Durante los cuatro años que presidió el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Carlos Martínez Alonso no se cansó de repetir que España debía apostar de forma decidida por la economía del conocimiento para ser un país dueño de su futuro y convertirse en la California de Europa. Aunque el pasado marzo dejó el CSIC para asumir la Secretaría de Estado de Investigación, mantiene el reto; su mensaje es ahora incluso más claro: “Podemos hacerlo”, asevera, emulando el ya famoso “Yes, we can” del candidato demócrata a la presidencia de EEUU, Barak Obama. El inmunólogo leonés se muestra convencido de que el Ministerio de Ciencia e Innovación, encabezado por Cristina Garmendia, ha asumido con determinación la responsabilidad de convertir a España en una potencia científica mundial.
¿Qué herencia dejó a este nuevo Ministerio la anterior legislatura, en logros y en asuntos pendientes?
El Gobierno demostró su compromiso con la ciencia como motor de desarrollo al duplicar de largo la inversión en I+D+I; crear programas específicos, como Ingenio 2010, que permitieron formar grupos competitivos, focalizar la actividad en áreas estratégicas y promover la colaboración público-privado; y desarrolló modificaciones para eliminar burocracia y ejecutar con mayor agilidad los presupuestos de ciencia. Quedó pendiente, por ejemplo, la elaboración de una nueva ley de la ciencia o el desarrollo de un estatuto para el personal investigador.
¿Cuál es su mayor reto en la Secretaría de Estado?
El Ministerio quiere transmitir a la sociedad que España puede liderar proyectos competitivos internacionales de excelencia. Y no basta con crear conocimiento, también hay que trasladarlo al sector productivo, a través de patentes cuyas licencias, además, hay que hacer llegar al sector privado. En tercer lugar, es necesario fomentar la creación de más empresas de base tecnológica, permitir a los investigadores crear empresas y formar parte de sus consejos de dirección. Además debemos ser capaces de fomentar el mecenazgo, a ninguna economía puntera basada en el conocimiento le falta esa fuente de financiación privada, pero aquí no es así, tenemos que cambiarlo.
Se depositan muchas esperanzas en la participación del sector productivo, cuando además parece que acecha una crisis económica, ¿qué pasa si no se deja convencer?
No se trata de convencerles de nada, el sector industrial no tiene otro mecanismo para crecer y generar riqueza que no pase por el desarrollo científico y tecnológico. Nuestro deber es aumentar la flexibilidad del sistema para permitir una mayor colaboración entre lo público y lo privado; generar grupos de excelencia que sean productivos y, por lo tanto, atractivos para la inversión internacional; así como fomentar la movilidad y la internacionalización del talento. El Ministerio debe actuar como catalizador de todos los intereses implicados: las administraciones central y autonómicas, el sector productivo y el conjunto de la comunidad investigadora. Si todo esto sale bien, la industria no tendrá ni que pensárselo para incorporarse.
¿Y cómo se atrae talento?
La ciencia es una actividad creativa y necesita flexibilidad, hay que reducir la burocracia para, entre otras cosas, detectar necesidades y atraer a España a los mejores científicos internacionales para satisfacerlas; y que se formen a su alrededor grupos de excelencia que sirvan de modelo a las futuras generaciones.
En una actividad tan global como la investigación, con el reto además de internacionalizar la ciencia española, ¿cómo se convence a las Comunidades Autónomas para que adapten sus aspiraciones al interés del Estado?
Las Comunidades Autónomas son parte del Estado, esto es así, guste más o guste menos, pero es que además, por mi experiencia en la presidencia del CSIC, donde me tocó negociar con todas ellas para crear cerca de 30 centros de investigación, nunca encontré una postura intransigente o incapacitada para contribuir al desarrollo del Estado, de verdad que no. Yo prefiero verle un aspecto positivo, es otra forma de generar competencia al servicio de la excelencia. En Alemania también hay 16 länder y les va muy bien. Aunque no sólo es importante que compitan, sino también que colaboren, para evitar duplicidades o fragmentaciones del sistema y fomentar la creación de infraestructuras que sean polos de atracción, con independencia de dónde estén ubicadas.
Habla mucho de excelencia, de competencia, de productividad... ¿Cómo casan estos conceptos con una política progresista?
La excelencia es necesaria para el desarrollo, para abrir nuevas fronteras de conocimiento. Lo mismo que la cooperación entre las administraciones del Estado, central y autonómicas, y el sector productivo. La riqueza generada a partir del conocimiento y la cooperación debe ser luego además solidaria, compartir recursos y ayudar a desarrollar talento donde más se necesite. Pero si no generas riqueza, difícilmente puedes ser generoso con nadie.
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