Este artículo se publicó hace 16 años.
¿Bioartista o terrorista?
Steve Kurtz fue investigado y acusado por utilizar material modificado genéticamente
La vida de Steve Kurtz dio un giro inesperado una mañana de mayo de 2004 en la que se despertó y comprobó que Hope, su esposa de 27 años, había fallecido por un problema cardíaco congénito. Profesor de Arte en la Universidad de Buffalo y creador del grupo Critical Art Ensemble, llamó a los servicios sanitarios, sin saber que ahí se le iba a complicar toda su vida. Los funcionarios iniciaron la investigación reglamentaria para encontrar las causas de una muerte "no habitual" por la edad de la fallecida y, en el registro, encontraron el material de un experimento sobre agricultura modificada genéticamente que iba a ser presentado en el Museo de Arte Contemporáneo de Masachussets. Eso les hizo sospechar de Kurtz y avisaron al FBI.
La entrada de la policía federal desató la locura. "De repente, aparecieron cuatro coches del FBI a buscarme, retiraron el cadáver de mi mujer de la funeraria y me sometieron a un larguísimo interrogatorio. No pude regresar hasta una semana más tarde, cuando ya habían requisado todo el material. El FBI abrió una causa contra mí, acusándome de bioterrorismo", cuenta. ¿Era tan peligroso ese material con el que trabajaban? "Nada de lo que hacíamos era peligroso. Las autoridades me utilizaron para dar ejemplo a los ciudadanos", asegura.
Kurtz, que acaba de participar en la Semana de la Ciencia de Nueva York en un evento sobre bioarte, se vio inmerso en un largo proceso judicial, acusado de bioterrorismo y de varios tipos de fraude. Todos los procesos se fueron resolviendo hasta hace unos meses, cuando las últimas sentencias "desestimaron cualquier culpabilidad. No critico las primeras medidas adoptadas por los agentes federales, pero lo que realmente me sorprendió fue que más tarde iniciaran una campaña tan fuerte en mi contra, con acusaciones realmente graves", sentencia.
Durante todo este tiempo ha recibido el apoyo de artistas del peso de Richard Serra y Sol LeWit, lo que le ha ayudado a sobreponerse de "una experiencia terrible. Yo suelo decir que es como si estás en la sabana africana, rodeado de leones hambrientos, y tu compañero enferma y muere; no sólo le has perdido, sino que además hay más leones hambrientos que te miran a ti. Es el peor escenario posible para superar la muerte de alguien querido, cuando estás aturdido por el dolor y, al mismo tiempo, tienes que tratar de explicar que no eres un terrorista".
La actividad de Kurtz puede definirse como un híbrido entre la biología y el arte, un modo de mostrar sus preocupaciones que no está exento de riesgos: "Lo que está claro es que, cuando hacemos una acción, lo que en ella se muestra ocurre realmente. Es decir, cuando estamos probando frutas modificadas genéticamente, realmente hay un voluntario del proyecto que las está comiendo y asumiendo las consecuencias que eso pueda tener".
¿Y dónde está el límite en el que parar?. "Yo diría que hay dos líneas, una inamovible, que es la marcan las leyes y los tribunales y que ninguno nos podemos saltar. Y una segunda, de experimentación y búsqueda del conocimiento, a la que no debemos poner límites. Creo que no hay nada tan apasionante y necesario como la ciencia, pero estoy convencido de que debe ser llevada a cabo por profesionales bien formados y con los medios adecuados, y no es mi caso", confiesa.
Steve Kurtz tiene contacto regular con España, que ha visitado en los últimos años para mostrar sus trabajos en Madrid y Barcelona. "Me gustaría poder tener un proyecto anual", cuenta, "porque me encanta trabajar en España. La libertad es total y te dejan hacer lo que quieras, sin límites. Es un lujo para alguien que necesita experimentos tan reales como los nuestros. Si hay un país que va en una dirección radicalmente opuesta a la de EEUU en materia de investigación, ése es España. Su posición es cada vez más libre y el Gobierno está decidido a avanzar en
esa línea", afirma.
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