La relación bidireccional que hay entre el dolor crónico y la dieta
Laura Isabel Arranz
Experta en dolor y dietista-nutricionista del Instituto Aliaga en el Centro Médico Teknon (Barcelona)
El dolor crónico puede minar seriamente la calidad de vida de quién lo padece. Vivir con dolor no es fácil, y nuestro día a día puede empeorar si no seguimos una serie de pautas. Entre ellas nutricionales porque, sí, la dieta influye, y mucho, en cómo es nuestro dolor y en cuánto nos dura.
Hay que tener claro, por tanto, que si nuestro patrón alimentario es saludable podemos mejorar nuestro dolor crónico. De hecho, nuestra nutrición es clave dentro de ese tratamiento multidisciplinar que debe darse en el dolor, y es que la dieta afecta a la intensidad y a la evolución del mismo como decimos. En el lado contrario, el dolor crónico puede afectar a nuestra dieta.
Por eso, el abordaje nutricional debe ser, como todo tratamiento ideal, completamente individualizado, además de tener en cuenta todos los factores que en cada paciente pueden tener relación con su vivencia del dolor, y de su forma de comer. No hay una sola dieta igual para cada persona. En concreto, el asesoramiento nutricional en pacientes con dolor crónico debe ayudar principalmente a:
• Disminuir el estrés oxidativo y la inflamación.
• Bajar de peso cuando haya sobrepeso u obesidad.
• Mejorar la composición corporal, disminuyendo la masa grasa y manteniendo la masa muscular.
• Reducir el síndrome metabólico (niveles altos de colesterol y/o triglicéridos, hipertensión arterial, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2).
• Mejorar el contenido calórico y nutricional de la dieta.
• Tratar las alergias y/o intolerancias alimentarias y las alteraciones gastrointestinales.
• Entender la importancia del sueño para el control de la ingesta y el metabolismo.
• Controlar la ingesta del exceso de calorías permitiendo al paciente seguir disfrutando del hecho de comer.
Cómo mejorando la dieta mejoramos nuestro dolor
En general, es muy importante saber que los alimentos deben aportarnos las calorías justas y necesarias, ni más ni menos, y también los elementos indispensables para un buen funcionamiento de nuestro organismo; como por ejemplo las vitaminas, los minerales, las proteínas, los hidratos de carbono, algunas grasas, la fibra y otros. La calidad dietética de lo que comemos debe ser óptima, y aportar la proporción adecuada de cada grupo de alimentos, para así obtener los nutrientes en las cantidades que realmente necesitamos.
En general, una dieta ajustada en calorías, con predominio de alimentos vegetales vs. los de origen animal, evitar en lo posible los alimentos procesados y con una buena hidratación a base principalmente de agua, garantizará el equilibrio nutricional.
Pero no hay que olvidar que, además de los factores relacionados con la alimentación que pueden perjudicar al dolor, como son el exceso de peso y el consumo insuficiente de antioxidantes, también hay otros factores en la dieta que pueden ayudar a mejorar la salud de los pacientes y sus niveles de dolor.
El estrés oxidativo es una situación en la que las células de nuestro organismo tienen un exceso de sustancias oxidantes vs, un defecto de defensas antioxidantes, de manera que se produce una acumulación de “residuos" que entorpecen el funcionamiento normal de nuestros tejidos.
Todos los sistemas del organismo, por ejemplo, el sistema cardiovascular o el sistema nervioso, se resienten ante situaciones de estrés oxidativo continuado, por eso está implicado en tantas enfermedades. Las defensas antioxidantes pueden venir de diferentes fuentes, pero sobre todo debemos obtenerlas a través de la alimentación y, en especial, de los alimentos vegetales.
Así, teniendo en cuenta que el estrés oxidativo y la inflamación crónica son elementos clave, y perjudican el desarrollo y la evolución del dolor crónico, es imprescindible que la alimentación contribuya a minimizarlos con el aporte de sustancias antioxidantes y antiinflamatorias, como por ejemplo algunas vitaminas y minerales, o las grasas de tipo omega-3.
En este sentido, es muy recomendable eliminar elementos pro-inflamatorios en la dieta que favorezcan el dolor, como por ejemplo el exceso de azúcares, el exceso de grasas, especialmente de grasas saturadas (las de origen animal y de alimentos procesados), o el exceso de grasas omega-6 (presentes en muchos alimentos procesados) vs. las de tipo omega-3 (frutos secos y pescado azul).
Cuando se cronifica el dolor la alimentación es clave
Por otro lado, hay que aclarar que no importa cuál sea causa del dolor porque cuando se cronifica, éste adquiere una entidad propia y hay que tratarlo desde diferentes disciplinas. El caso es que la nutrición se debe contemplar como una herramienta más dentro del tratamiento multidisciplinar de este problema de salud, dado que contribuye a la salud y al bienestar de las personas que sufren dolor crónico.
De hecho, muchos estudios han puesto de manifiesto que, en situaciones de dolor crónico, existe un nivel elevado de estrés oxidativo y también un estado de inflamación sistémica crónica que agravan su evolución y favorecen las alteraciones metabólicas y endocrinas, que también empeoran la situación de salud del paciente y su dolor.
Otra de las evidencias claras a día de hoy es que la obesidad está relacionada negativamente con el dolor crónico, de manera que cuanto más exceso de peso corporal, mayores son los niveles de dolor, y disminuyen cuando los pacientes logran adelgazar por lo menos un 10% de su peso.
A su vez, la prevalencia del sobrepeso y de la obesidad respecto a la población general es superior en pacientes con dolor crónico, y en esto están implicados muchos factores, como la disminución de actividad física, los cambios en la alimentación, los hábitos dietéticos no adecuados, las alteraciones metabólicas, etc. Por eso, tiene un gran beneficio para los pacientes ayudarles a reducir su peso, siempre para disminuir la masa grasa corporal y mantener al máximo la masa muscular.