Este artículo se publicó hace 2 años.
Albert Serra: "No creo que exista una solución política no cruenta"
La película del cineasta, la única española que aspiró a la Palma de Oro en la última edición de Cannes, retrata un universo decadente, sucio moralmente y poblado por políticos corruptos, mediocres, conformistas e idiotas útiles, en medio de la deslumbrante belleza de un paraíso.
Madrid-Actualizado a
Decadente, mediocre, moralmente sucio, habitado por "conformistas e idiotas útiles", invadido por el "puritanismo y el oscurantismo". Así es el mundo que retrata el cineasta Albert Serra en su nueva película, Pacifiction, relato de una sombría paranoia, alimentada por "la angustia de la incertidumbre" y que crece en medio del paraíso de Tahití, en la Polinesia francesa.
Único título de un cineasta español que compitió por la Palma de Oro en el Festival de Cannes, en este deslumbrante ejercicio de cine reside un descomunal Benoît Magimel, en el papel del Alto Comisionado francés De Roller, un tipo de modales intachables, obsesionado por descubrir si es cierto el rumor de que Francia va a reanudar los ensayos nucleares en la zona. Y en su investigación, cada día más enajenada, hay humor, suspense, reflexión… atmósferas contaminada por políticos corruptos –"la política es una discoteca"... y por mentalidades degeneradas que identifican "un casino con la quintaesencia de la libertad".
Se ha ido al paraíso para contar una historia siniestra
Era la idea inicial. Se trataba de encontrar en el paraíso, si es que puede existir en este mundo, el lado oscuro, la pérdida de la inocencia... la política también, la sociedad... Este contraste es lo que me atraía. También ir a un sitio desconocido, lejano. Eso siempre ayuda, en mi caso, por la forma de rodar que yo tengo. Es una forma de enfrentarme sin prejuicios a un sitio que nadie conoce. Llegar con unas ideas de guion, con un conflicto conceptual, unas constantes de tono, de atmósfera… que más o menos sí están claras o, al menos, que se pretende que se pueden encontrar allí.
Cuando dice tono, ¿se refiere a la oscuridad, la decadencia, la ambigüedad?
Sí, porque me gusta que en las imágenes se mezclen los tonos y que no sepas delante de qué tipo de película estás, que fluctúe, que sea un poco volátil. Parece una película seria, una reflexión, con momentos muy tensos, con diálogos, después hay algo de comedia, algo espectacular, una especie de thriller, también el absurdo o momentos muy tensos de anticlímax... Los momentos de anticlímax no existen en las películas convencionales, porque los eliminan. Es una cosa que hoy tiene más sentido que nunca, sobre todo en la experiencia cine, porque las series, las películas convencionales lo evitan, evitan todo momento en que no se sabe muy bien qué pasa, en que parece que todo se queda parado...
La película se expande y va hablando de muchas cosas, política, colonialismo, ética...
De la solitud también, de una frialdad contemporánea, de una indiferencia, de un cierto cinismo no solo ligado al poder, sino que está contaminado y extendido...
¿Extendido hasta la suciedad moral? ¿De ahí esos personajes tan sucios?
"Es como la inocencia, para mantenerla viva hay que violentar cosas"
Sucios de mente, sí. Es algo que quería conservar de la película anterior, de Liberté, esta suciedad mental, quería que se destilara eso. No hay nada limpio, nada agradable, siempre hay algo que ensucia. Es algo que me gusta que esté ahí y creo que es la idea original de la película. Es una forma de suciedad que tiene que hacerlo alguien verdaderamente perverso, porque si vas en plan normal, no lo consigues. Es como la inocencia, para mantenerla viva hay que violentar cosas, hay que pagar un precio, no se mantiene sola. No, por quererlo, pasa, hay que forzarlo. Son dos extremos de la misma praxis.
También está en 'Pacifiction' la amenaza nuclear. Cuando hizo la película ni se imaginaría el grave conflicto hoy con la central nuclear de Zaporiyia...
Bueno, bueno... y a lo mejor va a pasar. Se acabó la I Guerra Mundial y pensaron que ya todos habían quedado hartos de eso, y no pasaron más que 20 años y ya estaba allí otra vez la segunda guerra mucho más grave. Lo que hace la película es que no deja claro nada, deja esa pequeña angustia de la incertidumbre.
¿Usted siente esa angustia?
Sí, yo creo que está en el mundo que vivimos, también a nivel de sociedad. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres. Hay unas tensiones que no se están reduciendo, se están amplificando. Va en aumento. Es sombrío.
¿Esa angustia le provocó de alguna manera hacer esta película?
No, todo nace más de desafíos formales. La idea era encontrar una película más o menos narrativa, con una peripecia ligera que evolucionara y permitiera meter observaciones sobre lo humano, permitiera hablar un poco de una forma más concreta del mundo en el que vivimos, pero que incluyera todas mis obsesiones de siempre.
¿Qué son?
Cierto radicalismo, amor por atmósferas indefinibles que contienen varios tonos al mismo tiempo, cierto gusto por hacer verosímil lo inverosímil, trabajar de forma orgánica con los actores para explicar una cosa absurda o para no explicar nada... Benoît Maginel y los otros actores son tan sorprendentemente, salvajemente orgánicos, que no puedes dejar de creerlos.
Observaciones sobre lo humano, ¿qué le interesa más de "lo humano"?
Quizás las contradicciones, algunas ambivalencias, buscar el lado oscuro de los buenos y el lado bueno de los malos, explorar esto, porque si no se cae en un cliché narrativo. La complejidad de la vida, de los sentimientos de uno, que son infinitamente mucho más complejos que lo que se ve en el cine, que ha simplificado tanto que parece un poco idiota, parece que se hacen películas para niños. Mantener viva una cierta percepción compleja de la vida, con elementos que se entrecruzan, que a veces son contradictorios, pero que sin embargo conviven a tiempo real en el mundo de uno... es muy difícil respetar eso en imágenes.
Volviendo a los personajes, además de sucios mentalmente, son tipos mediocres. ¿La mediocridad en lo artístico le afecta mucho?
La mediocridad es un problema de inacción, se expande porque se fundamente en la inacción de la gente que tiene que combatirla. Yo me siento bastante legitimado, porque lo que intento defender, lo defiendo en cada película y me la juego. No seré acusado de inacción en la defensa del compromiso.
"El camino reformista clásico no parece que haya triunfado"
Siento tristeza, sí, pero no suficiente como para pensar que existe una solución política no cruenta, y como lo cruento parece ser que no interesa a la gente... ¡Que se aclaren ellos! Milagros no hay. Por eso ganan los populismos extremistas, porque las soluciones no cruentas parece que agravan el problema, no acaban de dar en el clavo de la solución. Al contrario, parece que lo van diluyendo y anestesiándonos para no nos demos cuenta de que todo va para peor. El camino reformista clásico no parece que haya triunfado. Pero se entiende desde el punto de vista del confort burgués.
El personaje del Alto Comisionado está en otra realidad. Hay una escena de un baile en la que él no ve a los bailarines, sino una pelea de gallos... los otros ven solo el baile.
Empieza la paranoia. Quién lo ve y quién no. También lo hay en el sonido de la película, hay sonidos que no sabes si están en su cabeza o si son una distorsión de la realidad que empieza por el sonido, pero siempre sin hacerlo evidente. Quería hablar de la paranoia, poco a poco se infiltra y nosotros compartimos su punto de vista hasta formar parte de su propia paranoia.
Pero esa paranoia nos asalta a todos en la vida real, ¿no?
Pero no acaba de condenarnos tampoco. En este tiempo muerto que vivimos, a la espera de que pase algo grave, de que todo se destruya o de que todo se arregle, y donde cada vez destaca más la sensación de estancamiento...
¿Y, como en su película, donde la entrada a un casino es la esencia de la libertad?
Eso tiene mala leche, pero es que allí las sectas evangelistas americanas son las que controlan la mente de la población. Tienes el mito de la libertad en el paraíso natural, y es todo lo contrario, es un puritanismo extremo. Es otra tensión más, porque, ¿dónde está la libertad?, ¿en vivir en paz pero dentro de unos valores súper tradicionales y encorsetados, familiares, ultraconservadores? o, ¿la libertad es incompatible con esto?
¿Usted qué cree?
Una buena pregunta, parece que la libertad individual tendría que tener su pequeño papel, pero al mismo tiempo, sin sentido de la comunidad.
¿Pero usted, al menos, aspira a la libertad artística?
Claro, pero se está amenazando también ahora con todo esto de lo políticamente correcto, de eliminar de la ficción ciertas cosas no recomendables. Es un absurdo, porque para eso está la ficción, para contener esas cosas desagradables que a todos nos repugnan y se deben evitar en la realidad, pero no tiene sentido eliminarlas de la ficción. Esto es la destrucción de lo que nos define, pensar nuestros propio mal y reconocernos malos, esta autoconsciencia del mal es lo que nos libera también.
"Para eso está la ficción, para contener esas cosas desagradables que a todos nos repugnan"
Esta vez, el actor, Benoît Magimel, es un elemento clave, ¿es así?
Y es genial. Me lo estudié para que cualquier cosa que se pareciera a lo que ya había hecho, lo más remoto, un cliché que ya había desarrollado, aunque se pareciera de lejos, se quedara fuera. Por eso tiene la sensación de cosa espectral, porque no es comparable a nada. Magimel tiene la ambigüedad en el rostro, tiene la ambivalencia.
¿Cómo se consigue transmitir desde cierto grado de experimentación?
¿Cómo encontrar algo que yo pienso que es interesante, pero que tampoco tengo identificado? La metodología es más azarosa y radical, claro, porque no se va a transmitir eso de una manera normal. Eso de un guion cerrado, con un actor profesional que se lo aprende... está tan sobado eso, que se destruye inevitablemente por el camino. Hay que mantener viva una cierta inocencia, una forma de mirar. Yo intento que esto se mantenga en el grado de salvajismo y de pureza que estaba en mi mente como desafío a mí mismo. Esto se tiene que mantener vivo al precio que sea.
¿Usted es tan pesimista con el panorama político y de decadencia como lo muestra en su película?
Pues no sé, es que yo todo lo veo desde el punto de vista de la ficción, todo lo veo en función de si me inspira o no, es un poco egoísta. Me gusta que el mundo vaya para algo imprevisible para que genere inspiración. Lo normal, repetitivo, convencional no inspira. ¿Qué prefieres el mal o la nada? Yo, el mal. Hay que ir a fondo con esta elección, sin embargo.
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