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Un horno para comprimir la chatarra radiactiva

La fusión de metales es un proceso industrial para el almacenaje

JAVIER SALAS

La explosión que sufrió ayer la planta de tratamiento de residuos de Centraco, en Gard, se produjo en un horno dedicado a la fusión de materiales de baja actividad radiactiva. Y sólo hay una razón para hacerlo: reducir su tamaño. Los países que deben lidiar con materiales radiactivos procedentes de la industria atómica, instrumental médico y material de laboratorio se esfuerzan por minimizar los problemas que pueda provocar esta basura tóxica. Y cuanto menos ocupe, mejor.

'Se trata de una técnica metalúrgica, de las más seguras que se han puesto en práctica, para reducir el tamaño de los residuos. Esto sirve para mejorar la gestión, el almacenamiento y la durabilidad de los desechos en el depósito', explica el experto en energía nuclear del Ciemat Enrique González. El horno que ayer explotó suele dedicarse a fundir materiales que tienen presente el isótopo radiactivo cobalto-60, que se usa en radioterapia como tratamiento oncológico. Pero en ese tipo de hornos también se comprime todo tipo de metales (tuberías, planchas...) que formaron parte de una central desmantelada y contienen algo de contaminación. Este proceso no interviene de ninguna forma en el nivel de radiación que contiene la chatarra: 'En ningún caso reduce la radiactividad, se mantiene constante', asegura González.

Es una de las prácticas 'más seguras' para reducir los residuos

Pero tampoco eleva el riesgo de incidente. Según explica el radiobiólogo del CSIC Eduard Rodríguez Farré, la explosión que ayer mató a un hombre 'no tiene nada que ver con la radiactividad'. 'Ese tipo de materiales no genera calor suficiente como para provocar accidentes. Ese horno ha explotado como explota cualquier horno en un proceso industrial', asegura Farré. Este experto recuerda que en la vecina planta de Marcoule se realiza todo tipo de tratamientos de residuos radiactivos de alta actividad que sí suponen la manipulación de materiales sensibles, 'como la fabricación del combustible MOX que se usaba en el reactor 3 de Fukushima'.

El de la fundición es uno de los sistemas que más logran reducir el volumen de esta basura tóxica. En España, la apuesta es menos sofisticada, y consiste en trocear y comprimir la chatarra lo más posible, después de haberla sometido a diversos procesos de lavado para limitar su actividad radiactiva (como la limpieza con agua a presión y los baños químicos). De este modo se reduce su volumen en un 30%, lejos de la capacidad de compresión que alcanza la fusión de materiales. Una vez comprimida, la chatarra contaminada se mezcla con cemento para crear bloques compactos que fijen los materiales y ayuden a su almacenamiento.

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