Este artículo se publicó hace 16 años.
Fiebre del oro en el espacio
La carrera por llegar a la Luna despierta dudas sobre los derechos de propiedad más allá de la Tierra
El rey Federico II de Prusia, no por nada conocido como El Grande, decidió, en 1756, premiar al granjero Aul Jurgens con un singular regalo: la propiedad de la Luna. Aquella fue, posiblemente, la primera ocasión en que un Estado se apropió del satélite. Las carencias en el transporte espacial de la época impidieron que el generoso gesto de Federico pusiese celosas a otras potencias. Pero el asunto de la propiedad de la Luna comenzó a tomarse en serio cuando soviéticos y estadounidenses demostraron que tenían capacidad para llegar hasta allí. En 1967, dos años antes de que los primeros humanos pisasen el Mar de la Tranquilidad del satélite y después de ser aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, entró en vigor el Tratado del Espacio Exterior. Este texto es la base de la ley espacial internacional y, entre otras cosas, prohíbe de manera explícita la apropiación de cualquier recurso espacial por parte de una nación o individuo.
Hoy, países como China, India o Japón, han enviado sondas para estudiar el satélite y, entre otras cosas, conocer sus recursos. Tanto ellos como Rusia y EEUU han mostrado su intención de instalar bases lunares en el futuro y, si como parece posible, se encontrasen allí recursos naturales con el interés suficiente, se podría producir una fiebre del oro que debería ser regulada. La ambición humana pondría entonces a prueba la eficacia del buenismo del texto de 1967.
Reticencia a los tratados
Aun sin un proyecto para extraer riqueza de la Luna, países como EEUU ya han mostrado su reticencia a considerar patrimonio de la humanidad lo que se encuentre en el satélite. El Tratado de la Luna, finalizado en 1979, no ha sido ratificado por ningún Estado con capacidad para llegar al satélite.
"La razón básica es que el tratado dice que la Luna y sus recursos naturales son patrimonio común de la humanidad, y eso es algo que no les interesa a EEUU y otros países", afirma Juan Manuel de Faramiñán, miembro de la junta directiva del Centro Europeo para la Ley Espacial. "Pasó algo similar con los fondos marinos y oceánicos. En una ley de 1982 se dice que estos fondos son patrimonio común, pero EEUU tampoco la ha firmado", añade.
Virgiliu Pop, investigador en la Agencia Espacial Rumana y autor del libro Who Owns the Moon? ("¿de quién es la Luna?"), cree que los tratados de las Naciones Unidas en el espacio exterior y la idea de compartir los recursos espaciales como un bien común "han retrasado el desarrollo de una economía espacial". En su opinión, el desarrollo de leyes que posibilitasen la apropiación privada de los recursos espaciales beneficiarían a todas las naciones, incluso a los países más débiles. "Asegurar los derechos de propiedad sería un pequeño precio a pagar, mucho más beneficioso para la humanidad que dejar el entorno espacial sin desarrollar", asegura.
Pese a la existencia de una ley, Naciones Unidas no tiene capacidad para hacer que se cumpla. Además, los países con posibilidades de colonizar la Luna forman parte del Consejo de Seguridad del organismo y tendrían derecho a vetar las medidas de fuerza que se pretendiesen aplicar contra ellos.
Debilidad de la ONU
Expertos como Allen D. Webber resaltan el grave problema que supone la debilidad de la ONU para gestionar los recursos ultraterrestres. En su opinión, este organismo no es apropiado para la gestión de recursos espaciales debido a su "lentitud, debilidad institucional, incapacidad para hacer cumplir sus mandatos e incapacidad para responder de forma efectiva a los conflictos entre naciones".
El consultor Jonathan Card señala, además, la voluntad no reconocida de la ONU de convertirse en "gobernador del espacio exterior". Un ejemplo es el de la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Pese a que este organismo "prohíbe la apropiación de frecuencias o espacios orbitales" utilizados por los satélites de comunicaciones, ella misma, denuncia el experto, es la responsable de conceder frecuencias y ubicaciones orbitales a individuos o compañías que pueden "usarlas, no usarlas o venderlas a otras personas", afirma Card.
Hoy por hoy la apropiación de terrenos en el espacio es imposible, ni para reyes como Federico de Prusia ni para las compañías que venden terrenos en la Luna a millonarios como el ruso Román Abramóvich, que acaba de regalarle unas 40 hectáreas lunares a su novia. Pero no se descarta que esto vaya a cambiar.
"Puede ocurrir que los Estados decidan que determinadas áreas de los cuerpos celestes sean objeto de apropiación privada o pública", explica De Faramiñán. En su opinión, en el espacio no solo se aplicará la ley del que tenga mayor capacidad tecnológica. "Es posible legislar, porque se ha hecho en casos similares. La comunidad internacional debe evitar los desmanes", concluye.
Otros lugares patrimonio de la humanidad
Minería en el fondo de los océanos
En el fondo de los océanos, a profundidades de entre 2.000 y 6.000 metros, se encuentran yacimientos minerales con importantes cantidades de manganeso, niquel o cobalto. En 1982 se firmó el convenio de Montego Bay que dice que estos nódulos son patrimonio de la humanidad y se creó la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos para gestionar los recursos por el bien común de todos los estados. El tratado entró en vigor en 1994. Estados Unidos no ha llegado a ratificarlo y sigue explotando los nódulos polimetálicos al margen de la Autoridad.
El espacio, un nuevo espacio para colonizar
La colonización de América también puede servir como ejemplo de lo que podría suceder en el espacio. En 1763, el rey Jorge III de Gran Bretaña prohibió a sus súbditos instalarse más allá de los nacimientos de los ríos que desembocaban en el Atlántico. Muchos colonos desafiaron este mandato que no se pudo hacer cumplir por la incapacidad del ejército británico para controlar una región tan extensa. Hace diez años, el fundador de SpaceDev, Jim Benson afirmó que iba a hacer aterrizar una sonda sobre un asteroide y tomar posesión de él. "Si a la ONU no le gusta, podría mandar un tanque a mi asteroide, pero, por supuesto, no puede", espetó.
Antártida, un terreno virgen; por ahora
La explotación de los recursos naturales de la Antártida no será posible hasta 2048, según el tratado internacional sobre el continente firmado en 1959. Es posible que las condiciones extremas del continente hayan facilitado el cumplimiento del acuerdo durante medio siglo. En mayo del año que viene se discutirán los derechos de varios Estados sobre los fondos marinos del continente. El estado virginal de la Antártida puede no ser eterno.
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