Solo el 10% del fruto del café llega a la taza que te estás tomando para desayunar. El resto, multiplicado por los 3.000 millones de tazas que cada día nos bebemos en el planeta, genera más de 784.000 toneladas de desechos. Si esta biomasa residual se vierte a los ríos, los sobrecarga de materia orgánica que desequilibra los ecosistemas acuáticos. Si se deja en un vertedero en tierra, en su descomposición libera metano –un gas con 28 veces más efecto invernadero que el dióxido de carbono–.
No solo se trata de lo que sobra después del proceso de recolección y tostado, sino también de los posos que quedan en la cafetera. ¿Habría forma de aprovechar una cantidad tan enorme de desperdicios para algo útil?
Esta misma pregunta se hizo un equipo de investigadores de la Universidad de Aston, en Reino Unido, que llevaba tiempo estudiando la mejor manera de hacer crecer el alga Chlorella vulgaris, productora de biodiésel. Hasta el momento, las habían cultivado sobre material artificial –como espuma de poliuretano o nailon–, dándoles de comer nutrientes agregados al agua. Su idea fue aprovechar las cualidades nutritivas de los posos de café, que son ricos en aceites y almidón, para ambas cosas, es decir, como única fuente de comida y como soporte de cultivo.
El resultado final del invento fue un biocombustible de excelente calidad que "produce emisiones mínimas y un buen rendimiento del motor, cumpliendo con las especificaciones estadounidenses y europeas", señala la ingeniera química Vesna Najdanovic, coautora del estudio, publicado en noviembre en Renewable and Sustainable Energy Reviews.
Para los autores, este hallazgo supone un gran avance en el cultivo de microalgas, tanto por las bondades del producto obtenido, como por las soluciones que aporta de forma indirecta a distintos problemas medioambientales.
Según explica Najdanovic, este sistema "podría ser una opción ideal para la comercialización de nuevas materias primas, evitando la competencia con los cultivos alimentarios. Además, reduciría la tala de palma para extraer el aceite que se usa para generar biocombustibles, una práctica causante de desforetación y grandes emisiones de carbono en el sudeste asiático".
Energía para fabricar acero verde
Otra propuesta ecológica que aprovecha los posos de café es la del Centro de Investigación y Tecnología de Materiales Sostenible (sMaRT) de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Sidney, Australia. En su búsqueda de formas menos contaminantes de fabricar acero –un proceso que quema grandes cantidades de carbón y coque–, se han topado con este subproducto del desayuno. Según publicaron este año los autores de la investigación, cuando lo que se quema para poner en marcha la fundición son posos de café, "mejora enormemente la eficiencia y la energía necesarias para el proceso de fabricación de acero".
La clave está en el alto poder calorífico de este fruto importado a Europa por los venecianos en el siglo XVII. El café es, en un 16%, aceite. Esto lo convierte en materia orgánica perfecta como combustible. "Una empresa suiza de alimentación quema los posos y así satisface sus necesidades de energía en dos fábricas de café ubicadas en Vietnam y China", nos cuentan las bioquímicas María Dolores del Castillo y Amaia Iriondo, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CSIC), en su libro ¿Qué sabemos del café? (2022).
En España, una fábrica de cápsulas monodosis de café, en Girona, hace lo mismo: usa una caldera para quemar los posos que produce, con lo que se generan 125.000 toneladas de vapor al año, reduciendo un 25% el consumo de gas natural de sus instalaciones.
Autobuses propulsados por café
Aunque quizá más llamativo es el uso que se les está dando en Londres. Desde 2017, los famosos autobuses rojos de dos pisos de la ciudad funcionan con un biocombustible que mezcla diésel (80%) y aceite de los posos de café (20%). Para hacernos una idea, con 6.000 litros de aceite de café un autobús urbano puede funcionar todo un año, sin necesitar otro tipo de combustible. Una solución que es ecológica porque reduce las emisiones de CO2 del transporte público de la capital inglesa entre un 10% y un 15%. Tanto es así que están planeando implementarla también en los taxis y hasta en camiones.
Tan grande es su potencial como combustible que los posos se aprovechan también para hacer pellet, con un poder calorífico un 20% mayor que el de la madera y un alternativa sostenible a la tala de árboles. Y es que hablamos de un material que es un perfecto ejemplo de economía circular. Lo que nos sobra de esa taza humeante que nos despierta por la mañana se puede aprovechar, incluso, para hacer revestimiento de suelos o joyas, tal y como hace la firma británica Rosalie McMillan, que vende joyas hechas con un 70% de posos reciclados.
Mientras, en València, este año ha comenzado un plan de reutilización, dentro del programa europeo de reciclaje de residuos urbanos WaysTUP!, coordinado por la sociedad Agricultores de la Vega de València. Lo que hacen es recoger posos de café de distintos restaurantes y cafeterías para luego procesarlos y obtener carotenoides que servirán para hacer conservantes y colorantes naturales, útiles para la fabricación de alimentos, suplementos nutricionales y bebidas.
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