Este artículo se publicó hace 16 años.
"El ‘shuttle’ no tiene sentido, las cápsulas son más eficientes"
Sergei Krikalev, ex cosmonauta y vicepresidente de Energia. El hombre que más tiempo ha pasado en órbita saltó la barrera a la industria aeroespacial
Nadie ha pasado tanto tiempo en el espacio como Sergei Krikalev (Leningrado, 1958). En sus 803 días en órbita ha podido vivir experiencias extraordinarias, algunas que van más allá del trabajo como cosmonauta. En mayo de 1991 partió desde el cosmódromo de Baikonur, en la URSS, hacia la estación espacial MIR. Cuando descendió, en el mismo lugar, 311 días después, en marzo de 1992, su país se había desintegrado. Al finalizar su conferencia, en el 59º Congreso de Astronáutica de Glasgow, varias personas se acercan a él para estrecharle la mano, expresar su respeto o compartir puntos de vista sobre algún proyecto espacial. Para muchos es un mito viviente. El cosmonauta también es vicepresidente de Energia, la compañía rusa que creó el programa Soyuz y considera proyectos tan ambiciosos como la explotación de los recursos naturales de la Luna.
No hemos regresado a la Luna desde hace mucho tiempo. ¿Por qué ahora es interesante volver?
Porque es un paso importante si queremos ir más allá, a Marte. Es necesario ir paso a paso.
Un viaje tripulado a Marte costaría los mismo que cien misiones robóticas capaces de retornar de allí con muestras. ¿Qué razón hay para gastar tanto dinero en enviar una misión tripulada?
Bueno, yo separaría esas dos cuestiones. Por un lado, la significación de los vuelos y la exploración; por otro, el dinero. Porque si solo nos fijamos en el dinero, ¿cuál fue la razón económica para construir los primeros aviones, o para el viaje de Gagarin? El asunto es diferente, se trata de ir más allá. ¿Cuál fue la justificación económica del viaje de Colón a América? Ninguna. Cuando se emprende un viaje de este tipo, se puede calcular cuánto se va a gastar, pero nunca sabes lo que vas a obtener a cambio. Obviamente, no se trataba de dinero. La idea es ir más allá para ampliar nuestra área de habitación, y eso es algo que hacen todos los animales. No se conforman con vivir en una parte del bosque, quieren el terreno que tengan disponible. Hubo una época en la que la Luna no era accesible para nosotros, pero ahora lo es. Por eso vamos. No hay razones económicas.
Sin embargo, en la Luna, Energia planteó algunas ideas para explotar recursos como el Helio-3, que se podría utilizar en un futuro reactor de fusión nuclear.
Hubo discusiones, pero económicamente no parece algo que pueda considerarse como objetivo inmediato. Se puede hacer; pero, volviendo a Colón, cuando él partió hacia América tenía un objetivo concreto, que era encontrar una nueva ruta hacia la India, porque iba a ser más barato para traer especias. Pero el resultado final fue mucho más significativo que traer unas especias de la India. Es posible que vayamos a la Luna a buscar Helio-3, pero el significado de instalarse allí será mayor.
En el pasado, los exploradores que iban a América no medían demasiado el riesgo, pero ahora las agencias no hacen nada sin asegurar al máximo la vida de sus astronautas. ¿Cree que habría gente dispuesta a arriesgar más para que todo fuese más rápido?
Nos arriesgamos todos los días. Sales a la calle y te puede atropellar un coche. Pero cuando salimos a la calle lo hacemos porque pensamos que el riesgo es aceptable. Lo mismo se aplica a los aviones o los cohetes. Hay un riesgo que debemos mitigar, pero cada uno decide por sí mismo si es razonable asumir ese riesgo. Para misiones planetarias, debemos tener en cuenta todos los elementos, pero la medida del riesgo es solo un aspecto.
Usted ha pasado temporadas muy largas en el espacio. La falta de contacto con otra gente, la falta de sexo, por ejemplo, ¿es también un problema para los astronautas?
Sí, por supuesto. Pero todo tiene solución, unos asuntos se solucionan de una manera y otros de otra.
En un viaje a Marte, que puede durar hasta 30 meses, ¿no serían problemáticas las relaciones entre los componentes de la misión?
Es posible, quizá por cuestiones de rivalidad, pero en una misión de este tipo la motivación va a ser tan alta que la misión será la prioridad. Además, con amplias labores científicas que realizar, la gente se mantendrá ocupada. En cualquier caso, yo nunca he sentido en el espacio un deseo de regresar porque no aguantara a mis compañeros.
Durante una estancia en la base espacial MIR, le sucedió algo bastante peculiar. Subió siendo ciudadano soviético y, cuando descendió, su país ya no existía. ¿Cuál fue la sensación?
Bueno, creo que ése es un tema para los periodistas. En realidad, no fue para tanto. Cuando partí lo hice desde Kazajistán, que en aquel momento era parte de la Unión Soviética, y cuando descendí ya no era parte de la URSS. Pero a nivel humano no fue muy distinto. La gente que me había despedido fue la misma que me recibió. Así que creo que a nivel personal no hubo muchas diferencias. Estábamos haciendo nuestro trabajo y no lo hacíamos para una estructura organizativa, sino para la gente, y la gente siguió siendo la misma.
Usted trabaja para Energia, la compañía que diseñó las cápsulas Soyuz y creará nuevas naves en los próximos años. ¿Qué ha sucedido con los ‘shuttle’? El concepto parecía más avanzado y ha resultado ser menos efectivo que las Soyuz. De hecho, EEUU está regresando al sistema de cápsulas.
Creo que estamos aprendiendo. La gente pensó que los shuttle serían más baratos, más seguros y más convenientes. Pero la realidad ha demostrado que quizá eran más convenientes, pero menos seguros. Se pensó que se reduciría el coste del transporte de humanos y carga al espacio, pero en realidad el coste aumentó. Estábamos pensando que nos daría más facilidades para llegar al espacio, pero fue lo contrario. Se vio que la reutilización del vehículo no era un objetivo. Sería interesante si eso hiciera más baratos los vuelos, pero no es así. Cuando el shuttle todavía se estaba diseñando, en la década de 1970, las estimaciones decían que iba a ser más eficiente que un cohete de un solo uso si se lanzaban, al menos, 50 shuttles al año. Uno cada semana.
¿Cuáles eran los planes para lanzar 50 ‘shuttles’ al año?
Si se observa la progresión de lanzamientos desde 1960, se ve que hay un incremento progresivo, con la construcción de estaciones en el espacio, más satélites… De seguir así, serían necesarios más de 50 shuttles al año hacia 1990. Entonces se pensaba en la posibilidad de una base en la Luna o un vehículo para ir a Marte y para eso habría hecho falta un sistema para llevar mucho material al espacio. El gran error no estuvo en el diseño de los shuttle, sino en el diseño de los programas. Se midió mal el potencial o lo que éste dio de sí. Con los planes actuales, todo el mundo se dio cuenta de que el shuttle no tenía ningún sentido. Nosotros vimos desde el principio que el sistema de cápsulas iba a ser más eficiente y Rusia va a construir en el futuro nuevas naves basadas en este mismo sistema.
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