La desaparición de las abejas es ya un problema global, como ha reconocido Naciones Unidas en un informe reciente, y en España, lejos de resolverse, está desbocado. La mortalidad dentro de las colmenas españolas es un mal estructural que afecta cada año al 25% o 30% de las abejas, que sucumben ante numerosas amenazas que las ponen contra las cuerdas, como enfermedades, pesticidas o problemas medioambientales. En este contexto, uno de sus mayores enemigos, el parásito Nosema, se ha hecho fuerte en los panales españoles y empieza a consumirlos. En la actualidad, el 75% de las colmenas españolas están enfermas por la acción de este microorganismo parásito, según el último estudio de vigilancia epidemiológica del Centro Apícola de Marchamalo (Guadalajara), referencia mundial en el estudio de esta enfermedad.
El dato abruma todavía más si se lo compara con el registrado durante el estudio previo, realizado entre 2006 y 2007, que mostró que el 45% de las colmenas españolas estaban contaminadas. La enfermedad se extiende tan rápidamente por una razón: no hay armas para combatirla.
El único medicamento que combate al hongo está prohibido
'El estudio muestra la prevalencia esperada para otros patógenos tradicionales, como el ácaro Varroa. Pero en el caso de Nosema casi se ha duplicado desde 2007, lo que muestra la gravedad de la situación: todavía es un problema emergente', afirma el investigador Mariano Higes, del Centro Apícola de Marchamalo. Higes, responsable del estudio, fue el descubridor de este parásito, relacionado ya en todo el mundo con el imparable despoblamiento de las colmenas.
Este hongo afecta al aparato digestivo de todas las abejas, desde la reina a los zánganos, provocando su rápido deterioro. Sobre todo cuando actúa la especie más dañina, llamada Nosema ceranae. Débiles y temblorosas, las abejas no son capaces de cumplir con sus funciones dentro de la colmena, por lo que generan un gran estrés a la comunidad. 'Las abejas se ven obligadas a trabajar más para compensar las pérdidas y evitar que el equilibrio de la colmena se rompa. Aun así, un panal infectado puede llegar a reducir un 50% la producción de miel', asegura Higes.
Muchas veces, el trabajo intensivo de las demás abejas provoca que ni el propio apicultor note que la colmena está enferma, ya que además el parásito puede estar muchos meses incubándose en silencio. Pero debilita de tal manera a la comunidad que la colmena colapsa en cuanto entra en juego otro de los muchos problemas que afectan a las abejas. Como dice el propio Higes, Nosema no es la única causa de la muerte de las abejas, pero su proliferación es el cuchillo que abre el melón.
Los agricultores denuncian que a las farmacéuticas no les interesa investigar
El primer caso documentado de la presencia de este parásito se dio en España en 2004, pero ya se ha detectado en todo el mundo. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente hizo público el 10 de marzo un informe sobre la desaparición de las abejas, en el que reconocía que ya es un problema a escala global, y señalaba la nosemosis la dolencia que provoca este parásito como uno de sus principales causantes. En España, fue a partir de 2005 cuando los apicultores comenzaron a dar noticia del síndrome del despoblamiento de las colmenas, que es como se ha denominado al fenómeno de la muerte de abejas sin una causa directa aparente y que tanta alarma ha generado.
El trabajo de polinización de las abejas es fundamental tanto en los campos de cultivo como para mantener el equilibrio de los ecosistemas. En España, esa fecunda labor genera 3.000 millones de euros anuales en favor de la agricultura, frente a los 61,5 millones que se obtienen de la explotación de la miel, según cálculos de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
La UE reconoce que no sabe cómo combatir la mortalidad apícola
El único remedio conocido frente a la nosemosis era un antibiótico llamado fumagilina, que se administra en forma de jarabe. La Agencia Europea del Medicamento, tras un paréntesis entre 2000 y 2005, decidió prohibir su uso por el residuo que este jarabe pudiera dejar en la miel y la cera producida en los panales. El organismo europeo reconoce que no hay alternativa.
'Las compañías farmaceúticas no tienen interés económico en desarrollar los medicamentos necesarios para combatir a los parásitos que afectan a las abejas', lamenta el responsable apícola de COAG, José Luis González, quien asegura que en España ya no hay colmenas salvajes. 'Las enfermedades y los parásitos están tan implantados en las abejas que si no hay un apicultores que cuiden del enjambre este termina por morirse', relata.
Los 23.000 apicultores españoles 5.400 profesionales no son partidarios de usar antibióticos como la fumagilina, porque si se hallaran residuos en la miel perdería su prestigio de producto natural. Y sólo aceptarían usar un medicamento realmente eficaz si la Unión Europea decidiera eliminar la actual política de 'tolerancia cero' para los residuos médicos en la cera y miel de los panales. Además, González demanda que las autoridades realicen estudios concretos sobre la incidencia de los pesticidas en las colmenas. Los apicultores creen que incluso un nivel bajo de toxicidad de los insecticidas podría estar debilitando las defensas de las colmenas y favoreciendo el desarrollo de Nosema.
Ya no hay colmenas naturales que logren sobrevivir sin cuidados humanos
La Comisión Europea, preocupada por la muerte de las abejas, publicó en enero un informe que anuncia que lanzará a finales de este año una estrategia para defenderse de un problema que ahora no es capaz de resolver. En el documento, la Comisión señala que 'no está claro qué debería hacerse para combatir esa mortalidad de manera eficaz'. Además, culpa a los gobiernos por sus 'flojos' sistemas de vigilancia apícola que provocan que 'resulta imposible entender cuál es la situación real'.
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