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Sistema solar El asteroide más cercano y el meteorito más valioso

Un pequeño cuerpo celeste baté el récord de aproximación a la Tierra sin desintegrarse y otro el récord de valor al fragmentarse.

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Trayectoria del asteroide que pasó el 16 de agosto a 2.950 kilómetros de la superficie terrestre./NASA/JPL-CALTECH

Apenas 3.000 kilómetros separaron a un pequeño asteroide de la superficie del Océano Índico a mediados de este mes, cuando logró esquivar a toda velocidad el planeta sin desintegrarse al rozar la atmósfera. Es la distancia en línea recta entre Barcelona y Moscú, por poner un ejemplo, y menos de la centésima parte de la que separa la órbita de la Luna del centro de la Tierra. El asteroide, de entre 3 y 6 metros de diámetro, se convirtió ese día, el 16 de agosto, en el más cercano observado nunca, gracias a un programa de detección de objetos cercanos a la Tierra financiado por la NASA

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Este asteroide, llamado 2020 QG, tuvo más "suerte" que otro, probablemente un poco más grande, que en abril del año pasado impactó y sus fragmentos regaron Aguas Zarcas, una localidad de Costa Rica. Así, la suerte fue para los estudiosos de estos cuerpos celestes y para los que recogieron fragmentos, que se están vendiendo a un precio superior al del oro.

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Por su composición, este meteorito de Aguas Zarcas se considera ya el más valioso también para la ciencia, junto con el de Murchison, que cayó en 1969 sobre esa localidad australiana, según recopila ahora la revista Science. Del de Murchison se recogieron 100 kilogramos en fragmentos, mientras que los de Aguas Zarcas suman unos 30 kilogramos.

Fragmento de medio centímetro de Aguas Zarcas./ ARIZONA STATE UNIVERSITY

Los asteroides pequeños son muy, muy numerosos y muchos los que impactan con el planeta sin consecuencias a lo largo de un año, fragmentándose al entrar en la atmósfera y produciendo los fenómenos llamados bólidos. Sin embargo, son muy pocos los que se han detectado hasta ahora antes del impacto, y el de Aguas Zarcas no se detectó. Se calcula que también son muy pocos lo que pasan cada año tan cerca de la Tierra sin desintegrarse.

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La NASA y otras instituciones están buscando asteroides grandes, de más de 140 metros de diámetro, que pueden llegar a causar grandes daños al chocar con la Tierra, por encargo del Congreso de Estados Unidos. En este caso, el 2020 QG se detectó cuando ya se alejaba, tras curvarse su trayectoria por la atracción gravitatoria terrestre. "Es todo un logro encontrar estos diminutos asteroides muy cercanos, porque pasan muy rápidamente", explica Paul Chodas, director del programa de búsqueda en el Jet Propulsion Laboratory (JPL). En este caso la velocidad fue de 12,3 kilómetros por segundo. "Habitualmente solo se puede observar durante un corto tiempo, dos días antes o dos días después de la máxima aproximación, cuando es lo suficientemente brillante pero no está tan cerca que no lo pueda detectar un telescopio por su alta velocidad", añade Chodas.

Tanto Aguas Zarcas como Murchison son de un tipo de meteoritos llamados condritas carbonáceas, ricos en carbono y los más antiguos y fascinantes, considerados restos de la primera época del Sistema Solar. En sus pequeñas esferas vidriadas están los aminoácidos ligados a la vida, así como muchos otros compuestos orgánicos, como nucleótidos que forman parte de los genes o el ARN. En los últimos 50 años se han identificado casi un centenar de aminoácidos en los fragmentos de Murchison, lo que ha cimentado la hipótesis de que la vida pudo surgir en la Tierra por el bombardeo de meteoritos, que también pudieron aportar agua.

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La llegada de Aguas Zarcas va a revolucionar el sector de la investigación de estas rocas celestes porque se pueden aplicar rápidamente nuevas técnicas a los fragmentos, evitar su contaminación (que siempre es un factor polémico) y seguramente detectar cosas inesperadas. La antigüedad de la roca fragmentada es de al menos 4.500 millones de años. "Si tuviera que iniciar una colección de meteoritos y solo pudiera seleccionar dos, elegiría Murchison y Aguas Zarcas", declara a Science Philipp Heck, conservador de la colección de meteoritos del famoso Museo Field de Chicago.

Sin embargo, la protección de meteoritos apenas está regulada en muchos países, y lo que sucedió en Costa Rica es un ejemplo. Compradores comerciales extranjeros aparecieron en gran número y pujaron por los trozos mayores hasta sobrepasar el precio del oro, lo que llevó a la población a buscarlos por todas partes. Los científicos de Costa Rica también tienen algunos fragmentos y esperan que les dejen estudiar más que ya estén en manos privadas, lo que incluye museos, sobre todo de Estados Unidos.

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Así, mientras un pequeño cuerpo del Sistema Solar apenas ha sido vislumbrado rozando la Tierra y pasará pronto al olvido, otro similar y con una trayectoria casi igual se ha convertido en objeto de deseo y lo seguirá siendo durante mucho tiempo. Cosas de la mecánica celeste.

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