Este artículo se publicó hace 6 años.
Los telescopios se asoman al borde del agujero negro de la Vía Láctea
El monstruo cósmico en el centro de nuestra galaxia es asimétrico y puede estar rodeado de miles de pequeños objetos similares, indican las últimas observaciones
Malen Ruiz de Elvira
Obtener la primera imagen de un agujero negro es el ambicioso objetivo de una gran colaboración internacional de astrónomos a través de una treintena de telescopios combinados. El agujero negro elegido por este proyecto es lógicamente el supermasivo más cercano, que está en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, llamado Sagitario A, cuya masa es millones de veces la del Sol. Mientras consiguen la imagen, los astrónomos se van acercando con las observaciones a su borde, lo que se llama el horizonte de sucesos, a partir del cual todo lo que se acerca es engullido por este potente sumidero, del que nada, ni siquiera la luz, puede escapar.
Por eso un agujero negro no se puede fotografiar, ya que de él no sale luz, pero sí se puede obtener una imagen de su sombra o silueta sobre el fondo del gas muy caliente, la materia atraída que termina atrapada y que hace que se detecte como una brillante fuente de radiación. La imagen sería la de un disco brillante que rodea una zona oscura, con otros elementos como un halo, dependiendo de la orientación del agujero negro visto desde la Tierra. Esta imagen supondría la prueba definitiva de la teoría de la relatividad general de Einstein, indican los responsables del proyecto.
Es verdad que haría falta un telescopio de un diámetro igual al de la Tierra para poder ver algo tan pequeño a tanta distancia (comparable con distinguir una rosquilla en la superficie de la Luna). Los astrónomos e ingenieros han conseguido algo parecido combinando las observaciones de telescopios muy alejados los unos de los otros pero el proceso sigue siendo difícil, complicado y lento.
En este caso, la resolución de las observaciones analizadas ahora permite apreciar detalles de solo 36 millones de kilómetros, que es solo tres veces aproximadamente el tamaño hipotético del agujero negro definido por su horizonte de sucesos, y menor seguramente que el diámetro del disco de materia que le rodea. Indican los datos que la estructura de Sagitario A no es la de un punto, sino que es más compleja y asimétrica, explica el Instituto Max Planck de Radioastronomía, que ha participado a través del telescopio APEX en Chile. De hecho, científicos de la Universidad de Columbia afirman en la revista Nature tener las primeras pruebas de que hay muchos agujeros negros pequeños (solos o combinados en sistemas binarios con estrellas) en las inmediaciones de Sagitario A. El halo de gas y polvo que lo rodea proporciona el medio ideal para el nacimiento de estrellas masivas que al morir pueden convertirse en agujeros negros, y otros externos son atraídos por la gravedad de Sagitario A.
Los últimos resultados sobre la aproximación al horizonte de sucesos se han publicado en The Astrophysical Journal y se refieren a observaciones realizadas en 2013 en la longitud de onda de 1,3 milímetros por cuatro telescopios, tres en Estados Unidos y el citado de Chile. Combinándolas con modelos, los astrónomos se inclinan por que la estructura del horizonte de sucesos, el borde del agujero negro, tiene forma de anillo pero asimétrico, según Ru-Sen Lu, del Max Planck. En la longitud de onda utilizada el denso medio insterestelar que rodea el agujero negro no produce grandes distorsiones en los datos obtenidos, señala por su parte Dimitrio Psaltis, director científico del Telescopio del Horizonte de Sucesos (ETH), por lo que están bastante seguros de que lo que están viendo es de verdad el borde de Sagitario A.
Los radiotelescopios combinados están realizando ahora campañas anuales de observación, con la red completa, durante los pocos días en que haga buen tiempo en los dos hemisferios al mismo tiempo. Se obtienen tantos datos que no se pueden transmitir electrónicamente y ahora se están analizando los de abril de 2017, explica Shep Doeleman, director del ETH. Con estas campañas anuales no se quiere solo resolver el tamaño y estructura de este agujero negro, sino también comprobar sus cambios con el tiempo. Cambios anuales que se produjeron en realidad hace más de 25.000 años, el tiempo que tarda la luz del Sagitario A en llegar a la Tierra.
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