De quién son los archivos que se suben a la Red
La mayoría de los usuarios desconoce que cede parte de sus derechos cuando sube materiales
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"Por favor, lea atentamente los términos y condiciones de uso antes de utilizar este sitio", reza en buena parte de las páginas web que ofrecen servicios a los usuarios. De hecho, su aceptación expresa es obligatoria en la mayoría de los casos. Pero un elevado porcentaje de los internautas las acepta sin detenerse en ellas y sin saber que, en ocasiones, está cediendo parte de los derechos de los contenidos que sube a la empresa propietaria de la web en cuestión.
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Adobe ha sido el último sitio en sumarse a una polémica en la cual los usuarios llegan a sentir que no se les está ofreciendo un servicio completamente gratuito. También ha sido la última en rectificar sus condiciones. Cuando hace dos semanas lanzó la versión on-line de su popular programa de retoque de imágenes, Photoshop, junto a sus funcionalidades se destacaba un apartado de los términos de uso. Explicaba que el usuario que subía sus imágenes en las áreas públicas cedía a Adobe una licencia "mundial libre de royalties, no exclusiva, perpetua, irrevocable y sublicenciable para usar, distribuir...". La propiedad de las imágenes seguía siendo de su autor, pero Adobe se reservaba unos derechos sobre ellas que los usuarios consideraban abusivos, al atribuirse la compañía excesivos derechos de explotación.
Tras airadas quejas en web y foros de todo el mundo, la compañía ha decidido modificar esas condiciones. El jefe de producto de Photoshop, John Nack, detalló en su blog cuando las críticas arreciaron que Adobe había decidido cambiarlas porque, según su explicación, en verdad nunca pensó utilizarlas.
No obstante, el de Adobe no es el único caso en el que una compañía se ve obligada a cambiar las condiciones de sus servicios. El músico Billy Bragg organizó un revuelo considerable en MySpace hace dos años, cuando acusó a la compañía de prácticas abusivas en sus términos de uso. Tras unos días de deliberaciones, MySpace decidió cambiarlas, especificando que la compañía no tenía derechos de propiedad sobre el material de los músicos que albergaba.
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La mayor parte de las páginas que alojan contenidos de los usuarios estipulan que éstos les conceden unos derechos de licencia limitados. El responsable de contenidos de YouTube España, Javier Alonso, insiste en que el portal al que representa "no se apropia de los contenidos ni de los vídeos que se suben". Sus condiciones sí especifican en cambio que el usuario otorga a YouTube una licencia para "utilizar, reproducir, distribuir, realizar trabajos derivados de, mostrar y ejecutar ese archivo en relación con la prestación de los servicios y con el funcionamiento del sitio web". Para Alonso, lo que establecen esas condiciones es que el usuario autoriza a la empresa la distribución de ese contenido. "El autor nunca pierde el derecho de copyright. YouTube no se apropia de los contenidos", y sigue, "si alguna televisión quiere reproducir un vídeo, tiene que solicitar permiso al usuario. YouTube no puede, unilateralmente, conceder ese permiso".
En el mismo sentido se expresa la coordinadora de marketing de MySpace España, Maya Nieto. Con unos términos y condiciones similares, Nieto considera que "es la única manera en que MySpace puede proveer al usuario de los servicios gratuitos que ofrece". "MySpace necesita esta autorización para poder alojar el contenido y mostrarlo", aclara.
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El abogado especializado en nuevas tecnologías Javier de la Cueva mantiene que estas condiciones, a grandes rasgos, se adaptan a la realidad de la Red. Dado que las compañías añaden estos contenidos a su web, parece lógico que se otorgue una licencia de distribución, "no de expropiación", precisa.
Las compañías se reservan el derecho de eliminar los contenidos cuyos derechos no pertenecen a la persona que lo subió, aunque, para De la Cueva "en Internet no existe la eficacia de la propiedad intelectual". Partiendo de la premisa de que resulta imposible controlar aquello que aparece en la Red, el abogado cree que no se puede esperar tener un control absoluto de los contenidos desde el momento en el que se comparten, con independencia de las condiciones aceptadas. "Si no quieres que le pase cualquier cosa a tu obra digitalizable, mejor que no la hagas. De hacerla, nunca la compartas", aconseja.