoniza la película El cuarto pasajero (Álex de la Iglesia) y la serie Balenciaga (Disney+), cuyo estreno está previsto para el próximo año. Sobre las tablas, en Madrid dirige la obra Lectura fácil (Teatro Valle Inclán), basada en la novela de Cristina Morales, y borda al poeta granadino en Lorca en Nueva York (Teatro Bellas Artes).

A este ritmo, le va a dar un síncope.

No me puedo quejar. O sí me puedo quejar de mí mismo, porque creo que debemos aspirar a una vida donde el ocio —es decir, el tiempo libre e improductivo desde el punto de vista capitalista— sea mucho y tenga importancia. Lo necesitamos para intentar aprender a vivir mejor y a convivir, antes de que se haga realidad la posibilidad de la extinción humana. Tenemos que encontrar la salida del atolladero en el que nos encontramos y que ser capaces de imaginar otro mundo y de ponerlo en marcha. Para eso, necesitamos mucho tiempo libre.

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Su reflexión se contradice con su carga de trabajo. Entiendo que no le pueda decir que no a Álex de la Iglesia, pero se ha embarcado en varios proyectos propios por una cuestión de autoexigencia, ¿no?

Responden a una ​​inquietud personal. El proceso para llevar a escena Lectura fácil fue largo y a veces pensaba: "¿Para qué hacer tanto?". Hay tanta gente haciendo tantas cosas maravillosas, que a veces me pregunto: "¿Qué secretas intenciones o pulsiones me llevan a hacer tanto?". Algunas no contribuyen a mi felicidad, como el afán de protagonismo o de ocupar algún tipo de posición relevante o de poder.

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​​¿Quizás las nuevas generaciones ya reclaman más tiempo libre?

No tengo esa percepción, pero eso no quiere decir que no sea así. Ojalá... Yo votaría a un proyecto político que prometiera no más trabajo, sino más tiempo libre. Hace poco, en una entrevista me quejaba de que trabajaba demasiado. Alguna persona me reprochó que dijese eso cuando hay gente que lo está pasando tan mal. Evidentemente, hay que ingresar lo suficiente para tener las necesidades básicas cubiertas, porque vivimos en una sociedad capitalista en la que debes luchar con mucho esfuerzo para poder sobrevivir.

Lorca, un anticapitalista en Nueva York.

Lorca era un anticapitalista feroz, hasta el punto de que describe el capitalismo como un sistema cruel que nos tiene sordos y encadenados. No se anda con medias tintas, ni habla de humanizar o mejorar el capitalismo, porque piensa que la única solución es cortarle el cuello. Lorca critica el sistema que convierte la vida en mercancía para ser comprada y vendida, porque provoca que inevitablemente se degrade.

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Alberto San Juan, en la obra 'Lorca en Nueva York', acompañado de su banda. — Miguel Pla

Sorprende la vigencia de un discurso pronunciado en 1932, así como la literalidad del texto de Lorca en Nueva York. Todavía respira.

Hay autores y autoras que aciertan de tal manera en lo que le interesa al ser humano que su obra nunca caduca. Walt Whitman, en unos versos de Hojas de hierba, viene a decir: "Esto que tienes entre las manos no es un libro, soy yo hablándote a ti, estés en el tiempo que estés y hayan pasado los años o los siglos que hayan pasado desde que yo he escrito estas líneas. Te estoy hablando aquí y ahora".

Podría parecer que usted le metió mano al texto, pero no.

No he tocado nada para acercarlo a la actualidad. Solo he suprimido algunos pasajes para que el relato fuese más fluido y para introducir más poemas. A veces eran imágenes de un misterio tal que me resultaban inaccesibles, por lo que no me sentía capaz de recitar algunos versos.

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Cuando Lorca se pone complejo, si no se le entiende, se le escucha: la musicalidad.

Él mismo lo dice en el texto: "No puedo explicar nada sino balbucir el fuego que me quema". Y anima a intentar no entenderlo racionalmente, sino a dejarse llevar y a escuchar con el cuerpo entero, sin separar alma y razón.

Usted es muy Lorca sin pretenderlo.

No existe registro grabado en su voz, ni prácticamente ninguna imagen suya filmada, apenas unos segundos de una representación de La vida es sueño por La Barraca. Solo hay fotos, testimonios y lo que uno pueda entender de la lectura de su amplísima obra, que abarca teatro, poesía y prosa.

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Alberto San Juan, en la obra 'Lorca en Nueva York', que se representa en el Teatro Bellas Artes. — Miguel Pla

Aunque está arropado por una banda de empaque, ¿prefiere trabajar solo o acompañado, sea en teatro o en el cine?

En Lorca en Nueva York somos cinco: yo me encargo del texto y Claudio de Casas, Pablo Navarro, Gabriel Marijuán y Miguel Malla, de la música. Estar solo en el escenario tiene su gracia y su atractivo. Sin embargo, al margen de las cuestiones presupuestarias y de organización, prefiero los espectáculos con música en directo y varios actores y actrices. En todo caso, nunca estás solo, porque tienes al público enfrente. Aunque sea un monólogo, siempre es un acto colectivo.

Cambiando de tercio, a priori no parece nada sencillo llevar Lectura fácil a escena.

Cuando leí el libro de Cristina Morales, lo vi claro, porque estaba lleno de acción dramática y de fuerza teatral.

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No cabe duda, pero la complejidad está en el salto del papel al escenario.

Yo no soy escritor, sino un actor que a veces escribe y dirige. He escrito seis o siete obras originales y ninguna me había costado tanto trabajo como esta adaptación. Me gustan cada una de las 424 páginas de la novela y ha sido doloroso prescindir de algunas. El reto era hacer una selección que mantuviese la gracia, el humor y la potencia crítica del libro.

Y la interpretación.

Me parecía complejo, pero siempre confié en la adaptación, porque los personajes, los diálogos y la historia tienen una gran potencia dramática.

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Hay una crítica durísima al poder del Estado sobre las mentes y los cuerpos. ¿Cuál es el mensaje de la obra? O, si lo prefiere, ¿qué le impactó más de la novela?

El piso tutelado donde viven las cuatro protagonistas, con discapacidad intelectual, es una metáfora de nuestra sociedad, donde todos estamos discapacitados por el sistema a la hora de participar en las decisiones que determinan nuestra vida en común.

Los y las protagonistas de la obra sufren, además, una doble infantilización.

Absolutamente. Hay tres intérpretes con parálisis cerebral y todos coinciden en que siempre han sido tratados como personas sin deseo sexual, o sea, como niños. Solo porque sus cuerpos son diferentes desde el punto de vista de la norma. Ahora bien, ¿qué cuerpo no es diferente?, ¿qué persona no tiene necesidades propias, o sea, especiales o singulares?, ¿quién no es diverso respecto a los demás?, ¿quién se ajusta al canon del David de Miguel Ángel? Solo cuatro gatos...

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El sistema también busca que tengan un comportamiento "normal", cuando la propia sociedad no es normal.

El concepto "normal" es una ficción que se utiliza para conseguir el sometimiento de la población. La normalidad es una pirámide jerárquica en la que están los que son normales del todo y luego los menos normales. Lo normal cien por cien sería el hombre blanco, heterosexual y con dinero. Él es el dueño. Esa figura, históricamente, ha establecido la norma y el resto ha sufrido algún tipo de subordinación.

Aunque esa normalidad puede ser una apariencia que no se corresponde con su ser interior.

Por supuesto. Antes de Lectura fácil, yo hubiera dicho: "Hay gente normal y subnormal". Luego: "Hay gente normativa y diversa funcionalmente". Hoy solamente digo: "Hay gente". Todas y cada una de las personas somos diferentes. Nadie es autosuficiente. Y todas somos vulnerables, porque en algún momento necesitamos la ayuda mutua. En una sociedad que se basara en cuidarnos unos a otros, no haría falta establecer una norma.

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Alberto San Juan adapta al teatro la novela 'Lectura fácil', de Cristina Morales. — CDN

Cuando una de las protagonistas testifica ante la jueza, encarna la sensatez —por no decir la normalidad—, mientras que la magistrada no representa lo razonable, sino la legalidad, que no tiene por qué ser justa ni juiciosa.

Irantzu Varela ha planteado que la idea de normalidad nos hace aceptar como normal vivir en un mundo donde existe la pobreza y la desigualdad, unos que mandan y otros que obedecen. Por lo tanto, para conseguir la emancipación y la igualdad hace falta un proceso de desnormalización.

Cristina Morales reparte a diestra y siniestra.

Ella indaga en las contradicciones, las tensa y las extrema. Por ejemplo, el personaje de Nati dice que los anarquistas son unos fachas. Eso es interesante, porque la novela no describe un mundo en blanco y negro, sino otro muy contradictorio.

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También plantea el miedo al sexo como represión.

El sexo es uno de los ámbitos donde hay más represión. De hecho, ¿por qué una escena de sexo explícito, que no real, llama tanto la atención en una obra teatral? ¿Qué tiene de extraño?

¿El sexo es subversivo?

En un contexto opresivo, cualquier acto de libertad es subversivo, como mantener relaciones sexuales libres.

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Una jueza puede decidir si esteriliza a una mujer. ¿Por qué no esterilizar a un hombre?

Entre 2008 y 2020, más de mil mujeres incapacitadas judicialmente fueron esterilizadas sin su consentimiento. El año pasado fueron ilegalizadas estas prácticas, una prohibición que responde a una demanda de la ONU, aparte de a las convicciones de este Gobierno. Por lo tanto, ​​si antes esterilizaban a mujeres con discapacidad intelectual porque consideraban que no iban a tener la capacidad de criar a un hijo, pues lo mismo podrían haber hecho con los hombres.

Nati dice verdades como puños: "Una loca".

En determinados contextos y épocas, si una mujer dice la verdad es una loca o está faltando al respeto.

Los protagonistas de la obra son personajes revulsivos vistos como repulsivos.

Marcos Mayo, uno de los intérpretes —con parálisis cerebral, que le afecta al movimiento y al habla—, me cuenta que diariamente se encuentra con gente que le aparta la cara, porque le resulta molesto cruzar la mirada con él. Esto sucede porque hay una norma que nos dice que Marcos no es normal y que, por lo tanto, su presencia es incómoda.

Incluso el público podría caer en el paternalismo o en la condescendencia cuando aplaude a rabiar una actuación.

No sé si aplauden por el esfuerzo que supone o porque les gusta el monólogo. Aunque, en realidad, no les cuesta actuar.

Al margen de estas y otras obras que ha escrito, dirigido e interpretado, ¿cuál es la frontera entre la denuncia y el panfleto?

En un sentido peyorativo, un panfleto consiste en decirle al otro lo que debe pensar. La labor del teatro pasa más por plantear preguntas que por ofrecer respuestas cerradas y por plantear contradicciones antes que por dar soluciones. Ahora bien, puedes querer no ser panfletario y a veces resultarlo. En todo caso, a lo largo de la historia hay grandes ejemplos de panfletos maravillosos, que merecen ser reivindicados.

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