Este artículo se publicó hace 16 años.
Cuando el crimen científico no recibe castigo
El 43% de los investigadores fraudulentos sigue trabajando
La falsificación o invención de trabajos científicos, el plagio o la tergiversación de datos están más cerca de la salvación que de recibir un duro castigo. Así lo muestra un estudio realizado por investigadores estadounidenses, que sugiere que las sanciones impuestas por cometer fraude en el ámbito de la ciencia no son tan severas como se cree.
Los resultados de su trabajo, publicados en la revista científica Science, muestran que el 43% de los investigadores fraudulentos seguía trabajando para la universidad, y la mayoría publicó una media de un trabajo al año, aun después de descubrirse su mala conducta.
Los investigadores analizaron los casos de estudiosos culpables de conducta inapropiada por la Oficina de Investigación de la Integridad de EEUU. 106 en total, todos empleados en una facultad o ambientes investigadores sin fines de lucro. De ellos, 36 fueron casos de falsificación o fabricación de trabajos, 10 de plagio y 12 de tergiversación. 26 cometieron múltiples infracciones y 70 cometieron sólo una.
Castigos aplicados
Los 43 implicados en los casos más graves fueron expulsados del Consejo Asesor del Servicio de Salud Pública de EEUU, y a 30 les anularon sus becas y contratos. Por tanto, hubo pocas diferencias en el número y la duración de las sanciones (la mayoría, de 3 años). Además, apenas a 14 se les pidió que se retractaran o corrigieran sus trabajos. Incluso 3 de ellos (como mínimo) recibieron ayuda de la institución para la que trabajaban cuando llevaron su caso a juicio. Ahora confiesan mantener su vida científica a pesar del shock inicial en sus reputaciones al hacerse público su fraude.
Pero no todos llegan a conocerse. A la sombra quedan otros muchos casos que no llegan al aparato oficial de control y que deben ser analizados, concluye el estudio.
El FBI también comete errores
Las dudas sobre si el fallecido doctor Bruce Ivins fue el único responsable de los ataques de ántrax que causaron la muerte a cinco personas en EEUU en 2001 se ciernen sobre el FBI.
El caso sigue abierto porque la mayor evidencia de que fuera Ivins el culpable es el hecho de que se suicidase hace un mes (quizá para evitar el juicio). Además, el FBI ya había culpado a un inocente antes y los científicos han refutado varias de sus pruebas contra Ivins.
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