Ante un acto criminal como el perpetrado este miércoles en la sede de Charlie Hebdo no caben las medias tintas, solo la condena más enérgica y sin paliativos. Es terrorismo en estado químicamente puro, un ataque brutal a la libertad de crítica y a la sátira como una de sus más nobles expresiones. El semanario francés ha utilizado siempre estos instrumentos consustanciales con los valores republicanos apuntando a todo cuanto se mueve, a las lacras sociales, políticas, económicas y religiosas. No es una publicación antiislamista. Lo mismo se toma a broma a Mahoma que a Jesucristo, desnuda las vergüenzas de Sarkozy que las de Hollande, Le Pen o la élite financiera. Se trata de periodismo, de un tipo infrecuente, pero tan necesario como el convencional. Y, por lo que se ve, convierte el ejercicio del humor inteligente en una profesión de riesgo.