En unos momentos en que estamos en el abismo del precipicio económico, con unos recortes en educación, especialmente en los centros públicos, que cuestionan la propia viabilidad del sistema y su calidad, aparece de nuevo el fantasma de la lengua. Vía Tribunal Supremo se pretende imponer el castellano como lengua vehicular en el segundo ciclo de educación infantil en Catalunya de forma genérica, igual que el catalán. Esta vez, a diferencia de los casos anteriores que afectaban situaciones particulares de familias que pedían la excepción lingüística, el Tribunal Supremo carga contra la inmersión lingüística en el segundo ciclo de infantil y reclama cambios generales en nuestro sistema educativo. La inmersión lingüística que ha guiado la escuela catalana ha sido un éxito de igualdad e integración Una vez más hay que decir que se trata de buscar una solución ficticia a un problema imaginario. Hay que repetirlo una y otra vez: en Catalunya la lengua castellana no está en peligro. El sistema de inmersión lingüística que ha guiado la escuela catalana en los últimos 30 años ha sido un éxito de igualdad e integración y ha conseguido sus objetivos: la adquisición de las máximas competencias lingüísticas en las dos lenguas oficiales. El programa de inmersión y el uso del catalán como lengua vehicular en la escuela son instrumentos imprescindibles para garantizar la igualdad de oportunidades y facilitar el acceso universal a la lengua y cultura que, sin ellos, quedaría relegada solamente a una parte de la población. Para los niños y niñas castellano parlantes, sean nacionales o inmigrantes, la inmersión lingüística es la única que puede asegurar el dominio de las dos lenguas oficiales. Prohibir esta práctica implica marginar a todos estos chicos y chicas impidiéndoles alcanzar el nivel de catalán imprescindible para convivir con igualdad de oportunidades en nuestra sociedad catalana. La inmersión lingüística, con el catalán como lengua vehicular, no es un instrumento político, como ahora pretenden presentarlo, sino un recurso pedagógico que, además, surgió de las propias escuelas que, en los años 70, estaban preocupadas por el desconocimiento que sus niños y niñas, hijos de padres nacidos fuera de Catalunya, tenían de la lengua catalana. Los maestros y maestras veían cómo iba creciendo una generación con desigual bagaje lingüístico y, por tanto, con desigual oportunidad social. De la misma manera, en los últimos años, esta inmersión ha servido para dar la herramienta de integración más importante, la lengua, a los nuevos inmigrantes. Pero una vez más, se está utilizando la escuela para las batallas partidistas. Está muy claro que nos encontramos ante un ataque sistemático y organizado que, más allá de los cuatro fanáticos que lo protagonizan, cuenta con el apoyo de los aparatos de Estado, especialmente de los altos tribunales españoles de justicia, y del gobierno del PP. Es indecente que se quiera romper un consenso social amplio y generalizado introduciendo problemas imaginarios de una estricta minoría a favor de ideologías sectarias. Es indecente romper un consenso social introduciendo problemas imaginarios de una minoría a favor de ideologías sectarias Los maestros y maestras nos sentimos atacados, en cuanto se cuestiona nuestro trabajo sin ninguna razón. Si lo que se pretende es que los chicos y chicas terminen su etapa escolar conociendo ambas lenguas, podemos afirmar que ello se ha logrado siempre en Cataluña, y las estadísticas demuestran que el nivel de castellano de nuestro alumnado es igual o superior al de de otras comunidades. Por lo tanto, ¿dónde está el problema? Como maestros nos duele especialmente que las maniobras organizadas y malintencionadas contra el catalán tengan como objetivo las aulas donde los niños más pequeños hacen sus primeros aprendizajes escolares. Desde el mundo de la educación, en Catalunya no queremos una sociedad dividida y para ello es necesario no tener una escuela dividida. Queremos la escuela que hemos construido en estos últimos 30 años como un referente de democracia, calidad educativa y convivencia en la que no haya cabida a segregación alguna por motivos de origen cultural, de estatus social o de lengua materna. Y por ello, queremos continuar educando a nuestros niños y niñas todos juntos y con el catalán como lengua común y garantía de igualdad de oportunidades. En este sentido exigimos a nuestra consejera de educación Irene Rigau y a nuestro gobierno autonómico que garanticen la continuidad de nuestro modelo educativo. Por nuestra parte, hacemos un llamamiento a los maestros y maestras a ejercer la insumisión, si ello fuera preciso, y a mantener en las aulas los criterios pedagógicos que hasta ahora se vienen implementando, continuando con este modelo de inmersión, de escuela inclusiva, con el catalán como lengua vehicular, y a hacer oídos sordos a los intentos de utilizar la escuela para las batallas políticas más demagógicas. Desde la educación reclamamos, además, aparcar el debate inútil sobre la lengua y abrir el debate sobre los recortes que, estos sí, están afectando a la calidad educativa y abriendo una brecha cada vez mayor entre los centros educativos de titularidad pública y titularidad privada. Lo preocupante no es la lengua de nuestros chicos y chicas, sino la caída en los presupuestos dedicados a la educación pública y el deterioro que ello puede significar. *Rosa Cañadell es psicóloga, profesora y portavoz de USTEC·STEs (IAC)