La broma empezó hace casi 40 años cuando a Wieland Schmied, escritor y crítico austriaco, especialista en la pintura metafísica italiana, se le ocurrió que para festejar los 90 años de vida de Pablo Picasso podría invitar a los jóvenes y no tan jóvenes artistas de todas las tendencias a hacer una obra gráfica para el porfolio In Homage to Picasso (En homenaje a Picasso), que publicaría la editorial alemana Propyläen Verlag. Para cuando remataron la idea habían pasado dos años y Picasso ya había muerto. Al festejo se habían sumado hasta 74 artistas, tan dispares de Andy Warhol a Joan Mirò. Algunos mandaron propuestas inspiradas en la obra misma del gran maestro y otros aprovecharon la ocasión para colar obra sin mención a Picasso.
Richard Hamilton (Londres, 1922) fue de los que se tomaron en serio el homenaje, que ahora vuelve a la vida con la pequeña muestra que ha preparado El Prado, bajo el título Las meninas de Richard Hamilton. La broma se hace infinita al ver cómo El Prado se arrima cada vez más a Picasso. La semana pasada el director del Museo del Prado, Miguel Zugaza, se encontraba con su primer deseo no cumplido en sus años al frente de la pinacoteca, cuando tanto la ministra de Cultura como el patronato del Museo del Reina Sofía le negaban el Guernica para su Salón de Reinos. La mala coincidencia le hizo perderse ayer la presentación en su museo de uno de los artistas contemporáneos más importantes.
Hamilton reconoce que homenajeó a Picasso con todo el sentido del humor
En la exposición se muestran tres interpretaciones de la obra maestra, las que corresponden a Goya, Picasso y las del propio Hamilton. Del primero presentan un dibujo y tres pruebas de estado, realizadas entre 1778 y 1779. Del segundo, 'un genial esfuerzo de diez minutos', como escribe Manuela Mena, la conservadora jefe del museo. Se refiere a una hoja arrancada de un cuaderno, en la que Picasso dibujó en 1957 con lapicero azul una rápida versión de la obra de Velázquez, en la que ya ha subvertido la verticalidad del original por un planteamiento horizontal.
De Richard Hamilton El Prado ha reunido hasta 12 obras, entre dibujos preliminares y preparatorios, y pruebas de estado de su versión de Las meninas. El inventor del término Pop Art y uno de los padres del movimiento entiende que a sus 88 años ya se le llame 'abuelo del Pop Art'. El patriarca del arte que mezcla 'la reverencia con el cinismo', como él mismo define, guarda todavía memoria de su primer encuentro con aquella imagen. 'Nunca había contemplado un cuadro igual y no lo he vuelto a ver. Fue una gran experiencia de la que no he podido desprenderme', reconoce Hamilton que cada vez que lo contempla vuelve a experimentar una y otra vez aquella sensación.
'Destacar algo del cuadro es como querer hacerlo con un plato de El Bulli'
El artista británico decidió cumplir con la invitación a homenajear al maestro con un 'entretenimiento' y un poco de 'diversión', metamorfoseando a todos los personajes de Velázquez 'en una agrupación de los muchos estilos de Picasso, en las invenciones de su larga vida'. Así aparecen personajes del cubismo analítico, del expresionismo de las máscaras africanas, la época rosa, etc. 'Las figuras de la más importante pintura del mundo se podían reemplazar por las meninas de Picasso', dice Richard Hamilton, quien reconoce su tributo a James Joyce, al encajar un trío de homenajes en el mismo paquete. 'Su capacidad de parafrasear con total libertad estilística estuvo muy presente en mi pensamiento mientras trabajé en el pastiche de Las meninase_SDRq, explica el autor.
La broma Pop de Hamilton arranca en el corazón del mismo Picasso dibujado: la hoz y el martillo, en vez de la cruz de Santiago que mostraba Velázquez. 'Él se pintó con ella porque era relevante para él. Velázquez se sentía orgulloso de esa cruz. Picasso no era un comunista, comunista, pero sí era un artista comunista', cuenta con humor Hamilton.
La hoz no aparecía en el primer dibujo que el autor trazó. Esa es la gran aportación de esta muestra: el relato completo de las preparaciones hasta llegar al aguafuerte final, que después de 40 años se reúnen por primera vez al completo. Corrigió aspectos como la colocación de los 'aspirantes': 'El cásting empezó mal', dice con humor, porque colocó a la dama pintada como el cubismo analítico a la izquierda de la infanta. 'Esto fue un craso error, porque el cubismo analítico, la más importante aportación de Picasso al arte, debía pertenecer al personaje principal, la infanta', recuerda el pintor.
'Hamilton, como Duchamp, como Picasso y como Goya, ha hecho con Las meninas lo que ha querido, saboreando su festín iconoclasta, sin dejar que ni un solo resquicio del cuadro de Velázquez se sustrajera a su metamorfosis', escribe Manuela Mena.
Con sus dibujos delante, Hamilton cuenta que no sabe cuánta ironía fue necesaria para hacer un ejercicio como este que realizó hace años, pero que sí entregó todo su sentido del humor inglés en la creación, para la que necesitó seis semanas entre unas pruebas y otras. 'Ese sentido del humor enlaza con mi amigo Marcel Duchamp. Admiro a dos artistas por encima de cualquiera, Duchamp y Velázquez. No sé cuál puede ser la conexión entre los dos, pero en los estudios que Duchamp hizo sobre El gran vidrio se puede leer: Esto es un cuadro hilarante y divertido', y parece que es lo que logró hacer con Las meninas.
La pintura de Velázquez viajó con la versión de Hamilton del drama a la ironía: cuelga en el fondo sus propios cuadros (Los tres músicos y LAubade), los reyes Felipe IV y Mariana de Austria que aparecen en el espejo han sido suplantados por él y su mujer, Rita. El pajecillo Luisito es Arlequín y el mastín tumbado en primer plano se ha vuelto uno de los minotauros más estereotipados de Picasso. Y el melancólico período azul, el rosa de sus arlequines, el clasicismo del Mediterráneo y el expresionismo. Todos los lenguajes y todos los estilos, todas las técnicas de Picasso, están ahí. Eso es el homenaje, la broma.
Para rematar su participación en lo que el propio Hamilton califica como un intento de rescatar el mercado de arte gráfico, decidió trabajar con el maestro grabador con el que Picasso había elaborado la mayoría de sus estampas durante sus últimos 20 años de vida: Aldo Crommelynk, que le aseguraba la perfección extrema en el proceso de la estampa. 'El grabado resultante, del que todavía me enorgullezco, no tiene parangón en mi obra', cuenta Hamilton.
Catalunya tiene un lugar en el corazón de este hombre espigado y risueño: 'en el Londres desgarrado por la guerra me enseñaron a bailar la sardana algunos exiliados'. Después viajó a Cadaqués mucho hasta que terminó comprando casita en 1968. Y al preguntarle por cuál es su parte favorita de Las meninas, echa mano de su amigo Ferran Adrià: 'Es como si me preguntan cuál es mi plato favorito de El Bulli. Es imposible descifrarlo'.
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