Albalez 'Albalez', espíritu milenial sin censura
Lumen presenta 'Soy Albalez', primer cómic de la viñetista sevillana Alba Caro. Un recorrido por los pequeños dramas cotidianos de la mano de una antihéroe feminista que echa mano de la ironía para sobrellevar sus miedos.
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Madrid,
Ser Albalez no es fácil. Chapotea en la precariedad, comparte piso y odia madrugar pero tiene que hacerlo. Le flipa la pizza y es adicta a Netflix. Apenas unas pinceladas para acercarnos a una joven que se anda buscando, a tientas, sin saber bien qué es lo que quiere pero con la certeza de lo que no quiere. Albalez somos (o fuimos) todos en algún momento.
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Albalez es el álter ego de Alba Caro, viñetista y comunicadora sevillana que filtra sus miedos y miserias milenial a través de una veinteañera irónica, algo friki y bastante torpe. Una joven que se revuelve como puede frente a roles impuestos y patrones heredados. "Albalez dice aquello que por costumbres sociales no nos atrevemos a decir pero sí que podemos llegar a pensar", explica su creadora.
Ansiedad, frustración, sensación de fracaso... La crisis existencial que nos brinda Albalez va condimentada con una buena dosis de sarcasmo. Risas que no pretenden esquivar todos esos pequeños dolores cotidianos, al contrario, les planta cara con un poco de ironía y un mucho de autoparodia. Nada como compartir lo que nos duele para conseguir relativizarlo.
"Creo que Albalez, pese a tener un carácter muy marcado, consigue dar voz a muchas inquietudes y preocupaciones de la generación milenial, en especial de las mujeres". No en vano, las peripecias de Albalez han ido creando una comunidad de adeptos que siguen sus salidas de tono y sus obsesiones a través de Instagram, cuya cuenta supera ya los 140.000 seguidores. Ahí es nada.
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"Decidí dibujar la ansiedad como un pequeño monstruo, me di cuenta, hablando con mis amigas, que cada vez está más presente. Parece que normalizamos que si te duele la cabeza te puedes tomar un paracetamol, pero nos da vergüenza decir que hemos tenido un ataque de pánico o que tenemos ansiedad", lamenta Alba.
De ahí que Albalez, su par en las viñetas, no dude en mostrar sus fisuras y debilidades, propias de la edad sin duda, pero también fruto de un turbocapitalismo que no da tregua. "Quería ponerle cara a las cosas que nos oprimen y no siempre detectamos a tiempo, como la presión social, la ansiedad, los tabúes, el estrés... todo eso que poco a poco nos va minando".
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Antirromántica y feminista
Y luego está el jodido cuento de hadas, ese que habla de príncipes valientes y que se perpetuó en el tiempo con sus melindrosas postales hollywoodienses ricas en tortolismo. En efecto, el amor romántico y sus contraindicaciones es el marco inconfesable en el que, todavía hoy, muchos y muchas se miran. También Albalez, que lo combina con el Tinder.
"Nos han inculcado la típica historia de amor, hemos crecido con eso y es lo que, de algún modo, seguimos buscando, incluso en Tinder, lo cual es una contradicción, en todo caso Albalez va descubriendo a través de sus citas la importancia de quererse a una misma, de quererse bien, para así poder dar amor a otras personas y para poder recibirlo también", confiesa Alba.
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Una búsqueda del amor (propio) a base de tropiezos Albalez convierte en aprendizajes, como que no hay que esperar a que venga nadie a salvarte, que la citas no siempre salen bien, que no hay ranas a las que besar y que no existen las relaciones idílicas, pero hay que tener mucho cuidado con las tóxicas. Y de esas, tristemente, hay muchas.
"Albalez está aprendiendo a ser feminista, lo hace a su manera, siendo muy consciente de que hay que respetar el crecimiento de cada persona, y que las otras mujeres no son tus enemigas, un feminismo que te permite ser quien tú quieres ser, sin tener que ajustarte a un canon determinado", defiende esta joven sevillana que cuando no está pergeñando las desventuras de Albalez, se encarga de la comunicación de la Fundación RES.
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Un feminismo, el de Albalez, que aprende a serlo sobre la marcha, sin moralinas ni relatos heredados, dudando de (casi) todo, con la certeza íntima de que, por muchos que sean los reveses, conseguirá ser la mujer que ella quiere, y no la que esperan que sea.