Este artículo se publicó hace 17 años.
Todos a la Luna
La sonda china Chang’e I parte mañana hacia la órbita lunar // Se suma a una nueva carrera para estudiar el satélite y aprovechar sus tesoros
Tres décadas después, la Luna se pone interesante de nuevo. Hoy, a las 11:00 (hora española), está previsto que China lance la Chang’e I, su primera sonda con dirección a la Luna. La japonesa Selene ya orbita el satélite, y en los próximos meses serán indios y estadounidenses los que envíen sus artefactos. Si los planes continúan según lo previsto, los astronautas de la NASA llegarán a la Luna antes de 2020 y una nueva etapa de colonización del espacio habrá comenzado.
El anterior periodo en el que el desolado paisaje lunar conoció agitación semejante terminó en 1976. Entonces, estadounidenses y soviéticos enviaron su más desarrollada tecnología hacia el satélite para demostrar la superioridad del imperio propio. Cuando las cosas quedaron claras en el terreno del orgullo patrio, se descartó el interés económico para continuar con un ingente esfuerzo científico y técnico. Las materias primas que algunos habían esperado encontrar allí no estaban o no se podían aprovechar.
La situación actual es diferente o, al menos, eso deben de creer las distintas agencias embarcadas en esta nueva etapa. Chang’e I lleva a bordo la tecnología necesaria para realizar un inventario preciso de los materiales que puede proporcionar la Luna y lo mismo sucede con Selene. Después, tanto chinos como japoneses tienen planes para montar allí sus bases a partir de 2030.
Recursos para llegar a Marte
Los recursos que encuentren las sondas espaciales no viajarán, de momento, hasta la Tierra. El agua y el hidrógeno que pueden contener los hielos de los polos lunares o el que permanece escondido en cráteres profundos a los que nunca han llegado los rayos del Sol se emplearían para sustentar las bases lunares en las que se prepararía el asalto a Marte.No obstante, algunos empresarios han pensado en aprovechar las particularidades geológicas que le ofrece a la Luna su ausencia de atmósfera. Aunque la composición del satélite es muy similar a la de la Tierra –surgió de ella–, allí pueden encontrarse minerales raros. Es el caso del helio 3, un compuesto llovido desde el espacio que podría ser esencial como combustible limpio en los aún inexistentes reactores de fusión nuclear.
La compañía rusa Energia ya ha propuesto comenzar a extraerlo antes de 2025, fecha en la que Rusia piensa regresar con cosmonautas a la Luna. Según ellos, sólo diez toneladas de ese producto pueden cubrir las necesidades energéticas de Rusia durante un año. Esta visión es compartida por el director del programa lunar chino, Ouyang Ziyuan, que llegó a declarar que “cada año, tres transbordadores podrían traer suficiente combustible para [abastecer a] todos los habitantes de la Tierra”.
Por un satélite que sea un bien común
Pese al acuerdo internacional entre países para que sólo se explote la Luna con fines científicos, a la hora de un compromiso firme empiezan las dudas. Salvador Rivas, de la Universidad de Barcelona, indica que “un segundo acuerdo para impedir la explotación con intereses ajenos a la ciencia por parte de empresas privadas no fue firmado por casi ningún país, ni siquiera por España, que aún no tenía capacidad para llegar allí y sacar beneficio económico”. Los movimientos previstos en torno al satélite muestran que un nuevo acuerdo sería necesario.
170 toneladas de basura espacial
Durante los años 60 y 70 del siglo XX, la Luna fue un festival de sondas y astronautas que iban y venían. Cuando acabó la diversión, soviéticos y estadounidenses habían abandonado sobre el satélite más de 170 toneladas de basura espacial pagada a precio de oro. Allí están, 30 años después, decenas de sondas que muestran la acelerada carrera tecnológica entre EEUU y la URSS, los satélites que aterrizaron, los módulos de alunizaje y despegue de las misiones Apollo y hasta los artefactos destinados a orbitar la Luna. Al no tener una atmósfera que los destruya, todos esos objetos acaban por estrellarse sobre su superficie. No faltan tampoco reliquias más curiosas. Las pelotas de golf que el tripulante del Apollo 14 Alan Shepard golpeó durante una caminata, los vehículos con los que los astronautas se desplazaron a velocidades de 16 kilómetros por hora y hasta una estatuilla dedicada a los astronautas caídos. Es la única ‘obra de arte’ sobre la Luna.
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