El cierre de Megaupload y la detención de sus principales responsables por orden del FBI ha provocado una escalada de la guerra en internet de dimensiones planetarias y consecuencias desconocidas. Las autoridades estadounidenses han ido un paso más allá en la batalla contra las descargas piratas, lanzando una furiosa ofensiva contra un frente que hasta hoy permanecía intocable: los servicios de almacenamiento de archivos.
Y a medidas drásticas, respuestas contundentes. El ataque de Anonymous durante la madrugada de ayer viernes dejó temblando la red de redes: cayeron, entre otros, la página del FBI, la del Departamento de Justicia y la de Universal, que había demandado a Megaupload. Desde su cuenta de Twitter, Anonymous declaró: 'Lanzamos nuestro ataque más grande hasta ahora contra sitios del gobierno y la industria de la música. ¿El FBI se creyó que no iba a haber consecuencias por lo que han hecho? Deberían haber esperado nuestra respuesta'. En España, la página de SGAE también amanecía caída y durante el día los ataques fundían la web del Elíseo francés.
Anonymous: 'Lanzamos nuestro ataque más grande hasta ahora'
Mientras tanto, Kim Schmitz, el orondo fundador de Megaupload, y otros tres responsables de la empresa pasaron su primera noche entre rejas. A Schmitz, alias Dotcom, no le va a beneficiar su actitud ostentosa a bordo de jets privados y cadillacs rosa ahora que está entre rejas. Muchos ya le han juzgado prematuramente. Amenazado con una pena de 50 años de prisión por una suma de acusaciones que incluye el blanqueo de dinero, la violación de los derechos de autor y la creación de una conspiración empresarial delictiva, quizás esté lamentando no haber protegido con más celo sus despilfarros.
Una imagen vale más que mil palabras: cuando la policía llegó a su mansión en Auckland (Nueva Zelanda), Schmitz se encerró en una caja fuerte. Por allí había también una escopeta recortada. 'No fue algo tan fácil como llamar a la puerta', afirmó un detective. Más tarde, fuentes policiales hablaban de que en realidad se había atrincherado en una habitación, pero la poética imagen de Schmitz parapetado en la caja de caudales ya era difícil de borrar.
El golpe a Megaupload inaugura una nueva era en la guerra entre los defensores a ultranza de los derechos de autor y la resistencia numantina por una red libre de la censura. Aquí ya no vale el argumento de que el enlace es sagrado: el misil teledirigido ha impactado directamente sobre el servicio que alberga el contenido. Y sin contenido, el enlace es como el callejero de una ciudad inexistente.
Kim Schmitz y otros tres responsables de la web siguen encarcelados
Sin embargo, en internet nada es tan sencillo. Del FBI tampoco se puede esperar un tacto especial cuando se trata de una operación de estas características, pero el sentir general en internet es que ha entrado como un elefante en una cacharrería. La gravedad de su actuación indiscriminada la explica Francisco George, del Partido Pirata: 'Nosotros no defendemos Megaupload, que es el típico sitio que se lucra con obras ajenas. Pero nos preocupan las personas que legalmente utilizaban el servicio para fines personales y profesionales. Es posible que sólo el 15% de los contenidos albergados fueran legítimos, pero es que hablamos de 15 millones de personas'. Sin ir más lejos, una empresa de aplicaciones para iPhone y la agrupación Democracia Real Ya denunciaban ayer que guardan en Megaupload documentos internos. 'Sus datos y su integridad peligran', alerta George.
Como probablemente el FBI no tuvo en cuenta que estaba jugando con el trabajo y la intimidad de 15 millones de personas, la asociación de defensa de los consumidores Facua ha tenido que salir en defensa de los damnificados, que en España no son pocos: según Alexa, nuestro país es el cuarto por número de visitantes. 'La protección de la propiedad intelectual no puede llevarse al extremo de crear un Estado policial del copyright en el que los usuarios se encuentren sometidos a un Gran Hermano que pisotee derechos tan básicos como la intimidad, la privacidad y el secreto de las comunicaciones', advirtió la asociación.
Facua anunció ayer que los usuarios tienen derecho a recuperar sus contenidos personales, por lo que pidió 'al Gobierno de España que actúe en defensa de los intereses de los ciudadanos españoles y reclame al Gobierno de EEUU que adopte las medidas necesarias para garantizar la recuperación de sus archivos privados'. Para el abogado especialista en propiedad intelectual Javier Mestre, 'otra opción es ir a la embajada de EEUU y pedir al menos una copia de los archivos', según declaró a Miguel Ángel Criado.
Por su parte, el presidente de Promusicae, Antonio Guisasola, defendiendo los intereses de la industria discográfica, se alegraba del cierre del 'gran monstruo del almacenamiento'.
Cerraba Megaupload y a la media hora se publicaba una noticia con una ristra de otros 20 servicios similares, lo que despertaba las dudas sobre la eficacia de este tipo de operaciones. Ahí está, sin ir más lejos, Rapidshare: 'Está en Suiza, un país que ha declarado que no ve nada ilegal en compartir archivos en internet', declara Francisco George.
Otro peligro que se desprende de la operación del FBI es la desconfianza que provocará en el usuario albergar archivos en la nube, que es el movimiento al que tiende internet desde hace unos años. Según muchos expertos, esto podría tener un efecto disuasorio para las start-ups que quieren desarrollar su negocio online.
El debate social fue ayer masivo y no sólo en internet. Un telediario era suficiente para que Megaupload pasara de ser la página más famosa de descarga a una especie de cuarto país del Eje del Mal, después de Irak, Irán y Corea del Norte. Sólo en España, según datos del Partido Pirata, hay 800.000 clientes de pago de Megaupload, cifra que la industria de contenidos debería tener en cuenta en algún momento.
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