Una sociedad formada por robots. Parece un sueño o una película de ciencia ficción, pero al escuchar a Domenico Parisi, investigador del Instituto de Ciencias y Tecnologías del Conocimiento de Roma, las impresiones cambian. Habla de aplicar principios biológicos sobre materiales no biológicos, de comunidades de robots
que se coordinan entre ellos en una mezcla de psicología y simulación, de nanotecnología, de robots microscópicos...
¿Cómo actúan estos robots?
Cogen cosas, esquivan objetos y se desplazan, regidos por un modelo de sistema nervioso, por una inteligencia artificial, muy relacionada con el cuerpo y el cerebro.
¿Cerebro de los seres humanos o de los animales?
También de animales, sí. Nuestro comportamiento está guiado por el cerebro, que es un conjunto de neuronas, de células nerviosas. El de los robots lo está por un cerebro simulado más sencillo, con neuronas artificiales ligadas por sinapsis artificiales. Es una inteligencia artificial pero muy cercana a la biología, a la física del cuerpo. E igual que los humanos nos comunicamos, los robots también
lo hacen: se coordinan entre ellos para conseguir logros que, por separado, no pueden.
¿Qué reglas tienen?
Las mismas normas sociales que los humanos. Les decimos lo que no se tiene que hacer imponiéndoles reglas que bloqueen comportamientos negativos.
¿No sería más fácil crearlos sin esos comportamientos?
Tiene razón, siempre que se refiera a robots con fines prácticos. Pero cuando los creamos para comprendernos a nosotros mismos, como nosotros a menudo somos egoístas, debemos hacerlos con esa misma característica y enfrentarlos uno a otro. Así podemos estudiar lo que quieren los sociólogos y los científicos políticos, es decir, el emerger de reglas que impiden conductas demasiado egoístas. Esta es una línea de investigación muy importante para nosotros: crear robots egoístas para estudiar porqué los seres humanos tienen leyes. Si no fuéramos egoístas no las tendríamos.
¿De qué modelos de vida artificial podemos hablar?
De redes neuronales artificiales del cerebro, o de modelos de la evolución biológica. Somos individuos con diferentes genes. Un hijo no será idéntico sino parecido a su padre, por las mutaciones genéticas. Darwin puro y duro.
Cuesta pensar en genes hablando de robots...
Lo sé, pero todo puede ser simulado, también los genes. Son simulaciones de genotipos.
¿Qué impacto tiene todo esto?
Uno, científico: los robots nos hacen comprender la realidad, que es el objetivo de la ciencia. Otro, tecnológico. Hay un tercero, que es cultural,
y es el más preocupante para mí, porque pensar que todo lo que somos y hacemos puede ser reproducido por los robots cambia nuestra visión del mundo.
¿Usted tiene miedo?
Desde luego, hay una parte arriesgada. El futuro es problemático, pero no podemos cerrar los ojos, hay que conocerlo y evitar los aspectos negativos.
Dicho así, las películas catastrofistas que muestran un mundo en manos de robots no parecen tan gratuitas...
Para crear un robot semejante a los seres humanos hay que hacerlo libre, con todos los riesgos que eso puede conllevar.
Que diga esto un científico da miedo...
Pero la investigación va en esa dirección. Lo que pasa es que aún hemos recorrido muy poco camino. Si
se va imitando la percepción, la inteligencia, la capacidad de previsión, de decidir... Al final se tiene a un ser humano.
¿Se podría llegar a convivir con robots autónomos?
Ahora mismo es ciencia-ficción.
¿Hay intereses militares?
Los hay. La Unión Europea, que yo sepa, no tiene una investigación en robótica en este sentido, pero en Estados Unidos e Inglaterra sí hay una fuerte inversión militar.
¿Cree que la investigación puede derivar hacia intereses peligrosos?
Si considera que la guerra es peligrosa, desde luego. Se invierte en robótica militar. Parte de ella incluye vigilancia, prevención o determinados descubrimientos, pero también se incluyen los bombardeos, claro.
¿Puede haber interferencias militares en la investigación?
Pienso que sí. Por suerte, yo no hago este tipo de investigaciones, pero me doy cuenta de que las aplicaciones de la llamada robótica social interesan a los militares. Pero esta rama de la robótica también nos sirve para otro tipo de cosas, como por ejemplo, entender mejor por qué el ser humano hace la guerra.
¿Cómo?
Utilizando robots para reducir las reacciones etnocéntricas de los humanos, por ejemplo.
¿Por qué su estudio está inspirado en el comportamiento de las hormigas?
Porque son más simples pero forman grupos de individuos con los mismos genes. Se pueden enfrentar a otros grupos, pero entre ellos, no.
¿Qué pasará con los robots?
Lo que pasó con los ordenadores: dentro de 20 o 30 años creo que estarán por todos lados.
¿En qué punto nos encontramos?
En las aplicaciones reales decide el hombre, pero en las investigaciones se empieza a dar responsabilidad a los robots. Los robots mandan la información al hombre, que es quien decide. Pero el paso siguiente es que el que decida sea un robot.
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