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El chisme de la convergencia en el sofá

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Un iPhone para repantigarse en el sofá y consumir contenidos digitales. Hojear un e-book, un diario o actualizar Facebook o Twitter. Con música y sin el enanismo de la pantalla de un teléfono. Es el iPad: portátil, no móvil. Si no necesitas ordenador para trabajar es el aparato del ocio total. Apple diseña la convergencia: una pantalla de mano, con teclado virtual para las redes sociales y la ruta sencilla de sus aplicaciones para llegar a contenidos con un dedo. El chisme es para los fanáticos del iPhone, los hiperconectados al ultraportátil y quienes esperan la puerta mágica de la multimedia, sin complicación. Es para ver y consumir. Pagas, pero todo está a un toque.

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Steve Jobs defiende el gusto. La tecnología debe ser bella. En su equipo, el márketing aviva el cerebro de los ingenieros. Con el iPhone acabó el aburrimiento en los móviles y el iPad quiere hacer sexy el ordenador, liberarlo del teclado y su molesto recuerdo a trabajo y texto.

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A fallback.

Los lectores de libros digitales muchos leen en el iPhone son el primer test con el lanzamiento de iBookstore. En Amazon miran su Kindle como a una modosa ama de casa frente a este deseo que viste piel de tiburón. Los medios lo ven como una máquina para fundir tarjetas de crédito. Confían en repetir el éxito de iTunes. Conseguir más porcentaje (70%) y mejor precio que en Kindle. Pero la información está lejos del interfaz visual y táctil necesario. Muchos dudan de entregar su distribución a Apple cuando mucha gente paga por una de sus aplicaciones y poca por el contenido. Pero la innovación llega de fuera y aprieta.

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