Abrazado a sus dos hijos y con los gritos de “Juantxo, Juantxo” de los cerca de 100 familiares y amigos que habían acudido a recibirlo, abandonaba esta tarde Juan López de Uralde la zona de equipajes de la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas. Se ponía así fin a 20 días de “pesadilla y película de serie B”, como definió Íñigo López de Uralde, uno de los cinco hermanos del director de Greenpeace España, la estancia del activista en la prisión danesa de Vestre Faengsel.
Al igual que hicieron en Copenhague cuando salió de prisión, los compañeros de Greenpeace de López de Uralde extendieron una alfombra roja en el aeropuerto tras la cual le esperaban sus allegados, entre los que se encontraban “casi todos” los de la oficina de la organización, cuatro de su hermanos y 12 de sus 20 sobrinos. Los más pequeños, sujetaban una pancarta con su nombre y, media hora antes de su llegada, atendían a las instrucciones de los mayores: “Cuando llegue el tío Juan, hacéis sonar el silbato”.
Su mujer, Koro Castellanos, y sus hijos, esperaron al ecologista en la sala de equipajes, para evitar que los medios recogieran lo que, sin duda, tuvo que ser un emotivo reencuentro. Los que no esperaron a López de Uralde en Barajas fueron sus padres porque, como explicó su hermana Esperanza: “Son muy mayores y, aunque querían, no les hemos dejado venir”.
'Sabíamos que España se movía muchísimo, el resto de los activistas tenían envidia'
El director de Greenpeace España, que viajó acompañado de su abogado José Manuel Marraco y de la responsable de la campaña de costas de la organización, María José Caballero, quiso agradecer el apoyo recibido por parte de la sociedad española.
“De la poca información que nos llegaba, sabíamos que España se movía muchísimo, el resto de los activistas tenían envidia”, comentó López de Uralde. El activista aprovechó su breve comparecencia para recordar que “las últimas oportunidades para acabar con el cambio climático están desapareciendo ”. El máximo responsable de Greenpeace subrayó que “volvería a hacer lo mismo” aunque reconoció que los días en la cárcel habían sido “duros”. “Lo más difícil fue la incomunicación”, concluyó para, a continuación, dejar a los medios para hacer lo que no ha podido en los últimos 20 días: abrazar a los suyos.
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