¿Cuánto tiempo de vida le queda a tu móvil?
La obsolescencia programada, que hace que nuestros dispositivos electrónicos empiecen a fallar, como promedio, a los dos años, conlleva un alto impacto medioambiental.
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En mayo del año pasado, la OCU presentaba una demanda colectiva contra Apple por la reducida vida útil del iPhone 6. La organización de consumidores reclama entre 99 y 189 euros por móvil. Aunque, en general, todos los estudios de mercado demuestran que cada vez los productos electrónicos se estropean antes, "es muy difícil demostrar que hay algo en su diseño que hace que ese ordenador o ese móvil dure menos. Es algo que se ha intentado ya varias veces cuando ha habido acciones judiciales contra los fabricantes por esta razón", comenta a Público Juan Carlos López, catedrático de Tecnología de la Universidad de Castilla-La Mancha.
"Cualquier empresa lo que quiere es vender más y se busca las mañas para hacerlo, en cualquier sector. Un buen ejemplo es la moda, que cambia cada dos años para que te tengas que renovar tu armario. Es una técnica de mercado muy antigua", apunta este experto. Con la tecnología pasa lo mismo, incluso más. Los productos se fabrican con el sello de la obsolescencia programada, es decir, un tiempo limitado –cada vez más corto– a partir del cual empezarán a fallar.
Pero no solo se trata de la corta longevidad de la maquinaria. También es una cuestión de software: requiere actualizaciones constantes, para lo que hacen falta más prestaciones y memoria en el dispositivo. Además, "cambian los sistemas operativos y empiezan a no ser compatibles con el hardware que tenemos. Está todo perfectamente estudiado. Se trata de crear la necesidad de que el usuario compre un aparato nuevo", señala.
Construidos para usar y tirar
La forma en que están diseñados los aparatos no ayuda, por otra parte, a reutilizarlos ni repararlos. Hoy, si deja de funcionar la batería de tu móvil, no podrás reemplazarla porque ya vienen integradas y casi te saldrá más barato comprar un teléfono nuevo. "Hubo otra denuncia muy sonada contra Apple por su iPod, porque venía con una batería que duraba solo 18 meses y no se podía sustuir por un recambio porque venía soldada. Apple dijo que lo hacía para reducir el tamaño del dispositivo", recuerda el profesor López.
Juan Carlos López: "La gente no quiere un ordenador que le dure diez años"
Al mismo tiempo, lo que da valor a una compañía tecnológica es lo mucho y rápido que innova. "Antes los fabricantes se jactaban de que su lavadora o su frigorífico duraba mucho tiempo. Esto ha cambiado. La gente no quiere un ordenador que le dure diez años, sino estar en la cresta de la ola. Y una empresa que no renueva sus equipos con frecuencia no da sensación de durabilidad, sino de que se está quedando atrás", señala.
Ese ritmo al que las novedades llegan al mercado lleva la batuta de nuestro hábito de consumo. El 40% de los españoles cambian de móvil cada dos años, de acuerdo con una encuesta de CertiDeal, realizada en 2022. La fiebre por renovar nuestros dispositivos es tal que Naciones Unidas alerta de sus consecuencias: en Europa, como promedio, cada persona deja en la basura convencional 1,4 kg de dispositivos eléctricos en desuso.
Según la misma fuente, en 2022, habremos desechado 24,5 millones de toneladas de aparatos de pequeñas dimensiones (teléfonos móviles, cámaras, tablets o pequeños electrodomésticos), el equivalente a lo que ocupa la Gran Pirámide de Guiza. El problema es que son residuos de difícil reciclaje y, para colmo, están sembrados de compuestos altamente tóxicos, como plomo, litio, cadmio, mercurio, arsénico, bario, cromo y retardantes de llama.
Residuos muy contaminantes
Su alto impacto medioambiental ha provocado una nueva tendencia, la de la durabilidad planificada. "Para responder a la sensibilización ecológica de cierto grupo de consumidores, hay empresas que empiezan a apostar por esta estrategia comercial. Consiguen que la tecnología dure más, para que haya menos residuos. Con ello, obtienen un beneficio en su imagen de marca y se ganan a otro tipo de clientes más preocupados por la salud del planeta", nos comenta López.
Inés Bebea: el 5G "es una infraestructura que implica fabricar nuevo equipamiento electrónico"
Otro punto a tener en cuenta es la huella de carbono de fabricar y transportar nuevos equipos. Según un estudio de la Universidad de Edimburgo, usar tu ordenador de sobremesa seis años en vez de cuatro puede ahorrar al medio ambiente 190 kg de carbono. Asimismo, los aparatos cada vez más sofisticados precisan más energía para producirse: para hacernos una idea, entre el iPhone4 (2010) y el iPhoneX (2017), la huella de carbono de la fabricación aumentó un 75%, según datos de Apple. Lo mismo pasará con la inminente llegada del 5G que, según nos explica la ingeniera de telecomunicaciones Inés Bebea, directora del proyecto Ondula, "es una infraestructura que implica fabricar nuevo equipamiento electrónico –transmisores, antenas en torres– y el abandono del equipamiento anterior en las estaciones base de telefonía móvil que existen actualmente. También tendremos que cambiar nuestros móviles para que funcionen con 5G y comprar muchos cacharros del internet de las cosas".
¿La solución? "Mantener tu dispositivo todo el tiempo posible: cuidarlo, repararlo si se rompe, no cambiar a un nuevo modelo cada año", apunta a Público la ingeniera informática Kelly Widdicks, miembro de PARIS-DE, un proyecto de investigación de la Universidad de Oxford y el Kings College de Londres sobre cómo construir un internet más sostenible. Para José Luis López, la clave está en concienciar a la sociedad de que "no necesitamos rodearnos de toda esa cantidad de equipos". En su opinión, "la tecnología aporta muchos beneficios, pero debemos saber aprovecharlos de forma más racional y responsable".
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